Al cabo de un momento, intrigado porque una persona como Paola estuviera leyendo a Lucas, pregunto:
– ?Y que reflexiones en concreto te ha inspirado ese texto?
– Me encanta ese sarcasmo que gastas a veces para sonsacarme -dijo ella dejando la copa en la mesa. Cerro el libro y lo puso al lado de la copa-. Hoy he estado hablando con Marina Canziani. Me he tropezado con ella en la Marciana.
– ?Y?
– Me ha hablado de su tia, la que la crio a ella.
– ?Si?
– Dice que ultimamente la tia, que tiene unos noventa anos, ha dado un bajon. Es lo que les ocurre a algunas personas muy mayores, que hoy estan perfectamente y, al cabo de dos semanas, las encuentras hechas una ruina.
La tia de Marina -si mal no recordaba Brunetti, se llamaba Italia o algo asi de ciclopeo- habia sido una presencia constante en la vida de su amiga desde que Brunetti y Paola la habian conocido, hacia ya decadas. La tia se hizo cargo de la pequena Marina cuando los padres murieron en un accidente de carretera, la educo con inflexible rigor, la envio a la universidad y se preocupo de su formacion, pero, mientras Marina estuvo bajo su tutela, la tia nunca le hizo ni la mas minima demostracion de afecto. Habia sido una buena administradora de la herencia de Marina convirtiendola en una mujer muy rica y se habia opuesto resueltamente al matrimonio que habia hecho de Marina una mujer feliz.
No llegaba mas informacion. Brunetti pensaba en la tia de Marina y saboreaba el vino. Finalmente, dijo:
– No veo que puede tener que ver San Lucas. Paola sonrio ensenando demasiados dientes, o asi le parecio a el.
– La tia ha pedido a Marina que se la lleve a vivir con ellos, a su casa. Se ha ofrecido a pagarle una mensualidad y el sueldo de alguien que la atienda dia y noche.
– ?Y Marina? -pregunto Brunetti.
– Le ha dicho que le buscara a una
Brunetti seguia sin ver la relacion con el Evangelio.
– ?Y que? -insistio.
– Pues se me ha ocurrido que tal vez lo que hacia Cristo venia a ser como un buen asesoramiento de inversiones. Quiero decir que lo de hacer siempre el bien al projimo quiza no deberiamos interpretarlo como una especie de imperativo moral, sino mas bien como una observacion sobre lo que puede ocurrir si dejamos de hacerlo. La caridad, digamos, es una buena inversion porque el projimo nos paga en la misma moneda.
– ?Y la tia de Marina hizo una mala inversion?
– Exactamente.
El se inclino hacia adelante para dejar la copa en la mesa.
– Interesante interpretacion -dijo-. ?De estas cosas hablais los intelectuales durante el trabajo?
Ella tomo la copa, apuro el vino y dijo:
– Cuando no estamos demostrando nuestra superioridad a los alumnos.
– Eso no requiere demostracion, diria yo -dijo Brunetti-. ?Que hay despues de las crespelle?
– Coniglio in umido -dijo ella, y entonces pregunto a su vez-: ?Por que siempre das por descontado que yo no tengo nada mejor que hacer con mi tiempo que preparar la cena? Soy profesora universitaria, ?sabes?, tengo mi trabajo. Tengo una vida profesional.
El atrapo la frase al vuelo y la continuo:
– … y no tengo por que verme relegada a la condicion de esclava de los fogones por un marido machista que se ha creido que mi tarea es cocinar y la suya traer a casa a cuestas a la bestia cazada -dijo el, fue a la cocina y volvio con la botella.
Sirvio un poco de vino en la copa de ella, lleno la suya y se sento otra vez al lado de los pies de Paola. Levanto la copa hacia ella y tomo otro sorbo.
– Fabuloso, realmente. ?Cuanto nos ha enviado?
– Tres cajas, y no has contestado mi pregunta.
– Es que aun no se si tengo que tomarla muy en serio. Considerando que das cuatro horas de clase a la semana y dedicas aun menos tiempo a hablar con los alumnos, no me remuerde la conciencia por la diferencia de horas que pasamos en la cocina. -Ella fue a hablar, pero el prosiguio-: Y, si me dices que tienes que leer mucho, yo te contesto que, si no pudieras pasar todo el tiempo libre leyendo, probablemente, te volverias loca. -Tomo un buen trago de vino y le oprimio suavemente un pie.
Ella sonrio y dijo:
– Ahi acaba mi intento de legitima protesta.
El cerro los ojos y apoyo la cabeza en el respaldo del sofa.
– Bueno, dejemoslo en simple protesta -concedio ella al cabo de un rato.
El dejo pasar un rato aun mas largo y dijo, sin abrir los ojos:
– Hoy he ido a esa clinica de Verona.
– ?La de fertilidad?
– Si.
Como pasaba el tiempo sin que ella dijera algo, el abrio los ojos y la miro:
– ?Que hay? -pregunto intuyendo que ella tenia algo que decir.
– Me da la impresion de que no puedo abrir una revista ni un diario sin tropezarme con un articulo que hable de la superpoblacion del planeta -empezo Paola-. Seis mil millones, siete, ocho, la amenaza de la explosion demografica y la falta de recursos naturales para todos. Y, al mismo tiempo, la gente va a clinicas de fertilidad…
– ?Para aumentar la poblacion? -pregunto el.
– No -respondio ella rapidamente-. Nada de eso. Para satisfacer un instinto humano.
– ?No una necesidad? -pregunto el.
– Guido -dijo ella, imprimiendo cansancio en la voz-, no es la primera vez que tratamos de definir lo que es la «necesidad». Ya sabes lo que yo creo que es: unicamente aquello que, si no lo satisfaces con alimento o con agua, mueres.
– Y yo sigo pensando que es algo mas: que es todo lo que nos hace diferentes de los otros animales.
El la vio mover la cabeza de arriba abajo, pero entonces ella dijo:
– No quiero seguir hablando ahora de eso. Ademas, se que, aunque me apabulles con tu logica y tu sentido comun, y aunque pases al terreno personal y hables de nuestros hijos, no conseguiras que reconozca que tener hijos es una necesidad. De manera que vamos a dejarlo, y a no malgastar tiempo y energia, ?de acuerdo?
El se inclino hacia adelante para asir la botella» pero cambio de idea y volvio dejarla en la mesa.
– He ido a Verona con la signorina Elettra -dijo, sorprendiendose a si mismo con la revelacion-. Nos hemos hecho pasar por una pareja ansiosa de tener un hijo. Queria ver si la clinica esta implicada en esas adopciones.
– ?Se lo han creido? ?En la clinica? -pregunto ella, aunque para Brunetti lo importante era si la clinica realmente estaba involucrada en las adopciones ilegales.
– Creo que si -respondio el y considero preferible no tratar de explicar por que.
Paola puso los pies en el suelo y se sento. Dejo la copa en la mesa, se volvio hacia Brunetti y retiro un largo pelo negro de la pechera de la camisa de su marido. Dejo caer el pelo a la alfombra, se levanto y, sin decir nada, se fue a la cocina a acabar de hacer la cena.
CAPITULO 16
A medida que pasaban los dias, el caso Pedrolli y, en menor medida, los casos de las adopciones ilegales de las otras ciudades, fueron desapareciendo de los medios. Brunetti seguia interesandose por ellos de un modo semioficial. Vianello encontro la transcripcion de la conversacion que Brunetti habia mantenido con la mujer que vivia cerca de Rialto. Cuando el inspector fue a verla, ella no pudo anadir nada a lo dicho, salvo que la mujer que