SEGUNDO DEMONIO. No somos mas que dos mercaderes. Vuestros soldados nos trajeron aqui.

AUTARCA. ?Ojala que ellos fueran los mercaderes y en su lugar tuviera soldados como vosotros! Y sin embargo vuestro aspecto es tan insignificante que os creeria incapaces de los esfuerzos mas ordinarios.

PRIMER DEMONIO. (Inclinando la cabeza.) Nuestra fortaleza esta inspirada por el senor al que servimos.

SEGUNDO DEMONIO. Os preguntareis como es que nosotros —dos vulgares mercaderes de esclavos hemos sido encontrados vagando de noche por vuestros terrenos. El hecho es que venimos a advertiros. Hace poco hemos tenido que viajar por las junglas del norte y alli, en un templo mas antiguo que el hombre, lugar tan invadido de exuberante vegetacion que no parecia mas que un monticulo de follaje, hablamos con un antiguo chaman. quien nos predijo un gran peligro para vuestro reino.

PRIMER DEMONIO. Con tales noticias nos apresuramos a venir y advertiros antes de que fuera demasiado tarde, habiendo llegado justo a tiempo.

AUTARCA. ?Que he de hacer?

SEGUNDO DEMONIO. Este mundo que vos y nosotros apreciamos ya ha corrido tanto alrededor del sol que la trama y la urdimbre del espacio se han deshilachado y se deshacen en polvo y debil pelusa en el telar del tiempo.

PRIMER DEMONIO. Los continentes mismos son viejos como mujeres almagradas, que han perdido liare tiempo la belleza y la fertilidad. El Sol Nuevo se acerca…

AUTARCA. ?Lo se!

PRIMER DEMONIO… y con estruendo los echara al mar, como buques que se van a pique.

SEGUNDO DEMONIO. Y del mar se alzan nuevos continentes, con oro, plata, hierro y cobre. Con diamantes, rubies y turquesas, tierras que nadan en el magma de un millon de milenios, y que hace tanto tiempo fueron devoradas por el mar.

PRIMER DEMONIO. Una nueva raza esta preparada para poblar estas tierras. La humanidad que conoceis sera desplazada, asi como la hierba, que durante tanto tiempo ha prosperado en la llanura, cede ante el arado y deja paso al trigo.

SEGUNDO DEMONIO. ?Pero y si la semilla fuera quemada? ?Que pasaria? El hombre alto y la mujer pequena que encontrasteis no hace mucho son esa semilla. Un dia se pusieron las esperanzas en envenenarla en el campo, pero aquella a quien se envio perdio de vista la semilla entre la hierba muerta y los terrones partidos, y por arte de prestidigitacion ha sido entregada a tu Inquisidor para ser sometida a un examen estricto. Pero todavia puede quemarse la semilla.

AUTARCA. Lo que sugeris ya se me habia ocurrido antes.

PRIMER Y SEGUNDO DEMONIOS. (A coro.) Claro, por supuesto!

AUTARCA. ?Pero detendria realmente la muerte de esos dos el advenimiento del Sol Nuevo?

PRIMER DEMONIO. No. ?Pero por que tendriais que desearlo? Las nuevas tierras seran vuestras.

(Las pantallas se van iluminando. Aparecen colinas boscosas y ciudades con esbeltas torres. EI AUTARCA se vuelve a contemplarlas. Hay una pausa. De su tunica saca un comunicador.)

AUTARCA. Ojala no vea nunca el Sol Nuevo lo que hacemos aqui… ?Naves! Barred con fuego por encima de nosotros hasta que todo se marchite.

(Cuando los dos DEMONIOS desaparecen, NOD se sienta. Las ciudades y colinas quedan en sombras, y las pantallas muestran la imagen del AUTARCA muchas veces multiplicada. El escenario se oscurece. Cuando se ilumina, el INQUISIDOR esta sentado en un escritorio elevado en el centro del escenario. El FAMILIAR, vestido de torturador y enmascarado, esta de pie. A ambos lados hay diversos aparatos de tormento.)

INQUISIDOR. Trae a la mujer a quien acusan de bruja, Hermano.

FAMILIAR. La Condesa espera fuera, y es de sangre exaltada y una favorita de nuestro soberano. Os ruego la veais primero.

(Entra la CONDESA.)

CONDESA. Oi lo que se decia, y como no podia imaginar que desatendierais, Inquisidor, esta apelacion, me he atrevido a venir en seguida. ?Me creeis atrevida por eso?

