desea.

—Fue una suerte para ella que vosotras dos tuvierais tanto vino —dije.

La anciana no mordio el anzuelo, y se limito a decir: —Si. Para vosotros y posiblemente tambien para ella.

Merryn cogio un palo y removio el fuego.

—La muerte no existe.

Me rei un poco, creo que sobre todo porque ya no estaba tan preocupado por jolenta.

—Los de mi oficio pensamos otra cosa.

—Los de tu oficio estais equivocados.

Jolenta murmuro: —?Doctor?— Era la primera vez que la oia hablar desde la manana.— Ahora no necesitas un medico. Aqui hay alguien mejor.

La Cumana musito: —Busca a su amante.

—?Entonces no lo es este hombre vestido de fuligino, Madre? Ya me parecia que era demasiado corriente para ella.

—No es mas que un torturador. Ella busca a uno peor que el.

Merryn asintio en silencio, y despues nos dijo: —Puede que no deseeis moverla mas esta noche, pero debemos pediros que lo hagais. Encontrareis cien lugares mejores para acampar al otro lado de las ruinas, pues seria peligroso para vosotros que os quedarais aqui.

—?Peligro de muerte? —pregunte—. Pero me estais diciendo que la muerte no existe, de modo que si he de creeros, ?por que tendria que estar asustado? Y si no puedo creeros, ?por que tendria que hacerlo ahora? —Sin embargo, me levante para irme.

La Cumana alzo los ojos.

—Ella tiene razon —grazno—. Aunque no lo sepa y hable maquinalmente, como estornino enjaulado. La muerte no es nada, y por eso debeis temerla. ?A que se puede temer mas?

Volvi a reirme.

—No puedo discutir con alguien tan sabia como tu. Y puesto que nos habeis dado la ayuda que podiais, ahora nos iremos porque es nuestro deseo.

La Cumana permitio que le quitara a Jolenta, pero dijo: —No es mi deseo. Mi acolita cree todavia que ella manda en el universo, como un tablero donde puede mover las fichas y formar las figuras que le convengan. Los Magos creen conveniente incluirme en su pequeno censo, y yo perderia mi lugar en el si no supiera que gente como nosotras no somos mas que pececitos, que han de nadar con mareas invisibles para que no caigamos exhaustas sin encontrar sostenimiento. Ahora has de envolver a esta pobre criatura en tu capa y dejarla tumbada junto a mi hoguera. Cuando este lugar salga de la sombra de Urth, le volvere a mirar la herida.

Me quede de pie con jolenta en brazos, sin saber si debiamos irnos o quedarnos. La Cumana parecia bastante bienintencionada, pero su metafora me habia traido el desagradable recuerdo de la ondina; y examinandole el rostro llegue a dudar de que se tratase realmente de una anciana, y recorde con una gran claridad las repugnantes caras de los cacogenos que se habian quitado las mascaras cuando Calveros se lanzo entre ellos.

—Me averguenzas, Madre —le dijo Merryn—. ?Tengo que llamarlo?

—Ya nos ha oido. Vendra sin que lo llamemos.

Tenia razon. Yo ya oia el roce de las botas sobre las tejas al otro lado del techo.

—Te has alarmado. ?No seria mejor que dejaras en el suelo a la mujer, como te dije, para que pudieras sacar la espada y defender a tu amante? Pero no sera necesario.

Cuando acabo de hablar, pude ver la silueta, recortada contra el cielo de la noche, de un sombrero alto y una cabeza grande y hombros anchos. Puse a Jolenta cerca de Dorcas y desenvaine Terminus Est.

—No hace falta —dijo una voz profunda—. No hace ninguna falta. Hubiera aparecido antes para renovar nuestra amistad, pero no sabia que la chatelaine aqui presente asi lo queria. Mi senor (y el tuyo) manda saludos.

—Era Hildegrin.

XXXI — La limpieza

—Puedes decir a tu senor que he entregado su mensaje —dije.

Hildegrin sonrio.

—?Y no tienes tu un mensaje para el armigero? Recuerda, vengo de las penetrales quercineas.

—No —dije—. Ninguno.

Dorcas levanto la mirada.

—Yo si tengo un mensaje. Una persona a quien conoci en los jardines de la Casa Absoluta me dijo que me encontraria con alguien que se identificaria asi, y que yo tenia que decirle: «Cuando las hojas hayan crecido, el bosque ha de marchar hacia el norte».

Hildegrin se puso un dedo junto a la nariz.

—?Todo el bosque? ?Es eso lo que dijo?

—Me transmitio las palabras que acabo de decirte y nada mas.

—Dorcas —pregunte—, ?por que no me lo contaste?

—Apenas he podido hablar contigo a solas desde que nos encontramos en el cruce de caminos. Y ademas, me di cuenta de que era peligroso saberlo. No veia ninguna razon para ponerte a ti en peligro. Fue el hombre que le dio ese dinero al doctor Talos quien me lo dijo. Pero no le dio el mensaje al doctor Talos; lo se porque escuche lo que hablaron. El solo dijo que era amigo tuyo y me dio el mensaje.

—Y te dijo que me lo dijeras.

Dorcas meneo la cabeza.

La risa ahogada que resono en la garganta de Hildegrin parecia venir de bajo tierra.

—Bueno, ya no importa casi, ?no? Ya ha sido entregado, y por mi parte no tengo inconveniente en deciros que no me habria importado esperar un poco mas. Pero aqui todos somos amigos, excepto tal vez la muchacha enferma, y no creo que ella pueda oir lo que se dice ni comprender lo que hablamos si pudiera oir. ?Como dijiste que se llamaba? No os oia con claridad cuando estaba alla al otro lado.

—Es porque no lo mencione. Pero se llama jolenta. —Mientras pronunciaba el nombre la mire, y viendola a la luz del fuego, adverti que ya no era Jolenta. En aquella cara demacrada ya no quedaba nada de la hermosa mujer a la que Jonas habia amado.

—?Y eso lo hizo una mordedura de murcielago? Pues ultimamente tienen una fuerza poco comun. A mi me han mordido un par de veces. —Lo mire a los ojos e Hildegrin anadio:— Pues claro, joven sieur, ya la he visto antes, como a ti y a la pequena Dorcas. No creerias que os deje a ti y a la otra abandonar solos el Jardin Botanico, ?verdad? ?Como iba a hacerlo si hablabas de ir al norte y de luchar contra un oficial de los septentriones! Te vi combatir y te vi decapitar a aquel tipo (por cierto, que contribui a atraparlo porque pense que podria ser de la Casa Absoluta), y tambien estuve detras del publico que esa noche te vio en el escenario. No te perdi hasta que paso lo de la puerta al dia siguiente. Os he visto a ti y a ella, aunque de ella no queda mucho salvo el cabello, y creo que hasta eso le ha cambiado.

Merryn pregunto a la Cumana: —?Se lo digo, Madre?

La anciana asintio: —Si puedes, hija.

—Estaba envuelta en un encanto que la hacia hermosa. Ahora ese encanto se esta desvaneciendo rapidamente, por sangre que ha perdido, y por el mucho ejercicio que ha hecho. Por la manana no quedaran mas que huellas.

Dorcas retrocedio.

—?Magia, quieres decir?

—No hay ninguna magia. Solo conocimiento, mas o menos escondido.

Hildegrin miraba fijamente a Jolenta con expresion pensativa.

—No sabia que el aspecto pudiera cambiar tanto. Eso podria ser util, ya lo creo. ?Puede hacerlo tu senora?

Вы читаете La Garra del Conciliador
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×