despacho muy satisfecho de si mismo, dejo el libro en la mesa y se acerco los papeles que se habian acumulado. Por mas que se esforzaba en concentrarse en listas y propuestas, no podia dejar de dar vueltas a los interrogantes que suscitaba Pedrolli. ?Por que Marvilli se habia negado a dar mas informacion? ?Quien habia autorizado el asalto de los carabinieri al domicilio de un ciudadano de Venecia? ?Que poder habia hecho acudir al vicequestore a la habitacion de Pedrolli, a las pocas horas de su ingreso en el hospital? ?Y como se habian enterado los carabinieri de la ilegalidad cometida por el pediatra?

Su reflexion fue interrumpida por el timbre del telefono.

– Brunetti.

– Baje ahora mismo. -Y la voz de Patta ceso bruscamente.

Al levantarse Brunetti, su mirada tropezo con la contracubierta del libro que acababa de comprar: «… la arbitraria imposicion del poder que caracterizaba…».

– Ah, Monsieur le Marquis -dijo en voz alta-, y eso que no sabiais de la misa la mitad…

No vio a la signorina Elettra. Brunetti llamo a la puerta y entro en el despacho del vicequestore sin esperar respuesta. Patta estaba sentado a una mesa cubierta por el cumulo de papeles propio del funcionario publico estresado; su bronceado veraniego empezaba a palidecer, lo que acentuaba la impresion de incansable dedicacion a las multiples tareas del cargo.

Brunetti aun no habia llegado a la mesa cuando Patta pregunto:

– ?En que esta trabajando, Brunetti?

– En el asunto del personal de equipajes del aeropuerto y en el del Casino -dijo como el que informa al dermatologo acerca del hongo que ha pillado por enesima vez en el trabajo.

– Todo eso puede esperar -dijo Patta, apreciacion que su subordinado compartia plenamente. Y, cuando Brunetti llego frente a la mesa, el vicequestore pregunto-: Supongo que ya se habra enterado de esa descoordinacion que ha habido con los carabinieri, ?no?

– ?Una descoordinacion ha sido? Si, senor.

– Bien. Sientese, Brunetti. Me pone nervioso ahi de pie.

Brunetti obedecio.

– Los carabinieri se extralimitaron y tendran que dar gracias si el hombre al que mandaron al hospital no los demanda. -La observacion de Patta acrecento a los ojos de Brunetti la importancia del individuo al que habia visto hablar con el vicequestore frente a la puerta de Pedrolli. Tras un momento de reflexion, Patta concedio-: Aunque no creo que lo haga. Nadie desea esa clase de complicaciones judiciales. -Brunetti penso en preguntar si el hombre del pelo blanco desearia involucrarse en la consiguiente causa legal, pero la prudencia le aconsejo no revelar que estaba enterado de la visita de Patta al hospital, y se limito a preguntar:

– ?Que desea que haga, senor?

– Parece que no esta muy clara la naturaleza de las comunicaciones que hubo entre los carabinieri y nosotros -empezo Patta. Miro a Brunetti entornando los ojos, como para comprobar si recibia el mensaje en clave y sabria actuar en consecuencia.

– Comprendo -dijo Brunetti. Asi pues, los carabinieri podian aportar la prueba de que habian informado a la policia acerca de la operacion, y la policia no habia encontrado la prueba de haberlo recibido. Brunetti indago entonces en las reglas de la logica que con tanto interes habia estudiado en la universidad, hacia ya decadas. Algo decian acerca de la dificultad -?o era la imposibilidad?- de demostrar una negativa. Eso significaba que Patta estaba tanteando el terreno para decidir que seria menos arriesgado: culpar a los carabinieri por abuso de fuerza o encontrar en la questura a un chivo expiatorio que se llevara el varapalo por no haber dado curso al mensaje de los carabinieri.

– Visto lo ocurrido a ese medico, quiero que usted se encargue de que se le trate con la debida consideracion. Para que no pase algo mas.

Brunetti se abstuvo de terminar la frase del vicequestore con las palabras: «… que pueda traerme complicaciones».

– Desde luego, vicequestore. ?Le parece bien que hable con el o, quiza, con la esposa?

– Si -dijo Patta-. Haga lo que crea conveniente. Solo procure que el asunto no se nos vaya de las manos y nos cree problemas.

– Por supuesto, vicequestore -dijo Brunetti.

Patta, una vez transferida la responsabilidad, fijo la atencion en los papeles que tenia en la mesa.

– Le tendre informado, senor -dijo Brunetti poniendose en pie.

Muy absorto en las obligaciones del cargo para responder de viva voz, Patta agito una mano, y Brunetti abandono el despacho.

