saltaban, silbo, y despues se adentro en el vado por la parte superior de la barra y se alejo nadando con grandes ondulaciones. Tenia el cuerpo tan grueso como mi antebrazo.

—No tengas miedo. Mira. Contemplame. Entiende que no te hare dano.

Aunque el agua habia sido verde, se puso mas verde aun. Mil tentaculos de jade serpenteaban alli sin llegar a romper la superficie. Mientras miraba, demasiado fascinado para tener miedo, un disco blanco de tres pasos de anchura aparecio entre ellos, subiendo lentamente.

Hasta que estuvo a unos pocos palmos de la superficie no comprendi lo que era, y aun entonces solo porque abrio los ojos. Una cara me miraba a traves del agua, la cara de una mujer que podria haber jugado con el cuerpo de Calveros como un juguete. Los ojos eran de color escarlata y los labios carnosos eran de un carmesi tan oscuro que al principio no crei en absoluto que fueran labios. Detras de ellos habia un ejercito de dientes puntiagudos; los verdes zarcillos que le enmarcaban la cara eran su cabello flotante.

—He venido por ti, Severian —dijo ella—. No, no estas sonando.

XXVIII — La odalisca de Abaia

—Una vez sone contigo —dije—. Yo alcanzaba a verle en el agua el cuerpo desnudo, inmenso y reluciente.

—Estuvimos vigilando al gigante, y asi te encontramos. Por desgracia, te perdimos de vista demasiado pronto, cuando te separaste de el. Entonces creias que eras odiado, y no sabias lo mucho que te amabamos. Los mares de todo el mundo se estremecieron con nuestras lamentaciones por ti, y las olas lloraron lagrimas de sal y se arrojaron desesperadas contra las rocas.

—?Y que quieres de mi?

—Solo tu amor. Solo tu amor.

Mientras hablaba, su mano derecha salio a la superficie y floto alli, como una balsa de cinco troncos. Aqui estaba realmente la mano del ogro, y en la punta de un dedo guardaba el mapa de sus dominios.

—?No soy hermosa? ?Donde has contemplado una piel mas clara que la mia y unos labios mas rojos?

—Tu aspecto es impresionante —dije de veras—. ?Pero puedo preguntarte por que vigilabas a Calveros cuando me encontre con el? ?Y por que no me observabas a mi, aunque parece que lo deseabas?

—Vigilabamos al gigante porque crece. En eso es como nosotros y como nuestro padre-marido, Abaia. Acabara viniendo al agua, cuando la tierra ya no pueda sostenerlo. Pero tu has de venir ya, si quieres. Respiraras (por un don nuestro) con tanta facilidad como respiras el fino y debil viento de aqui, y siempre que lo desees regresaras a tierra y ceniras tu corona. Este rio Cephissus fluye hacia el Gyoll, y el Gyoll hacia el pacifico mar. Alli podras montar sobre delnes y viajar por campos de corales y perlas barridos por la corriente. Mis hermanas y yo te ensenaremos las antiguas ciudades olvidadas, donde crecieron atrapadas cien generaciones de tu especie y murieron cuando arriba vosotros las olvidasteis.

—No tengo corona alguna que cenir —dije—. Me confundes con algun otro.

—Todos nosotros seremos tuyos alli, en los parques rojos y blancos donde descansa el leon marino.

Mientras la ondina hablaba, elevo lentamente la barbilla, dejando que la cabeza le cayera hacia atras hasta que la totalidad del plano del rostro estuvo a una misma profundidad, apenas sumergido. Le siguio la garganta blanquecina, y unos pechos con pezones carmesi rompieron la superficie del agua, y unas olas pequenas le acariciaron los costados. En el agua estallaron mil burbujas. Al cabo de unas cuantas respiraciones ella quedo tendida todo a lo largo sobre la corriente, al menos cuarenta codos desde los pies de alabastro hasta el cabello en ondas.

Tal vez nadie que lea esto comprenda como me pude sentir atraido por algo tan monstruoso. Sin embargo, asi como quien se esta ahogando tiene necesidad de aire, yo queria creerla, huir con ella. Si me hubiera fiado completamente de lo que ella prometia, me hubiese zambullido en el pozo en ese momento, olvidando todo lo demas.

—Tienes una corona, aunque todavia lo desconozcas. ?Crees que nosotros, que nadamos en tantas aguas, incluso entre las estrellas, estamos confinados a un unico instante? Hemos visto lo que llegaras a ser y lo que has sido. Apenas ayer yacias en el hueco de la palma de mi mano, y te levante por encima de la aglomeracion de algas para evitar que murieras en el Gyoll, salvandote para este momento.

