abrasadora que temi que atravesara las paredes. El joven que yacia sobre el jergon respiro profundamente, y exhalo el aire con un suspiro. Aparte en seguida la Garra.

—A ella no le ha servido —dijo Dorcas.

—Tal vez el agua la ayude. Ha perdido mucha sangre.

Dorcas fue a alisarle el cabello a jolenta. Tenia que haber estado cayendosele, como ocurre a menudo con el pelo de las ancianas y de quienes padecen fiebres altas, tanto cabello quedo pegado a la palma humeda de Dorcas que pude verlo con claridad a pesar de la falta de luz.

—Creo que ha estado siempre enferma —susurro Dorcas—. Siempre desde que la conozco. El doctor Talos le daba algo que la mejoraba por un tiempo, pero ahora la ha apartado de el; ella solia ser muy absorbente y el se ha vengado.

—No puedo creer que quisiera de veras ser tan duro.

—Ni tampoco yo, realmente. Escucha, Severian. Seguramente el y Calveros se detendran para actuar y espiar en estas tierras. Quiza podamos encontrarlos.

—?Espiar? —Tuve que haber parecido tan sorprendido como me sentia.

—Al menos, siempre pense que viajaban para averiguar lo que pasaba en el mundo, tanto como para ganar dinero; una vez el doctor Talos llego incluso a admitirlo, aunque nunca supe exactamente que estaban buscando.

El vaquero vino con una calabaza llena de agua. Ayude a Jolenta a que se sentara, y Dorcas le llevo la calabaza a los labios. El agua se derramo y empapo el traje rasgado de Jolenta, aunque una parte le entro tambien en la garganta, y cuando la calabaza estuvo vacia y el vaquero la lleno de nuevo, pudo tragar. Le pregunte al vaquero si sabia donde estaba el Lago Diuturna.

—No soy mas que un ignorante —dijo—. Nunca he ido lejos. Me han dicho que esta en esa direccion — senalando al norte y al oeste—. ?Deseais ir alli?

Asenti con la cabeza.

—Entonces teneis que pasar por un mal lugar. Quiza por muchos lugares malos, pero desde luego por la ciudad de piedra.

—?Entonces hay una ciudad cerca de aqui?

—Si, hay una ciudad, pero sin gente. Los eclecticos ignorantes que viven cerca de alli piensan que vaya donde vaya un hombre, la ciudad de piedra se mueve para esperarlo en el camino. —El vaquero rio entre dientes, y en seguida se puso serio.— No es que sea asi, pero la ciudad de piedra tuerce el camino que lleva el jinete, de modo que se la encuentra delante cuando cree que esta dando un rodeo. ?Comprendeis? Me parece que no es asi.

Me acorde del jardin Botanico y asenti con la cabeza.

—Lo entiendo. Sigue.

—Pero si vais al norte y al oeste teneis que pasar de cualquier modo por la ciudad de piedra. Ni siquiera tendra que torcer vuestro camino. Algunos no encuentran alli nada mas que paredes caidas. He oido decir que algunos encuentran tesoros. Otros regresan con historias nuevas, y otros no regresan. Supongo que ninguna de estas mujeres es virgen.

Dorcas abrio la boca. Yo menee la cabeza.

—Eso es bueno. Son ellas quienes no regresan la mayoria de las veces. Tratad de atravesarla de dia, con el sol sobre el hombro derecho por la manana y mas tarde en el ojo izquierdo. Si llega la noche, no os detengais ni dobleis a un lado. Mantened delante de vosotros las estrellas del Ihuaivulu cuando empiecen a brillar.

Movi la cabeza asintiendo e iba a pedirle mas informacion cuando el hombre enfermo abrio los ojos y se sento. La manta se le cayo y vi que en el pecho tenia un vendaje manchado de sangre. Se sobresalto, me miro y grito algo. En un instante senti la fria hoja del cuchillo del vaquero en mi garganta.

—No te hara dano —le dijo al hombre enfermo. Utilizo el mismo dialecto, pero como hablaba con mas lentitud pude comprenderle—. No creo que el sepa quien eres.

—Te digo, padre, que es el nuevo lictor de Thrax. Han llamado a uno y dicen los clavigeros que ya esta en camino. ?Matalo! Pues viene a matar a todos los que no han muerto todavia.