Ya que Paola habia accedido a ayudarle buscando informacion acerca de Bianca Marcolini, Brunetti, haciendo de tripas corazon, bajo al ordenador de la sala de los agentes, donde causo la admiracion de sus colegas por la soltura con que se conecto a internet y tecleo «infertilita» sin tener que rectificar mas que dos errores de pulsacion.

Durante la hora siguiente, el comisario, rodeado de la rama uniformada del personal, fue el aglutinante de una labor corporativa orientada a la recopilacion de datos. En ocasiones, alguno de los agentes mas jovenes no es que tratara de quitar de en medio a su superior pero si deslizaba la mano por debajo de la del comisario, para teclear una palabra o dos. No obstante, Brunetti en ningun momento cedio el mando del teclado ni del raton, e insistia en imprimir todo aquello que le parecia de interes, con la vana ilusion de que realizaba una labor de documentacion analoga a la que solia hacer en sus tiempos de estudiante, en la biblioteca de la universidad.

Cuando hubo terminado y recogio el monton de hojas acumulado en la impresora, lo asaltaron dos pensamientos: la informacion era muy rapida, casi instantanea, pero el no sabia en que medida era fiable. ?Que acreditaba a una pagina mas que a otra? ?Y que demonios era «Il Centro per le Ricerche sull'Uomo» o el «Istituto della Demografia»? Que el supiera, detras de las fuentes consultadas tanto podia estar la Iglesia catolica como una sociedad abortista.

Hacia tiempo que Brunetti se habia hecho a la idea de que la mayor parte de lo que leia en los libros, diarios y revistas era solo una aproximacion de la verdad, sesgada siempre hacia la izquierda o hacia la derecha. Pero, por lo menos, sabia de que pie cojeaban la mayoria de los periodistas y, con los anos, habia aprendido a leer discriminando y casi siempre conseguia descubrir una parte de verdad -no se hacia ilusiones de encontrarla toda- en lo que leia. Pero frente a la Red, al ignorar el contexto, todas las fuentes le merecian la misma confianza. Brunetti se encontraba a la deriva en lo que bien podia ser un mar de mentiras y distorsiones de internet, sin la brujula que habia aprendido a usar en las aguas mas familiares de las mentiras periodisticas.

Cuando por fin volvio a su despacho y se puso a leer lo que habia impreso, descubrio entre las distintas fuentes una sorprendente coincidencia. Aunque las cifras y porcentajes variaban ligeramente, saltaba a la vista el fuerte descenso del indice de natalidad en la mayoria de los paises occidentales, por lo menos, entre la poblacion autoctona. Los inmigrantes tenian mas hijos. El sabia que existia una definicion politicamente correcta de este hecho estadistico esencial: «diversidad cultural», «expectativas culturales diferentes»… Comoquiera que se formulara la idea: los pobres tenian mas hijos que los ricos, como siempre, solo que antes morian mas ninos a causa de enfermedad y de miseria y, ahora, asentados en Occidente, sobrevivian.

Por un lado, en toda Europa aumentaba el numero de los ninos nacidos de los inmigrantes, mientras, por otro lado, los nativos tenian dificultades para reproducirse. Actualmente, las europeas tenian su primer hijo a una edad mas avanzada que las mujeres de la generacion anterior. El numero de las parejas que contraian matrimonio era menor. El precio de la vivienda se habia disparado espectacularmente, lo que dificultaba formar un hogar a los jovenes de clase trabajadora. ?Y cuantas parejas podian permitirse tener un hijo, con un solo sueldo?

Estos factores, Brunetti lo sabia, simplemente, planteaban opciones, no suponian impedimentos fisicos insuperables. La constante disminucion de la cantidad de esperma viable, por el contrario, no era mera cuestion optativa. ?La causaba la contaminacion? ?Algun cambio genetico? ?Una enfermedad no detectada? Las paginas de la Red mencionaban repetidamente un numero de sustancias falicas, que se encontraban en multitud de productos de uso habitual, entre otros, los desodorantes y los envoltorios de los alimentos: al parecer, se observaba una proporcion inversa entre su presencia en la sangre y el indice espermatico del hombre. Aunque habia coincidencia en atribuir a estas sustancias la causa del deterioro ocurrido durante el medio siglo ultimo, ninguno de los articulos se atrevia a mencionarlas como causa directa. Brunetti siempre habia opinado que las mayores expectativas economicas debian de haber influido en la tasa de natalidad tanto como el declive del indice espermatico. Al fin y al cabo, siempre habia habido millones de espermatozoides y aunque ahora su numero se

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