Un largo silencio

– Esta usted en peligro. Salta por la parte de atras del edificio. Hay un patio ?no?-Aimee no espero una respuesta-. Lleve un martillo o un cincel. Encuentre la puerta que da al callejon, tiene que haber una. Es donde guardaban los caballos. Fuercela para abrirla. ?Ha entendido?-Aimee espero, pero lo unico que escucho fue como alguien tomaba aire.

“Vaya a la fabrica de botones Mon Bouton, en la esquina de la place des Vosges con rue de Turenne. Hoy abre hasta tarde. Entre, pero no se acerque a ninguna ventana. Vaya ahora, y yo llegare justo a la vez.-Al otro lado seguia habiendo silencio-. Sea lo que fuera lo que ocurrio entre Lili Stein y usted pertenece al pasado. Hago esto porque no se merecia que la asesinaran. Ahora van a por usted. Salga inmediatamente.-Aimee colgo

El objetivo brillantemente iluminado de Aimee, la fabrica de botones, destellaba sobre los tejados y entre los arboles. Mon Bouton ocupaba un pequeno patio, una calle mas alla de la place des Vosges.

La cama con dosel de Victor Hugo se acercaba a lo que se podria considerar comodo y, aparte de los ruidos de algo al corretear, se sentia a salvo. Pero ahora Aimee tenia que abandonar el museo sin que la alarma se disparara. Anudo unas cuantas batas y unos cuantos trapos que encontro en el armario de la limpieza junto a unas sabanas que encontro debajo de la cama del gran escritor. Cogio la silla del guardia y la puso encima del inodoro. Pocos museos se preocupaban por incluir en sus sistemas de alarma las claraboyas a mas de tres pisos de altura. En esta dos barras de metal estaban suspendidas de un lado a otro del grueso cristal en forma de tela de arana. Balanceo los trapos sobre las barras y se subio a la silla. Agachada bajo la claraboya rectangular, apunto con el pie derecho y dio una patada a una de las barras.

Penso que ojala llevara botas en lugar de unos tacones de varios cientos de francos. Tras varios intentos, la barra se aflojo lo suficiente como para poder moverla despacio. Pero seguia siendo demasiado estrecho para escurrirse hacia el exterior. Siguio pegando patadas una y otra vez. Por fin aflojo la segunda barra de un puntapie y se impulso despacio hacia arriba. Al soltar la manilla, la claraboya se abrio con un chasquido. El aire de la noche era limpio y fresco entre las chimeneas y los tejados inclinados.

Tenia que llegar a la fabrica de botones de la rue de Turenne cruzando los tejados de la place des Vosges. Con la falda arremangada sobre los muslos trepo por los picudos aleros y mensulas extendidos por el tejado. Las orejas puntiagudas y las colas de las gargolas se posaban a su derecha. Se abrio camino por los tejados deslizandose sobre antiguas tejas de pizarra, buscando apoyo con los tacones sobre la reluciente superficie. Las ventanas y claraboyas abiertas exhalaban vestigios de musica clasica, el repiqueteo de los cacharros de cocina, los aislados gemidos del amor. Se agarro a la mohosa salida de una chimenea de ladrillo y sintio algo pastoso y humedo bajo la palma de su mano. Roedores.

Un vapor grasiento salia disparado de la chimenea cuando Aimee se agarro a unos oxidados travesanos de hierro que conducian a algun lugar al otro lado de un elevado contrafuerte de ladrillo. Tenia que trepar cada travesano despacio, respirando con dificultad. La asalto el olor a cebolla frita que provenia de una cocina iluminada a sus pies.

– ?Tengo hambre, maman!-grito un nino

Se detuvo en otro bloque de tejados y se arrodillo por encima del Marais para recobrar el aliento. Mas travesanos conducian a un tejado inclinado que iba a dar sobre el patio de la fabrica de botones. Con los brazos y las piernas abiertos, se abrio camino junto a la cubierta desportillada, utilizando los dedos de los pies para encontrar huecos en los que los travesanos se retorcieran o se soltaran. Avanzo resbalandose y sujetandose a alguna que otra grasienta pieza de la cubierta de tejas que se habia desprendido en algun lugar, y asi llego hasta un saliente de metal situado sobre el patio. Probablemente a una distancia de unos seis metros del suelo. Si conseguia sujetarse a la oxidada escalera de incendios y deslizarse hacia abajo, seria solo un salto de unos tres metros.

