Como he dicho, retrocedi un paso, y despues otro, mas ninguno de los hombres mono se movio para detenerme. Entonces me acorde de Terminus Est. De haber escapado de la mas frenetica de las batallas, me hubiera despreciado a mi mismo si la hubiera dejado atras. Irme indemne y sin ella era mas de lo que yo podia soportar. Comence a avanzar de nuevo, buscando el destello del acero a la luz de la Garra.

Entonces las caras de aquellos extranos y encorvados hombres parecieron iluminarse, y comprendi lo que esperaban de mi: que yo quisiera quedarme con ellos, de modo que la Garra y la radiacion azul fueran suyas para siempre. Cuan terrible parece ahora, cuando escribo estas palabras sobre el papel; sin embargo, creo que no fue asi en la realidad. Aunque de apariencia bestial, en la brutalidad de cada cara habia una expresion de adoracion, de manera que pense, como ahora lo pienso, que si en muchos aspectos son peores que nosotros, estas gentes de las ciudades escondidas bajo Urth son mejores en otros, habiendo recibido la bendicion de una fea inocencia.

Busque de un lado a otro, de orilla a orilla, pero no vi nada, aunque me parecio que la Garra despedia una luz mas y mas brillante hasta que al fin cada diente de piedra que colgaba del techo cavernoso echo una sombra de nitidos y acusados contornos negros. Por fin grite a los hombres que se arrastraban: —Mi espada… ?Donde esta mi espada? ?La tiene alguno?

Yo no les hubiera hablado de no haberme encontrado medio frenetico por el miedo de perderla; pero ellos parecieron entenderme. Comenzaron a murmurar entre ellos, y a hacerme senales, aunque sin levantarse, para indicarme que ya no pelearian, alargandome las cachiporras y lanzas de afilado hueso para que yo las cogiera. Entonces, por encima del murmullo del agua y del farfulleo de los hombres mono, oi un nuevo sonido, y en seguida ellos callaron. Si un ogro fuera a comerse los pilares mismos del mundo, el crujir de sus dientes hubiera hecho exactamente el mismo ruido. El cauce de la corriente, donde yo aun permanecia, temblo bajo mis pies, y el agua, que habia estado tan clara, se cargo levemente de sedimento, de modo que parecio como si una cinta de humo avanzara por ella serpenteando. Lejos de las profundidades se oyo un paso que podia haber sido el de una torre en el Dia Final, cuando se dice que todas las ciudades de Urth avanzaran para ir al encuentro del amanecer del Sol Nuevo.

A continuacion se oyo otro paso.

Los hombres mono se levantaron en seguida, y agachados huyeron hacia el extremo mas lejano de la galeria, silenciosos ya y rapidos como los murcielagos que cortaban el aire. La luz se fue con ellos, y me parecio, como ya lo habia temido, que la Garra habia brillado para ellos y no para mi.

Un tercer paso vino de debajo de la tierra, y con el se apago el ultimo resplandor; pero en ese instante, en ese ultimo resplandor, vi a Terminus Esi en lo mas profundo del agua. Me doble en la oscuridad, meti la Garra de nuevo en mi bota, y cogi mi espada; y al hacerlo, descubri que el entumecimiento de mi brazo habia desaparecido, y que ahora parecia tan fuerte como antes de la pelea.

Sono un cuarto paso y me volvi para huir, tanteando delante de mi con la espada. Creo que ahora se a que criatura invocamos desde las raices del continente; pero entonces no lo sabia, y no sabia si fue el rugir de los hombres mono, o la luz de la Garra o alguna otra causa lo que la desperto. Solo sabia que muy debajo de nosotros habia algo ante lo cual los hombres monos, a pesar de su numero y de lo terrorifico de su aspecto, se desperdigaban como chispas al viento.

VII — Los asesinos

Cuando pienso en mi segundo pasaje por el tunel que me llevaba al mundo exterior, creo que duro una guardia o mas. Admito que mis nervios nunca han estado perfectamente templados, pues siempre los ha atormentado una memoria incesante, pero entonces se encontraban en extrema tension, de manera que tres zancadas parecian abarcar toda una vida. Por supuesto que yo estaba asustado. Nunca me han llamado cobarde desde nino, y en determinadas ocasiones algunas personas han comentado mi valentia. He desempenado sin desmayo mis cometidos como miembro del gremio, me he batido privadamente y en guerras, he escalado penascos y en varias ocasiones estuve a punto de perecer ahogado. Pero pienso que entre quienes tienen fama de valientes y aquellos de quienes se piensa que son cobardes como gallinas, no hay mucha diferencia: los segundos tienen miedo antes del peligro, y los primeros, despues de el.

