perfecto funcionamiento. Me gustaria que sus cibertecs reprogramaran y disenaran otra vez los sistemas de mando para que en el futuro me resulte posible llevar a cabo todo lo que necesite desde aqui, sin necesidad de realizar el agotador viaje diario hasta el puente. A decir verdad, sin que ni tan siquiera deba levantarme de mi asiento.

»Aparte de esas tareas de mayor importancia tengo en mente unas pocas alteraciones mas. Puede que alguna modernizacion, incluso. Me gustaria anadir un cocina con todas las especias y condimentos posibles, asi como una biblioteca de recetas para que pueda tomar unas colaciones mas variadas e interesantes al paladar que los nada atractivos aunque nutritivos menus militares que el Arca esta ahora programada para servir. Una amplia provision de vinos y cervezas, los mecanismos necesarios para que, en el futuro, pueda fermentar mis propios licores durante los prolongados viajes espaciales y tambien aumentar mis posibilidades recreativas adquiriendo algunos libros, hologramas y cristales musicales de este ultimo milenio. Ah, tambien algunos nuevos programas de seguridad y unos cuantos cambios de poca importancia y complejidad. Ya le dare una lista completa.

Tolly Mune le habia estado escuchando con asombro creciente.

—Maldicion —dijo al terminar Tuf—. Entonces, ?realmente tiene una nave sembradora del CIE?

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf, con un tono de voz que a ella le parecio algo envarado.

Tolly sonrio. —Mis disculpas. Voy a reunir una cuadrilla de cibertecs especializados y les mandare alli, a gritos si hace falta, para que echen un vistazo, con lo cual podran darle una valoracion. De todos modos, no se haga ilusiones. Con una nave tan grande, hara falta bastante tiempo antes de que empiecen a solucionarlo todo. Sera mejor que disponga tambien algun tipo de patrulla de seguridad o tendra a todo tipo de mirones y curiosos andando por la nave y robandole recuerdos de ella. —Sus ojos recorrieron pensativos de arriba a abajo su holograma. Le necesitare para que hable con mi cuadrilla y les indique donde estan las cosas, pero despues sera mejor que no se meta en su camino y les deje a su aire. No puede meter esa condenada monstruosidad en la telarana, es infernalmente grande. ?Tiene algun modo de salir de ahi?

—El Arca se encuentra equipada con todas las lanzaderas necesarias y todas ellas funcionan —dijo Haviland Tuf—, pero no tengo grandes deseos de abandonar la comodidad de mis aposentos. Mi nave es realmente lo bastante grande como para que mi presencia no resulte un serio inconveniente durante los trabajos.

—Demonios, usted y yo lo sabemos, pero ellos trabajan mejor si no creen tener a alguien mirando por encima de sus espaldas —dijo Tolly Mune—. Por otra parte, habia pensado que le gustaria airearse un poco fuera de esa lata. ?Cuanto tiempo ha estado encerrado en ella?

—Varios meses —admitio Tuf—, aunque no me encuentro lo que se dice estrictamente solo. He gozado de la compania de mis gatos y me he ocupado muy placenteramente aprendiendo lo que el Arca es capaz de hacer y aumentando mis conocimientos de ingenieria ecologica. Con todo, admitire que quiza se imponga ahora un poco de diversion. La oportunidad de catar una nueva cocina es siempre apreciable.

—?Espere a probar la cerveza de S’uthlam! Y el Puerto posee tambien otras diversiones, como gimnasios y deportes, hoteles, salones de droga, sensorias, casas de sexo y apuestas, teatro en vivo.

—Poseo cierta pequena habilidad en algunos juegos —dijo Tuf.

—Y tambien esta el turismo —dijo Tolly Mune—. Puede coger el tubotren por el ascensor hasta la superficie y todos los distritos de S’uthlam seran suyos para que los explore.

—Ciertamente —dijo Haviland Tuf—. Ha conseguido intrigarme Maestre de Puerto Mune. Me temo que soy curioso por naturaleza. Es mi gran debilidad. Por desgracia, mis fondos excluyen la posibilidad de una estancia prolongada.

—No se preocupe por ello —le replico ella sonriendo—. Lo pondremos todo en la factura de reparaciones y luego ya nos arreglaremos. Ahora, metase en su condenada lanzadera y venga hasta… veamos… ahora tenemos vacia la cubierta nueve-once. Vea primero la Casa de la Arana y luego coja el tren hacia abajo. Deberia resultarle condenadamente interesante: ya esta en las noticias, por si quiere saberlo. Los gusanos de tierra y las moscas van a caer sobre usted como una plaga.

—Quizas esa perspectiva le resultara atrayente a un pedazo de carne en descomposicion —dijo Haviland Tuf—, pero a mi no.

—Bueno —dijo la Maestre de Puerto—, entonces vaya de incognito.

