Brunetti permanecia en silencio, atento a si Pedrolli querria, o podria, decir algo. Al dejar la tablilla en la mesita de noche, el estetoscopio le rozo el brazo, y se sintio ridiculo por aquella impostura.

Transcurrio un minuto sin que ninguno de los tres hombres hablara. Finalmente, Damasco dijo, sin disimular la impaciencia:

– De acuerdo, Gustavo. Si te empenas, seguiremos jugando a las adivinanzas. -Y a Brunetti-: Si levanta un dedo la respuesta es si. Dos dedos, no. -Como Brunetti no respondiera, apremio-: Adelante, comisario. Es engorroso y, probablemente, innecesario, pero si es el medio que Gustavo ha adoptado para protegerse, tendremos que aceptarlo. -Damasco extendio el brazo y asio un pie de Pedrolli por encima de la manta con un afectuoso apreton, como para compensar la sequedad de su tono. -En vista de que Brunetti seguia sin hablar, agrego-: No le he preguntado sobre lo sucedido. Es decir, solo si recordaba haber sido golpeado, y no lo recuerda. Es lo unico que me preocupa, como medico.

– ?Y como amigo? -pregunto Brunetti.

– Como amigo… -empezo Damasco y se detuvo un momento a reflexionar-. Como amigo, he aceptado la descabellada idea de Sandra de hacerle entrar a usted para que pueda hablar con el.

Pedrolli parecia seguir la conversacion; por lo menos, su mirada iba del uno al otro. Cuando Damasco termino de hablar, Pedrolli miro a Brunetti, esperando la respuesta.

– Como ya le ha dicho su amigo -empezo Brunetti volviendose hacia el hombre que estaba en la cama-, soy policia. Ayer, de madrugada, uno de mis agentes me llamo para decirme que un hombre habia sido agredido y estaba en el hospital, y vine a enterarme de lo sucedido. Mi preocupacion era, y sigue siendo, la agresion armada a un ciudadano, no el motivo ni su propia reaccion. Por lo que yo se, usted actuo como lo habria hecho cualquier ciudadano que fuera atacado en su domicilio: trato de defender a su familia y a si mismo.

Brunetti hizo una pausa y miro a Pedrolli. El medico levanto un dedo.

– Ignoro como van a llevar este caso los carabinieri, como presentaran la informacion, y cuales seran las acusaciones que formulen contra usted, dottore -dijo Brunetti, decidiendo ajustarse a la verdad todo lo posible-. Pero me consta que creen poder imputarle una larga lista de cargos.

A esto, Pedrolli levanto la mano derecha y la agito en el aire.

– El oficial con el que hable menciono soborno de funcionario publico, falsificacion de documentos oficiales, resistencia al arresto y agresion a un agente de la autoridad en acto de servicio. El hombre al que pego.

Nuevamente, se alzo la mano en senal de interrogacion.

– No; nada grave. Ni siquiera tiene rota la nariz. Mucha sangre pero poco dano.

Pedrolli cerro los ojos con lo que podia ser expresion de alivio. Despues miro a Brunetti y, con los dedos de la mano derecha, le tomo la izquierda y movio su alianza arriba y abajo.

– Su esposa esta bien, dottore -respondio Brunetti, sorprendido por la preocupacion de Pedrolli, dado que hacia poco que la mujer habia salido de la habitacion.

Pedrolli meneo la cabeza, repitio la senal con el anillo y despues, para mayor claridad, junto las munecas como si estuvieran atadas. O esposadas.

Brunetti levanto las dos manos rechazando la idea.

– No se han presentado cargos contra ella, dottore. Y el capitan me dijo que, probablemente, no los habra.

A esto, Pedrolli se senalo el pecho con el indice de la mano derecha, y Brunetti dijo:

– Si, solo contra usted, dottore.

Pedrolli inclino la cabeza hacia un lado y encogio el hombro contrario, como resignandose a su suerte.

Brunetti anadio, a titulo de informacion y sin hacer derroche de sinceridad:

– Esta investigacion no me incumbe, dottore. Sera hecha por los carabinieri, no por nosotros. -Hizo una pausa y prosiguio-: Es cuestion jurisdiccional. Habiendo hecho ellos el arresto, el caso les pertenece. -Espero la senal de que Pedrolli habia comprendido, o creido, sus palabras y anadio-: Mi cometido se limita a esclarecer las circunstancias de la agresion de la que ha sido victima, agresion que puede constituir delito. -Brunetti sonrio y se volvio hacia el dottor Damasco-. No quiero cansar a su amigo, dottore. -Eligiendo cuidadosamente las palabras, anadio-: Si se produce algun cambio, ?me avisara?