Desde luego, nadie puede encontrarse muy asustado en el momento de un gran peligro inminente, pues el cerebro esta demasiado concentrado en la cosa misma y en los actos que son necesarios para enfrentarla o evitarla. El cobarde, pues, es cobarde porque su miedo lo lleva con el; a veces, las personas a quienes creemos cobardes nos sorprenden por su bravura, si no han sido advertidos del peligro que corren.

El maestro Gurloes, de quien cuando yo era nino pensaba que tenia el mas impavido valor, era sin duda un cobarde. Durante el periodo en que Drotte fue capitan de aprendices, Roche y yo soliamos alternar, por turnos, en el servicio del maestro Gurloes y del maestro Palaemon, y una noche, cuando el maestro Gurloes se hubo retirado a su cabina, habiendome dado instrucciones para que me quedara y le llenase la copa, comenzo a hacerme confidencias.

—Muchacho, ?conoces a la cliente fa? Es hija de armigero, y bastante guapa.

Como aprendiz, trataba poco con los clientes; asi que negue con la cabeza.

—Ha de ser abusada.

No tenia idea de lo que queria decir, asi que respondi: —Si, maestro.

—Se trata de la desgracia mas grande que le puede sobrevenir a una mujer, o tambien a un hombre. Ser abusada por el torturador. —Se toco el pecho y echo hacia atras la cabeza para mirarme. La cabeza era notablemente pequena para un hombre tan enorme; de haber llevado camisa o chaqueta (lo que desde luego nunca hacia), hubierase creido que la llevaba forrada.

—Si, maestro.

—?No te vas a ofrecer a hacerlo en mi lugar? Con lo joven y jugoso que eres. No me digas que aun no tienes pelos.

Por fin comprendi lo que queria decir, y le dije que no me habia enterado de que estuviera permitido, porque aun era aprendiz, pero que si el lo ordenaba desde luego, obedeceria.

—Si, imagino que si. No esta mal, ?sabes? Pero es alta, y no me gustan las altas. Puedes estar seguro de que en esa familia ha habido un bastardo exultante hace una generacion o dos. Como dicen, la sangre siempre te traiciona, aunque solo nosotros sabemos todo lo que eso significa. ?Quieres hacerlo?

Me alargo la copa y la llene.

—Si lo deseas, maestro… —La verdad era que me excitaba imaginarlo. Nunca habia poseido a una mujer.

—Tu no puedes y yo debo. ?Y si yo fuera interrogado? Pues tambien estoy obligado a certificarlo y a firmar los papeles. Soy maestro del gremio desde hace veinte anos y nunca he falsificado ningun papel. Supongo que crees que no puedo hacerlo.

Eso nunca se me habia ocurrido, asi como nunca habia pensado lo contrario (que todavia pudiera quedarle algo de vigor sexual) del maestro Palaemon, cuyo pelo canoso, espalda encorvada y gafas escrutadoras le daban el aspecto de una persona eternamente decrepita.

—Bien, mira aqui —dijo el maestro Gurloes, y con un movimiento se levanto de la silla.

Era de esos capaces de caminar bien y de hablar con claridad incluso cuando estan borrachos, y se dirigio con mucho aplomo hacia un armario y saco un jarron de porcelana azul, aunque por un momento pense que iba a dejarlo caer…

—Esto es una medicina rara y potente. —Quito la tapadera y me enseno un polvillo marron oscuro. No falla nunca. Lo tendras que utilizar algun dia, de manera que debes conocerlo. Pon en la punta de un cuchillo exactamente lo que puedas coger con la una del dedo, ?entiendes? Si coges demasiado, no podras aparecer en publico durante un par de dias.

Dije:

—Lo recordare, maestro.

—Por supuesto que es un veneno. Todas las medicinas lo son, y esta es la mejor. Si te excedes un poco te matara. Y no has de volver a tomarlo hasta que cambie la luna, ?comprendes?

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