—Dame el poder de respirar en el agua —dije— y dejame probarlo en el otro lado del banco de arena. Si veo que me has dicho la verdad, ire contigo.

Vi como se le separaban los enormes labios. No puedo decir como hablo de alto desde el rio para que yo pudiera oirla donde estaba, en el aire; pero los peces volvieron a saltar con sus palabras.

—Eso no se hace asi como asi Has de venir conmigo, confiado, aunque sea solo un momento. Ven.

Extendio la mano hacia mi, y en el mismo instante oi la voz angustiada de Dorcas que pedia ayuda.

Me volvi y corri hacia ella. Y creo que si la ondina hubiera esperado, yo podria haber vuelto. Pero no lo hizo. El propio rio parecio alzarse desde su lecho rugiendo como una rompiente marina. Fue como si me hubieran lanzado un lago a la cabeza, que me golpeo como una piedra y me barrio como un palo. Un momento mas tarde, cuando se retiro, me encontre muy arriba del banco, empapado, magullado y sin espada. Cincuenta pasos mas lejos, la ondina levanto la mitad de su cuerpo blanco por encima del rio. Sin el apoyo del agua la carne le colgaba pesadamente sobre los huesos, como si fuera a quebrarlos, y el lacio cabello le colgaba hasta la arena empapada. Mientras yo estaba mirando, un agua mezclada con sangre le broto de la nariz.

Hui, y cuando llegue a donde estaba Dorcas junto al fuego, la ondina habia desaparecido dejando un remolino de cieno que oscurecia el rio por debajo del banco de arena.

El rostro de Dorcas estaba casi blanco.

—?Que fue eso? —susurro—. ?Donde estuviste?

—?Asi que llegaste a verla? Temia que…

—?Que horrible! —Dorcas se habia arrojado en mis brazos, apretandose contra mi.— Horrible.

—No fue por eso por lo que gritaste, ?verdad? No pudiste haberla visto desde aqui, a menos que surgiera de la laguna.

Dorcas senalo en silencio hacia el lado mas apartado de la hoguera, y vi que el suelo donde yacia Jolenta estaba empapado de sangre.

Tenia dos finos cortes en la muneca izquierda, largos como mi pulgar; y aunque los toque con la Garra, parecia que la sangre no llegaba a coagularse. Cuando hubimos empapado varias vendas, sacadas de la poca ropa que tenia Dorcas, hervi hilo y aguja en un pequeno recipiente y le cerre la herida cosiendole los bordes. Mientras tanto, Jolenta parecia apenas consciente; de cuando en cuando abria los ojos, pero volvia a cerrarlos casi en seguida sin dar senales de reconocer a nadie. Solo hablo una vez, diciendo: «Ya ves que aquel a quien tienes por tu divinidad apoyaria y aconsejaria cuanto te he propuesto. Volvamos a empezar antes de que el Sol Nuevo se levante». Entonces no reconoci que se trataba de una de sus intervenciones en la obra.

Cuando la herida dejo de sangrar, y trasladamos a Jolenta a suelo limpio y la lavamos, regrese al sitio donde me habian alcanzado las aguas, y tras buscar durante un rato descubri a Terminus Est, de la que solo el pomo y dos dedos de la empunadura sobresalian de la arena mojada.

Limpie y engrase la hoja, y Dorcas y yo discutimos sobre lo que debiamos hacer. Le conte mi sueno y le hable de la noche de antes de conocer a Calveros y al doctor Talos; tambien le conte que oi la voz de la ondina mientras ella y Jolenta dormian y lo que la ondina me habia dicho.

—?Crees que aun se encuentra alli? Estuviste alli cuando encontraste tu espada. ?La habrias visto a traves del agua si hubiera estado cerca del fondo?

Menee la cabeza.

—No creo que este alli. De algun modo se hizo dano cuando trato de dejar el rio para detenerme, y no creo que se quedara alli mucho tiempo en aguas mas bajas que las del Gyoll, al sol de un dia despejado. Tenia la piel demasiado palida. Pero no, si ella hubiera estado alli no creo que la hubiera visto, pues el agua estaba muy turbia.

Dorcas, que nunca tuvo un aspecto mas encantador que en este momento, sentada en el suelo con el menton apoyado sobre la rodilla, estuvo callada un rato, y parecio contemplarlas nubes del levante, tenidas de

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