– ?Eso, en el tercer milenio? -pregunto Brunetti, escondiendo la cara entre las manos.
– Como te he dicho, el define lo que es la virtud.
Brunetti aparto las manos.
– ?Y los otros, los que todavia no has investigado?
– A uno lo conozco. Andrea, en San Bortolo, y el no haria eso.
– ?Vas a investigarlos a todos? -pregunto Brunetti.
– Por supuesto -respondio Vianello, como si la duda le ofendiera.
Cambiando de tema, Brunetti pregunto:
– ?Como has descubierto que las visitas falsas las programaban esas farmacias?
Vianello no trato de disimular el orgullo que sentia al poder dar la explicacion.
– Los archivos del hospital pueden clasificar las visitas por fechas, por pacientes, por medicos o por los que las programan. Nosotros nos limitamos a tomar del ano pasado todas las visitas a especialistas -explico, sin molestarse en puntualizar quienes eran «nosotros» ni como habian conseguido los archivos-, las ordenamos segun las farmacias que las habian programado y luego hicimos una lista de las visitas programadas a traves de esas farmacias concretas y, a continuacion, una lista de las visitas programadas en las dos ultimas semanas y llamamos a todos los pacientes diciendo que estabamos haciendo una encuesta sobre el grado de satisfaccion de los usuarios de las prestaciones de la sanidad publica. -Se quedo esperando la reaccion de asombro que tendria Brunetti al oir esto y, en vista de que su superior no decia nada, prosiguio-: La mayoria habian sido visitados realmente por el especialista para el que tenian visita programada, pero nueve dijeron no saber nada de tal visita, a lo que nosotros respondimos que debia de haberse producido un error informatico, e incluso fingimos hacer una comprobacion y luego reconocimos humildemente el error y pedimos disculpas por la molestia. -Vianello sonrio-: Todas las visitas habian sido programadas por Gabetti.
– ?No temiais que alguno de ellos pudiera hablar al farmaceutico de vuestra llamada? -pregunto Brunetti.
Vianello descarto la sugerencia con un ademan.
– Ahi esta la gracia -dijo, no sin admiracion-. Ninguna de esas personas tenia ni remota idea de la clase de confusion que podia haberse producido, y estoy seguro de que, cuando dijimos que habia un error en el sistema informatico, todos se lo creyeron.
Brunetti paso revista a las posibilidades y pregunto:
– ?Y si uno de ellos se ponia enfermo, tenian que programar una visita de verdad y el ordenador indicaba que el paciente ya habia sido visitado?
– En ese caso supongo que el paciente haria lo que cualquiera de nosotros en su lugar: insistir en que no habia sido visitado y echar la culpa al ordenador. Y como la persona con la que estaria tratando seria un funcionario de la sanidad publica, es de suponer que se lo creeria.
– ?Y se programaria la visita?
– Con toda seguridad -dijo Vianello con desenfado-. Ademas, la posibilidad de que se levantaran sospechas es practicamente nula.
– ?Y si, a pesar de todo, alguien sospechaba? Al fin y al cabo, son fondos publicos los que se estan malversando, ?no?
– Me temo que si -dijo Vianello-. Seria otro caso de error administrativo.
Los dos hombres callaron un momento, y Brunetti pregunto:
– Pero aun no habeis encontrado a ningun farmaceutico con el dinero, ?verdad?
– El dinero tiene que estar ahi -insistio Vianello-. Manana nos pondremos a buscar mejor.
– Da la impresion de que nada podria disuadirte -dijo Brunetti no sin aspereza.
– Quiza -respondio Vianello rapidamente, casi a la defensiva-. Pero la idea es muy buena para que a nadie se le haya ocurrido ponerla en practica. La sanidad publica puede ser un chollo.
– ?Y si te equivocas? -pregunto Brunetti con cierta impaciencia.
– Pues me habre equivocado. Pero habre aprendido un monton de maneras de buscar datos con el ordenador -dijo Vianello, y en el despacho se restablecio la buena armonia.
CAPITULO 14
Brunetti bajo la escalera con Vianello y continuo hacia el despacho de la signorina Elettra, a la que encontro hablando por telefono. Ella le hizo una sena para que entrara y aguardara y siguio dando una serie de monosilabas respuestas al torrente de verborrea que llegaba del otro extremo de la linea.
– Si. No. Claro. Si. Si -decia con largos intervalos, durante algunos de los cuales tomaba notas-. Comprendo. El signor Brunini tiene mucho interes en hablar con el doctor y, si, el y su pareja, como pacientes particulares.
Siguio un silencio que parecio aun mas largo, ahora que Brunetti habia oido el nombre y se preguntaba que estaria tramando aquella mujer.
– Si, lo comprendo, desde luego. Si, esperare. -Aparto el telefono, se froto el oido y volvio a acercarselo al oir una voz femenina-. Ah, ?si? ?Tan pronto? Ah,
La signorina Elettra colgo el telefono, miro a Brunetti y escribio unas palabras en el papel que tenia delante.
– ?Me atrevo a preguntar? -dijo Brunetti.
– Clinica Villa Colonna. En Verona -dijo ella-. Es a donde ellos fueron.
Aunque la informacion era un tanto telegrafica, Brunetti no tuvo dificultad para entenderla.
– ?Y eso la indujo a…? -empezo Brunetti, y entonces descubrio que le faltaba el verbo apropiado-. ?A especular? -concluyo.
– Si; puede decirlo asi -respondio ella, complacida por la eleccion-. Especular sobre muchas cosas. Pero, sobre todo, sobre la coincidencia de que varias de las personas examinadas en esta clinica fueron puestas en contacto con la persona o personas que tenian un nino que vender. -Uno no podia menos que admirar su concision.
– ?Usted apostaria por esa clinica?
Ella elevo el arco de una ceja apenas un milimetro, pero el movimiento sugeria un sinfin de posibilidades.
Brunetti se aventuro entonces por un terreno aun mas fragil.
– ?Signor Brunini? -pregunto.
– Ah, si -dijo ella-. El signor Brunini. -Brunetti espero hasta que ella prosiguio-: He pensado que seria interesante obsequiar a la clinica con otra pareja que este ansiosa por tener un nino y sea lo bastante rica como para pagar lo que le pidan.
– ?Signor Brunini? -repitio el, recordando que en las peliculas policiacas siempre se aconseja a los que adoptan una personalidad falsa elegir un nombre que sea parecido al propio, porque ello les permitira responder a el automaticamente.
– Eso es.
– ?Y la signora Brunini? ?Ha pensado en alguien para el papel?
– Creo que a usted deberia acompanarle una persona que estuviera familiarizada con la investigacion, ya que asi habria alli dos personas capaces de formarse una opinion del lugar.
– ?Acompanarme a mi? -pregunto Brunetti, con un enfasis innecesario.
– El viernes a las tres y media -dijo ella-. Hay un Eurocity a Munich que sale a la una y veintinueve, y llega a Verona a las tres de la tarde.
– ?Y la persona que me acompanara sera la signora Brunini?
Ella considero un momento la pregunta, aunque Brunetti la conocia lo suficiente como para saber que ella ya tenia la respuesta preparada.
– Me ha parecido que quiza el deseo del signor Brunini de un hijo pareceria mas apremiante si ella fuera…, hmm, su companera. Bastante mas joven y ansiosa por tener un nino.