INQUISIDOR. Jugais con las palabras, pero si, admito que lo creo.

CONDESA. Pues estais equivocado. Desde mi adolescencia, hace ocho anos, tengo mi morada en esta Casa Absoluta. Cuando por primera vez la sangre broto de mis ijares, y mi madre me trajo aqui, me advirtio que nunca me acercara a estos aposentos, donde ha corrido la sangre de tantos, sin ninguna relacion con las fases de la Luna veleidosa. Y nunca hasta ahora he venido, y ahora vengo temblando.

INQUISIDOR. Los buenos no tienen nada que temer en este lugar. Aun asi, creo que vuestra audacia ha aumentado con vuestro propio testimonio.

CONDESA. ?Y yo? ?Soy buena? ?Lo sois vos? ?Lo es el? Mi confesor os diria que no lo soy. ?Que os dice el vuestro, o tiene miedo? ?Y vuestro familiar? ?Es el mejor que vos?

FAMILIAR. No desearia serlo.

CONDESA. No, no soy atrevida, ni estoy a salvo aqui, lo se. Es el temor lo que me trae a estas sombrias camaras. Os han hablado del hombre desnudo que me golpeo. ?Ha sido capturado?

INQUISIDOR. No ha sido traido a mi presencia.

CONDESA. Hace escasamente una guardia unos soldados me encontraron lamentandome en el jardin, donde mi doncella trataba de consolarme. Como yo temia salir a la oscuridad de fuera, me llevaron a mis aposentos por la galeria que llaman el Camino de Aire. ?La conoceis?

INQUISIDOR. Y bien.

CONDESA. Entonces sabeis tambien que tiene ventanas por todas partes, beneficiando asi las camaras y pasillos que dan a ella. Al pasar, vi la figura de un hombre, alto, de miembros bien formados, ancho de hombros y de cintura estrecha.

INQUISIDOR. Como ese hombre hay muchos.

CONDESA. Asi lo pense. Pero al poco rato la misma figura aparecio en otra ventana, y despues en otra. Entonces dije a los soldados que me llevaban, que tiraran contra ella. Me creian loca y se negaban, pero por fin el grupo que enviaron a capturarlo, volvio con las manos vacias. Pero el hombre me miraba por las ventanas y parecia balancearse.

INQUISIDOR. ?Y creeis que este hombre que visteis era el hombre que os golpeo?

CONDESA. Pero aun. Me temo que no era el, aunque se le parecia. Ademas, estoy segura de que seria bueno conmigo si yo al menos respetara su locura. No, en esta noche extrana en que nosotros, que somos los tallos del antiguo brote de la humanidad destruido por el invierno, nos encontramos tan mezclados con la semilla del proximo ano, temo que el sea algo mas, desconocido para nosotros.

INQUISIDOR. Quiza, pero no lo encontrareis aqui, ni tampoco al hombre que os golpeo. (Al FAMILIAR.) Haz entrar a la mujer hechicera, Hermano.

FAMILIAR. Todas ellas lo son, aunque hay algunas peores que otras.

(Sale y vuelve a entrar llevando de una cadena a MESQUIANA.)

INQUISIDOR. Se alega contra ti que encantaste a siete de los soldados de nuestro soberano el Autarca para que traicionaran su juramento de fidelidad y volvieran las armas contra sus camaradas y oficiales. (Se levanta y enciende una enorme vela en un lado del escritorio.) Te conmino muy solemnemente a que confieses este pecado, y si lo has cometido, confieses que poder te ayudo, y los nombres de quienes te ensenaron a invocar ese poder.

MESQUIANA. Los soldados solo vieron que yo no tenia malas intenciones y temieron por mi. Yo…

FAMILIAR. ?Silencio!

INQUISIDOR. No se atribuye ningun peso a las protestas del acusado a menos que se lo coaccione. Mi familiar te preparara.

(El FAMILIAR coge a MESQUIANA y la sujeta con correas a uno de los artefactos.)

CONDESA. Le queda poco tiempo al mundo y no lo perdere viendo esto. ?Eres amiga del hombre desnudo del jardin? Voy a buscarlo, y le dire que ha sido de ti.

MESQUIANA. ?Si, hacedlo! Espero que no llegue demasiado tarde.

CONDESA. Y, por mi parte, espero que el me acepte en lugar de ti. Sin duda ambas esperanzas son

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