Intento alcanzar el canalon de estano junto a ella. Se situo boca abajo y avanzo en esa postura poco a poco hasta que por fin agarro el vertedor que conducia al canalon.

Tenia algo que decir a favor de esta ropa de diseno: se mantenia impecable en condiciones extremas. Si el vertedor no soportaba su peso, tendria que alargar la mano, empujar el canalon y agarrar rapidamente la escalera de incendios. No le dio tiempo ni a pensarlo. Se sujeto al canalon de estano, que chirrio cuando sus unas lo aranaron.

Intento desesperadamente sujetarse al estrecho canalon mientras sus piernas se balanceaban en el vacio sin control. El aire frio se abalanzaba sobre ella al tiempo que intentaba alcanzar la barandilla de la escalera de incendios con la otra mano.

– Ya esta, se acabo. Un salvaje numerito antes de despatarrarme sobre los adoquines, vestida con un traje de Issey Miyake arremangado sobre mis muslos.

Le paso por la mente la cara sonriente de su padre junto a una desvaida imagen sepia de la que parecia ser su madre. Su unica oportunidad era un contenedor a sus pies lleno de dios sabe que.

Grito cuando se rompio el canalon y cayo en direccion al contenedor

Cayo de cabeza, dando una voltereta en el aire frio de la noche

Aterrizo sentada en un contenedor lleno de botones que amortiguaron su caida. Rojos, verdes y amarillos. Brillantes y relucientes a la luz de la luna que se asomaba entre los arboles. Los botones chocaron entre ellos cuando se incorporo para alcanzar el borde del contenedor. Resbalo, y se encontro enterrada bajo montones de ellos. Jesus, ?moriria ahogada por estos discos de colores despues de haber sobrevivido a una caida de seis metros desde el tejado?

Por fin consiguio subir aplastando cientos de botones. El patio parecia estar sorprendentemente tranquilo. Se bajo la falda, se sacudio y una lluvia de multitud de bolitas de color rojo, verde y amarillo revoloteo sobre los adoquines. Habia aterrizado en una partida de restos defectuosos. Entro pesadamente por la puerta laterar de Mon Bouton.

– Ca va, Leah?-Aimee la saludo con un beso

Leah abrio los ojos sorprendida al verla aparecer

– ?Menudo traje!-Se acerco mas, ya que era miope por haber pasado tantos anos clasificando botones-. ?Se trata de…?

– Un asesinato-asintio Aimee sintiendose culpable por abusar de la confianza de Leah

En ese momento se abrio la puerta ligeramente y Aimee se dio la vuelta

– Ya estoy aqui-La empleada de albertine Clouzot, Florence, dudaba-. Casi no vengo

– Aqui esta usted a salvo, Sarah

La antigua Sarah Strauss llevaba una peluca negra de media melena con flequillo que enmarcaba sus sorprendentes ojos azules. Alta y adusta, todavia resaltaba su belleza. Metio las temblorosas manos en los bolsillos de la gabardina

Miro a Aimee

– Pero he visto al mismo hombre que estaba afuera cuando regrese de las compras. Seguia ahi cuando usted llamo

– Tenemos que hablar. ?Un cafe?

El unico ruido provenia del siseo de la cafetera expres en el fuego. Leah apago las luces del taller, dejando un tenue foco sobre la cocina. Asintio de manera que tomaba parte en la conspiracion y abandono la sala

Aimee condujo a Sarah a una larga mesa de comedor de madera, abierta y llena de marcas, situada junto a los tubos y cilindros de metal galvanizado que organizaban los botones. Sirvio negro cafe humeante en dos tazas y le paso el azucarero con el azucar moreno

– Alguien quiere matarla.-Aimee sorbio su cafe-. Tambien van detras de mi

Sarah levanto la vista de su taza de cafe, desconcertada

– ?Que significa la esvastica grabada en la frente de Lili Stein?-dijo Aimee frotando la mesa de madera con la mano

Sarah movio la cabeza de un lado a otro

Aimee tenia que hacerla hablar

– Sarah, todo esto pertenece al pasado. ?Usted lo sabe!

Los ojos de Sarah reflejaron miedo, pero sobre todo, tristeza

– Una maldicion-gimio-, eso es lo que es. Que me ha seguido toda la vida. ?Por que lo permite Dios? Leo la Tora, lo intento entender, pero…-Se derrumbo, sollozando

Aimee se sintio culpable de su arrebato

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