hubiera reducido a la mitad tenian que seguir siendo suficientes.

Uno de los articulos senalaba que el indice espermatico de los inmigrantes que llevaban varios anos en Europa tambien empezaba a disminuir, lo cual confirmaba la teoria de que la contaminacion ambiental era la causa.

?No era el plomo de las conducciones de agua lo que, segun se decia, contribuyo al deterioro de la salud y la fertilidad de la poblacion de la Roma imperial? Ahora ya poco importaba, pero los romanos, por lo menos, no sospechaban la posible relacion; seria en epocas posteriores cuando se descubriera la causa, pero tampoco se hacia algo por remediarla.

Las disquisiciones historicas de Brunetti fueron interrumpidas por la llegada de Vianello. El inspector entro en el despacho con una amplia sonrisa en la cara y un fajo de papeles en la mano.

– Yo siempre habia odiado el delito administrativo, pero ahora cuantas mas cosas se de el mas me apasiona -dijo poniendo los papeles en la mesa y sentandose.

Brunetti se pregunto si Vianello no estaria pensando en cambiar de profesion, y a buen seguro que la signorina Elettra no seria ajena a tal decision.

– ?Que te apasiona? -pregunto Brunetti senalando los papeles como si fueran el instrumento de la conversion de Vianello.

– Veras -matizo Vianello, advirtiendo la sorna de su superior-: me gusta porque no tienes que seguir a nadie por la calle, ni pasarte horas en la puerta de su casa, aguantando la lluvia, esperando a que salga para volver a pegarte a sus talones. Ante el silencio de Brunetti, el inspector prosiguio-: Antes me aburria estar horas repasando declaraciones de impuestos y memorias financieras, comprobando cargos a tarjetas de credito y datos bancarios.

Brunetti estuvo a punto de observar que, dado que la mayoria de tales actividades eran ilegales, a menos que se dispusiera de una orden judicial, quiza era preferible que un policia las encontrara aburridas.

– ?Y ahora? -pregunto Brunetti suavemente.

Vianello sonrio y se encogio de hombros al mismo tiempo.

– Ahora me parece que le voy encontrando el gusto. -No necesito que Brunetti le animara, para continuar-: Debe de ser la emocion de la caceria. Encuentras una senal de lo que pueden estar tramando: cifras que no casan, que son muy altas o muy bajas, y empiezas a seguir el rastro por otras anotaciones, o encuentras sus nombres en sitios inesperados, donde no deberian estar. Y van apareciendo cifras cada vez mas extranas, y entonces ves que es lo que pretenden y como puedes seguirles la pista. -Sin darse cuenta, Vianello habia ido subiendo el tono de voz y hablando con mas vehemencia-. Y, sin moverte de la mesa, has descubierto todo lo que hacen, porque has visto su modo de operar y puedes adelantarte a sus manejos. -Vianello callo un momento y sonrio-. Supongo que esto es lo que debe de sentir la arana. Las moscas no saben que la tela esta ahi, no pueden verla ni adivinar su presencia, y siguen zumbando y haciendo de moscas, y tu estas alli sentado, esperando a que caigan.

– ?Y entonces te las zampas? -pregunto Brunetti.

– Es una manera de expresarlo, supongo -respondio Vianello, visiblemente satisfecho de si mismo y de su metafora.

– ?Y… mas concretamente? -dijo Brunetti mirando en direccion a los papeles-. ?Por lo que se refiere a tus medicos y a sus serviciales farmaceuticos?

Vianello asintio.

– He echado un vistazo a las cuentas bancarias de los medicos que mi…, hum, mi contacto menciono. Durante los seis ultimos anos. -Aun ante la patente ilegalidad del casual «echado un vistazo» de Vianello, Brunetti permanecio impavido como una esfinge-. Viven bien, desde luego, son especialistas, y cobran en efectivo buena parte de sus ingresos. ?Ha existido alguna vez un especialista que te extendiera un recibo por una visita particular? Hace cuatro anos, uno abrio una cuenta en Liechtenstein.

– ?Fue entonces cuando se empezo a hinchar el numero de las visitas?

– No estoy seguro, pero mi contacto me dijo que hace anos que funciona la cosa.