Me asombro oirle mencionar a Thrax, que estaba aun tan lejos, y quise preguntarle por la ciudad. Creo que podria haber hablado con el y con su padre y hacer alguna suerte de paz, pero Dorcas golpeo al viejo en el oido con la calabaza, golpe inutil de mujer que no hizo mas que reventar la calabaza y hacerle poco dano. El la ataco con el cuchillo torcido de doble filo, pero le detuve el brazo y se lo rompi, y despues rompi tambien el cuchillo bajo el talon de mi bota. Su hijo, Manahen, intento levantarse; pero si la Garra le habia devuelto la vida, al menos no le habia dado fuerzas, y Dorcas volvio a empujarlo sobre el jergon.

—Moriremos de hambre —dijo el vaquero. Torcia la cara morena tratando de no gritar.

—Usted cuido a su hijo —le dije—. El curara pronto y podra cuidar de usted. ?Que le paso?

Ninguno de los dos quiso decirlo.

Le encaje el hueso y se lo entablille, y Dorcas y yo comimos y dormimos fuera esa noche despues de decir al padre y al hijo que los matariamos si oiamos que abrian la puerta o hacian algun dano a Jolenta. Por la manana, mientras ellos todavia dormian, toque con la Garra el brazo roto del vaquero. No lejos de la casa habia un diestrero atado a un poste, y montado en el pude conseguir otro para Dorcas y Jolenta. Cuando volvia, me di cuenta de que las paredes de paja se habian vuelto verdes por la noche.

XXX — De nuevo el Tejon

A pesar de lo que el vaquero me habia dicho, espere llegar a algun lugar como Saltus, donde pudieramos encontrar agua potable y comprar comida y descanso por unos cuantos aes. En cambio encontramos los ultimos restos de una ciudad. Unos hierbajos crecian entre las piedras perdurables que habian pavimentado las calles, de modo que de lejos apenas se distinguia de la pampa de alrededor. Entre estas hierbas habia columnas caidas, como troncos de arboles de un bosque devastado por una terrible tormenta, y algunas todavia en pie, rotas y de un blanco doloroso a la luz del sol. Lagartijas de ojos negros y brillantes y de dorsos serrados estaban paralizadas a la luz. Los edificios no eran mas que monticulos, y alli brotaban mas hierbas en la tierra traida por el viento.

No veia ninguna razon para desviarnos del camino, asi que continuamos sobre nuestros diestreros avanzando hacia el noroeste. Por primera vez me di cuenta de las montanas que teniamos delante. Enmarcadas en un arco ruinoso, no asomaban como una tenue linea azul sobre el horizonte. Y sin embargo eran toda una presencia, como los clientes locos del tercer nivel de nuestras mazmorras, aunque nunca se les hizo subir un solo peldano, y ni siquiera se los saco de las celdas. El Lago Diuturna estaba en algun lugar de esas montanas, y tambien Thrax; las Peregrinas, por lo que habia podido saber, erraban en algun lugar entre picos y abismos, alimentando a los heridos de la interminable guerra contra los ascios. Habia combates tambien en las montanas. Alli habian perecido cientos de miles luchando por un desfiladero.

Pero ahora estabamos en una ciudad donde no sonaba otra voz que la del cuervo. De la casa del vaquero habiamos traido agua en unas bolsas de piel, pero ya estaba casi agotada. Jolenta parecia mas debil, y Dorcas y yo convinimos en que si no encontrabamos agua antes de la noche, era probable que muriera. Justo cuando Urth comenzaba a rodar sobre el sol llegamos a una arruinada mesa de sacrificios, cuyo cuenco aun recogia agua de lluvia; el agua estaba estancada y apestaba, pero, desesperados, dejamos que Jolenta bebiera unos sorbos, que inmediatamente vomito. La rotacion de Urth dejo al descubierto la luna, que ya no era luna llena, de modo que cuando se fue la luz del sol nos alumbro con un debil resplandor verdoso.

Haber encontrado un sencillo fuego de campamento hubiera parecido casi un milagro. Lo que en realidad vimos fue mas extrano pero menos sorprendente. Dorcas senalo hacia la izquierda. Mire y un momento mas tarde observe algo que tome por un meteoro.

—Es una estrella que cae —dije—. ?No has visto antes ninguna? A veces caen como una lluvia.

—?No! Se trata de un edificio, ?no lo ves? Fijate en lo oscuro contra el cielo. Parece tener un techo plano y hay alguien alli arriba con pedernal y eslabon.

Iba a decirle que tenia demasiada imaginacion cuando un debil resplandor rojo, al parecer no mas grande que la cabeza de un alfiler, aparecio donde habian caido las chispas. Dos respiraciones mas tarde hubo una

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