Muchas de esas torres estan envueltas en yedra, de manera que en los dias apacibles de verano la luz tiene entre ellas esta calidad de esmeralda. Tambien este es un lugar apacible, como aquel…

—?Que mas?

—Tienes que haber ido en barca muchas veces, Jonas.

—Si, de vez en cuando.

—Es algo que quise hacer desde hace mucho, y lo hice por vez primera cuando a Agia y a mi nos transportaron a la isla del jardin Botanico, y mas tarde cuando atravesamos el Lago de los Pajaros. El movimiento es muy parecido al de este animal, e igual de silencioso, con la salvedad del chapoteo ocasional del remo al entrar en el agua. Ahora siento como si estuviera viajando por el agua a traves de la Ciudadela, remando solemnemente.

Al oir eso, Jonas se quedo tan serio que viendole la cara se me escapo una carcajada, y me puse de pie con la intencion, creo, de echar un vistazo por encima del antepecho del howdah y hacer ver, con algun comentario sobre el suelo del bosque, que todo era un juego de mi imaginacion.

Sin embargo, no habia acabado de levantarme cuando el hombre de la cicatriz tambien lo hizo, poniendome la punta del punal a un lado de mi garganta, y me dijo que volviera a sentarme. Negue despectivamente con la cabeza.

Entonces blandio el arma.

—Sientate o te abro la barriga.

—?Y vas a renunciar a la gloria de llevarme prisionero? No lo creo. Espera a que los otros le cuenten a Vodalus que me apunalaste teniendome maniatado.

Ahora le tocaba jugar al destino. El hombre de la barba, que tenia a Terminus Est, trato de desenvainarla, pero como no estaba familiarizado con la manera adecuada de desnudar una espada tan larga (que consiste en agarrar la empunadura con una mano y la garganta de la vaina con la otra y extraer la espada abriendo los brazos a derecha e izquierda), trato de sacarla tirando, como si arrancara cizana en un campo. En su torpeza, uno de los movimientos del vaiven del baluchiterio lo tomo desprevenido, cayendo contra el hombre de la cicatriz. Los filos de la espada, capaces de partir un cabello, los corto a los dos. El hombre de la cicatriz se echo hacia atras y Jonas, apresando con un pie por detras a este hombre y empujando contra su pierna con la planta del otro, logro hacerlo caer sobre la barandilla del howdah.

Mientras, el hombre de la barba habia soltado Terminus Est y se miraba la herida, que era muy larga, pero sin duda poco profunda. Yo conocia esa arma como la palma de mi mano, y en un momento me volvi, me agache y agarre la empunadura, y teniendola entre los talones, corte las ataduras de mis munecas. El hombre de la barba negra saco entonces una daga y pudo haberme matado si Jonas no le hubiera dado una patada entre las piernas.

Quedo doblado, y mucho antes de que pudiera enderezarse yo ya estaba de pie con Terminus Est dispuesta.

La contraccion de los musculos lo catapulto a una posicion erguida, como suele suceder cuando el sujeto no esta habituado a arrodillarse; creo que las salpicaduras de la sangre fue la primera indicacion que tuvo el conductor (tan rapido habia sucedido todo) de que algo iba mal. Se volvio para miramos y pude alcanzarlo muy limpiamente, de un tajo horizontal con una sola mano mientras me inclinaba hacia el exterior de howdah.

La cabeza de mi victima no habia acabado de golpear el suelo cuando el baluchiterio avanzo entre dos enormes arboles tan juntos uno del otro que parecio apretarse entre ellos como un raton en el resquicio de una pared. Mas alla habia un claro mas abierto que todo lo que yo habia visto en el bosque. En el crecia la hierba y el helecho, y sobre este suelo, libre del velo verde, jugueteaba la luz del sol, rica como el oropimente. En este lugar se alzaba el trono de Vodalus, bajo el dosel de un emparrado; y sucedio que ahi estaba sentado con la chatelaine Thea junto a el en el momento en que entramos, juzgando y recompensando a sus seguidores.

Jonas no vio nada de eso, pues aun seguia tendido en el suelo de howdah, donde estaba cortando con la daga la cuerda que le ataba las manos. Lo ayude a levantarse, pues yo lo veia todo estando de pie, en equilibrio contra la inclinacion del lomo del baluchiterio y con la espada erguida, ya roja hasta la empunadura. Cien rostros se volvieron hacia nosotros, entre ellos el del exultante que ocupaba el trono y la cara en forma de corazon de su consorte; y en sus ojos vi lo que ellos debieron de haber visto en esos momentos: el enorme animal cabalgado por un hombre descabezado, con las patas delanteras tenidas de sangre; yo erguido sobre el lomo de mi espada y la capa fuligina.