El camarero del tubotren aparecio con una bandeja de bebidas, un poco despues de que Haviland Tuf se hubiera abrochado el cinturon, disponiendose para el descanso. Tuf habia probado la cerveza de S’uthlam en los restaurantes de la Casa de la Arana, y la habia encontrado aguada, con poco cuerpo y notablemente desprovista de sabor.

—Quizas entre sus ofertas se incluyan algunos productos destilados fuera del planeta, destilados de malta —dijo—. De ser ese el caso, me alegraria adquirir uno.

—Por supuesto —dijo el camarero y extrajo de su bandeja una ampolla llena de un liquido marron oscuro en la cual habia una etiqueta en letras cursivas que Tuf reconocio como la escritura de ShanDellor. Le ofrecio una pequena tarjeta placa y Tuf marco en ella su numero de codigo. La moneda de S’uthlam era la caloria y el precio del recipiente era unas cuatro veces y media el contenido calorico de la cerveza.

—La importacion —le explico el camarero. Tuf sorbio su bebida con rigida dignidad, mientras el tubotren iba cayendo por el ascensor hacia la superficie del planeta. El viaje no era demasiado comodo. Haviland Tuf habia descubierto que el precio de los pasajes en la clase estelar resultaba prohibitivo y, por lo tanto, se habia instalado en clase especial, que venia en segundo lugar despues de la clase estrella, solo para descubrirse, encajado casi a presion, en un asiento aparentemente disenado para un nino de S’uthlam (un nino, ademas, no demasiado crecido), situado en una hilera de ocho asientos similares divididos por un angosto pasillo central.

Por fortuna, la casualidad le habia deparado el asiento del pasillo pues, de no ser por ello, el trayecto le hubiera resultado dificilmente soportable. Incluso en ese asiento resultaba imposible moverse sin rozar el delgado y desnudo brazo de la mujer que tenia a su izquierda, un contacto que Tuf encontraba extremadamente repulsivo. Cuando se irguio en su asiento, tal y como solia hacer, su coronilla golpeo el techo, con lo cual se vio obligado a inclinarse y, como resultado de ello, a aguantar una rigidez creciente y muy molesta en su cuello. Tuf penso que en la parte trasera del tubotren debian encontrarse las plazas de primera, segunda y tercera clase y se decidio a evitar, al precio que fuera, sus dudosas comodidades.

Una vez empezo el descenso, la mayor parte de los pasajeros cubrieron sus cabezas con capuchones para asegurar la intimidad y escogieron la diversion que mas les apetecia. Haviland Tuf vio que las ofertas incluian tres programas musicales distintos, un drama historico, dos bobinas de fantasia erotica, una conexion de negocios, algo que se definia en la lista como «pavana geometrica» y estimulacion sensorial directa del centro del placer. Tuf estuvo pensando en investigar la pavana geometrica, pero descubrio que la capucha de intimidad resultaba demasiado pequena para su cabeza, dado que la longitud y anchura de su craneo excedian en mucho las dimensiones normales en S’uthlam.

—?Es usted la gran mosca? —pregunto una voz desde el otro lado del pasillo.

Tuf alzo la mirada. Los demas pasajeros estaban sumidos en silencioso aislamiento con las cabezas envueltas por sus oscuros cascos desprovistos de toda abertura. Aparte de los camareros, que se encontraban en la parte trasera del vagon, el unico pasajero que seguia en el mundo real era el hombre sentado junto al pasillo, una fila mas atras que Tuf. Tenia el cabello largo y recogido en trencillas, la piel de color cobrizo y unas mejillas mas bien fofas que le etiquetaban como no perteneciente a este mundo, de un modo tan claro como el mismo Tuf.

—La gran mosca, ?no? —Soy Haviland Tuf, ingeniero ecologico. —Sabia que era usted una mosca —dijo el hombre—. Yo tambien lo soy. Me llamo Ratch Norren y soy de Vandeen. —Extendio su mano hacia Tuf.

Haviland Tuf le miro. —Estoy familiarizado con el viejo ritual del estrechamiento de manos, senor. Me he dado cuenta de que no lleva usted armas. Tengo entendido que esta costumbre fue establecida, en sus inicios, para dejar bien claro tal hecho. Yo tambien me encuentro desarmado. Ya puede usted retirar la mano, si es tan amable.

Ratch Norren la retiro con una sonrisa. —Como una cabra, ?eh? —dijo.

—Senor —dijo Haviland Tuf—, no soy una cabra ni soy una mosca grande. Habia pensado que tal hecho le resultaria evidente a cualquier persona de una inteligencia normal. Quizas en Vandeen los promedios intelectuales varian.

Ratch Norren alzo la mano y se dio un pellizco en la mejilla. La mejilla era muy carnosa y rosada y estaba

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