Antes de que Damasco pudiera responder, Pedrolli extendio el brazo y asio a Brunetti por la muneca, tirando de el con fuerza, para que se acercara a la cama. Movio los labios, pero de ellos no salio sonido alguno. Al observar la extraneza de Brunetti, Pedrolli hizo con los dos brazos ademan de acunar y mecer a un nino.

– ?Alfredo? -pregunto Brunetti.

Pedrolli asintio.

Brunetti dio unas palmadas en el dorso de la mano derecha de Pedrolli.

– El esta bien, dottore. No se preocupe. Esta muy bien.

Pedrolli agrando los ojos, y Brunetti vio asomar unas lagrimas. Volvio la cabeza, fingiendo que Damasco habia dicho algo, y cuando volvio a mirar a Pedrolli, este tenia los ojos cerrados.

Damasco se adelanto diciendo:

– Le llamare si hay novedad, comisario.

Brunetti asintio en senal de agradecimiento, recupero la tablilla y salio de la habitacion. El carabiniere seguia sentado delante de la puerta, pero casi ni miro a Brunetti. En Enfermeria, Brunetti no vio a nadie, ni tampoco en el pasillo. Desprendio los papeles de la tablilla y los arrojo a la papelera, luego puso la tablilla en la mesa. Se quito el estetoscopio, lo guardo en el cajon y salio de la planta.

CAPITULO 13

Brunetti regreso a la questura sin prisas, pensando en las cosas que habia dejado de preguntar y dando vueltas a las incognitas del… ni siquiera sabia como llamarlo: caso, situacion, dilema, fregado… Pedrolli.

Sin informacion de las otras adopciones y con el persistente silencio de Pedrolli, Brunetti ignoraba los detalles de la adquisicion tanto del nino del doctor como de los otros. No sabia si las madres eran italianas, donde habian dado a luz, como y donde se habia hecho entrega de los ninos, ni cual era la tarifa. Esta palabra lo horrorizo. Luego estaba el aspecto burocratico: ?cuanto papeleo se precisaba para probar la paternidad? En una caja metalica color naranja de galletas de Navidad, guardaban el y Paola las partidas de nacimiento de los ninos, las fichas medicas, las cartillas de vacunacion, las fes de bautismo, los recordatorios de la primera comunion y varios certificados escolares. Si mal no recordaba, la caja estaba en el estante de arriba del armario del dormitorio, y los pasaportes, en un cajon del estudio de Paola. No recordaba como habian conseguido los pasaportes de los chicos; seguramente, habrian tenido que presentar los certificados de nacimiento, que tambien habrian sido necesarios para matricularlos en la escuela.

Toda la informacion oficial sobre los nacimientos y defunciones ocurridos en Venecia, asi como los cambios de domicilio, se guarda en el Ufficio Anagrafe. Al salir del hospital, Brunetti decidio pasarse por alli: no podia haber momento mas oportuno para hablar con algun empleado acerca del proceso burocratico que tiene por objeto la creacion de la identidad legal.

Caminando tras un lento cortejo de turistas, Brunetti cruzo el Ponte del Lovo, paso por delante del teatro y doblo la esquina pero, al llegar al Ufficio Anagrafe y entrar en el laberinto de oficinas municipales de la calle Loredan, vio como sus planes se frustraban por una banalidad: aquel dia, los funcionarios municipales hacian huelga para protestar por el retraso en la firma de su convenio, que habia expirado diecisiete meses atras. Brunetti se pregunto si la policia -funcionarios municipales al fin y al cabo- tenia derecho a hacer huelga, decidio que si, y entro en Rosa Salva a tomar cafe y luego en la libreria Tarantela, a ver que novedades habian recibido. No vio nada que lo sedujera: las biografias de Mao, Stalin y Lenin seguramente lo llevarian a la desesperacion. Habia leido una critica desfavorable de una nueva traduccion de Pausanias que le hizo desistir de su compra. Como tenia por costumbre no salir de una libreria con las manos vacias, se decidio por Lettere dalla Russia, una traduccion de las cronicas del marquis de Custine de sus viajes por Rusia de 1839, editada en Turin en 1977. El libro se referia a una epoca mas moderna que la que le interesaba normalmente, pero era el unico que lo atraia y, con huelga o sin huelga, ya no podia entretenerse mas.

Brunetti se sentia muy virtuoso al reanudar la marcha hacia la questura para volver al trabajo, sabiendo que habia una huelga de funcionarios que le brindaba la oportunidad de irse a casa a empezar el libro. Entro en su

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