Si me hubiera agachado o hubiera intentado huir o azuzar al baluchiterio para que corriera mas, hubiera muerto. En lugar de eso, y en virtud de la disposicion de animo que habia adquirido cuando vi los cuerpos tanto tiempo muertos entre los escombros de las minas y los arboles eternos, me quede como estaba, y el baluchiterio, sin nadie para guiarlo, avanzo con paso uniforme, mientras los seguidores de Vodalus se hacian a un lado para hacerle paso, hasta que tuvo delante de el el estrado sobre el que se levantaba el trono y el dosel. Entonces se detuvo y el cuerpo del hombre muerto se inclino hacia delante y cayo sobre el estrado a los pies de Vodalus: y yo, inclinandome muy hacia fuera del howdah, golpee al animal detras de una y otra pata con la parte plana de mi espada e hice que se arrodillara.

En el rostro de Vodalus se dibujo una tenue sonrisa que sugeria muchas cosas, una de ellas (quiza la dominante) la diversion.

—Envie a mis hombres a por el decapitador, y ya veo que han logrado traerlo.

Le salude con la espada, sosteniendo la empunadura ante los ojos como se nos enseno a hacerlo cuando un exultante acudia a presenciar una ejecucion en el Patio Grande.

—Sieur, es el antidecapitador a quien os han traido: hace tiempo que vuestra propia cabeza hubiera rodado sobre un suelo recien removido si no hubiera sido por mi.

Entonces me miro mas de cerca; me miro la cara en vez de la espada o la capa, y despues de unos instantes dijo: —En efecto, tu fuiste aquel joven. ?Tanto tiempo ha pasado?

—El suficiente, sieur.

—Hablaremos en privado de todo esto, pero ahora me esperan mis funciones publicas. Quedate aqui. —Y senalo al suelo a la izquierda del estrado.

Baje del baluchiterio seguido de Jonas, y dos mozos se llevaron el animal. Alli quedamos esperando y oimos como Vodalus impartia ordenes y transmitia planes, recompensaba y castigaba, durante quizas una guardia. Toda la jactanciosa panoplia humana de pilares y arcos no es mas que una imitacion en piedra esteril de los troncos y las bovedas que dibujan las ramas del bosque, y aqui me parecio que apenas habia diferencia alguna entre ambas cosas, excepto que la una era gris o blanca y la otra marron, y verde palido. Entonces crei comprender por que ni el Autarca con todos sus soldados, ni los exultantes con todas las huestes de sus servidores podian subyugar a Vodalus; porque ocupaba la fortaleza mas poderosa de Urth, mucho mas grande que nuestra Ciudadela, con la que yo la habia parangonado.

Por fin despidio a la multitud, yendo cada cual a su lugar, y bajo del estrado para hablarme, agachandose hacia mi como si yo hubiera sido un nino.

—Ya me serviste en una ocasion —dijo—. Por eso te perdonare la vida, pase lo que pase, aunque quiza sea necesario que sigas siendo mi huesped durante algun tiempo. Sabiendo que tu vida ya no corre peligro, ?me serviras otra vez?

El juramento de fidelidad al Autarca que yo habia prestado con ocasion de mi ascenso, no tenia la fuerza suficiente para resistir al recuerdo de esa tarde nebulosa con la que he comenzado este relato de mi vida. Los juramentos de fidelidad no son mas que meras cuestiones de honor comparados con los beneficios que damos a los otros, que son cosas del espiritu; basta con que salvemos alguna vez a otro, y somos suyos para toda la vida. Se suele decir que la gratitud no se encuentra. Eso no es verdad: quien lo dice es que no ha buscado donde debia. Uno que de verdad hace un beneficio a otro se encuentra por un momento al mismo nivel que el Pancreador, y en gratitud por esa elevacion servira al otro todos sus dias; y asi se lo dije a Vodalus.

—?Bien! —dijo, y me dio una palmada en el hombro—. Ven. No lejos de aqui tenemos preparado algo para comer. Si tu amigo y tu os sentais conmigo a la mesa, os dire lo que debe hacerse.

—Sieur, yo he deshonrado una vez a mi gremio.

Solo pido no deshonrarlo de nuevo.

—Nada de lo que hagas sera conocido —dijo Vodalus, y eso me satisfizo.

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