– ?Y los farmaceuticos?

– Eso es lo curioso -dijo Vianello-. En Venecia, solo hay cinco farmaceuticos autorizados a programar las visitas a los especialistas: creo que la capacidad del ordenador influye en la autorizacion. He empezado a mirar sus archivos. -Nuevamente, Brunetti se hizo el sordo-. Durante este periodo, ninguno ha aumentado su promedio de ahorro ni sus compras con tarjeta -reconocio el inspector Vianello con gesto de decepcion. Y, como para darse animo, anadio-: Pero esto no supone necesariamente que tengamos que descartarlos.

– ?A cuantos has examinado?

– A dos.

– Hmm. ?Cuanto tiempo te llevara comprobar a los otros?

– Un par de dias.

– ?Y no hay dudas acerca de esas falsas visitas?

– Ninguna. Solo que, de momento, no se cuales son las farmacias implicadas.

Brunetti hizo un breve repaso de las posibilidades.

– Sexo, droga y juego: estos acostumbran a ser los motivos por los que la gente se arriesga a cometer un fraude para hacer dinero.

– Pues si esos han de ser los unicos motivos, los que ya he investigado quedan fuera de sospecha -dijo Vianello sin conviccion.

– ?Por que?

– Porque el uno tiene setenta y seis anos y el otro vive con su madre.

Brunetti, que opinaba que tales circunstancias no impedian necesariamente que un individuo tuviera adiccion al sexo, la droga o el juego, pregunto:

– ?Quienes son?

– El viejo se llama Gabetti. Padece del corazon y se presenta en la farmacia solo dos veces a la semana. No tiene hijos, solo un sobrino que vive en Turin y que lo heredara todo.

– ?Asi pues, descartado? -pregunto Brunetti.

– Algunos lo descartarian, pero yo no -dijo Vianello con subito enfasis-. Es el clasico avaro. Heredo la farmacia de su padre hace mas de cuarenta anos y desde entonces no se ha gastado ni un centimo en mantenimiento. Me han dicho que, si te asomas a la trastienda, tienes la impresion de estar en Albania o algun sitio por el estilo. Y, del vater, vale mas no hablar. Es soltero y siempre ha vivido solo. No tiene otra aficion que la de hacer dinero, invertirlo y verlo crecer. Es el unico aliciente de su vida.

– ?Y tu piensas que el haria algo asi? -pregunto Brunetti sin disimular su escepticismo.

– La mayoria de las visitas programadas para los tres medicos lo han sido por Gabetti.

– Ya -dijo Brunetti, asimilando la informacion-. ?Y que hay del otro?

Vianello cambio de expresion e, involuntariamente, movio la cabeza de arriba abajo, como asintiendo a la teoria de Brunetti.

– Este es muy religioso, aun vive con su madre, a la que adora. No da pie a las habladurias, y desde luego, nada hace pensar que tenga especial interes por el dinero. No he encontrado nada en sus cuentas bancarias.

– Pues siempre suele haber algo, especialmente, si son religiosos -dijo Brunetti: si Vianello podia sospechar del avaro, el tenia derecho a recelar del religioso-. Si no le interesa ni el sexo ni las drogas, ?entonces, que?

– Lo que te he dicho, la Iglesia -dijo Vianello, divertido por la sorpresa de Brunetti-. Es de una de esas agrupaciones religiosas: oracion dos veces a la semana, nada de alcohol, ni siquiera vino con las comidas, nada de… nada de nada, al parecer.

– ?Como te has enterado de todas esas cosas? -pregunto Brunetti.

– He preguntado a varias personas -respondio Vianello oblicuamente-. Pero creeme, este tipo no esconde nada. Vive para su madre y para la Iglesia. -Hizo una pausa-. Y, por lo que me han dicho, para ufanarse de la virtuosa vida que lleva y lamentar que otras personas no sigan su ejemplo. Aunque, probablemente, el querria ser el que definiera lo que es la virtud.

– ?Por que lo dices?

– Porque en su farmacia no se venden condones.

– ?Que?

– No puede negarse a despachar recetas de anticonceptivos y de pildoras del dia despues, pero tiene derecho a no vender gomas si no quiere.

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