—Como desees —dijo Rica Danwstar. El juego habia terminado y ahora sentia una cierta tristeza. Tuf estaba haciendo girar su vehiculo para huir normalmente y no marcha atras. El tirano saurio abrio su enorme boca y la saliva fluyo sobre sus dientes de medio metro de longitud. Su rugido nacia de un hambre feroz, que habia empezado por primera vez hacia un millon de anos y, rugiendo, el reptil se lanzo sobre Tuf.

Y, rugiendo, recorrio el trecho de pasillo que le separaba de la interseccion.

Veinte metros mas lejos, la minimente del canon de plasma tomo conocimiento de que algo superior en tamano a las dimensiones de su blanco programado habia entrado en la zona de fuego. Hubo un chasquido casi inaudible.

Haviland Tuf no estaba de cara al resplandor. Su cuerpo se interpuso entre Caos y la espantosa ola de calor y de ruido. Por fortuna, esta duro solo un instante, aunque aquel lugar oleria a reptil quemado durante anos y haria falta cambiar amplias secciones del suelo y las paredes.

—Yo tambien tenia un arma —le dijo Haviland Tuf a su gatito.

Mucho tiempo despues, cuando el Arca ya estaba limpia y tanto el como Caos y Desorden estaban comodamente instalados en la suite del capitan, a la cual habia trasladado todos sus efectos personales despues de haber dispuesto de los cadaveres, hecho las reparaciones posibles e imaginado un medio de calmar a la increiblemente ruidosa criatura que vivia en la cubierta seis, Haviland Tuf empezo a registrar metodicamente la nave. Al segundo dia logro encontrar ropas, pero tanto los hombres como las mujeres del CIE habian sido mas bajos que el y considerablemente mas delgados, por lo cual ninguno de los uniformes le iba bien.

Pese a todo, logro encontrar algo que si fue de su agrado. Se trataba de una gorra verde que encajaba perfectamente en su calva y algo blanquecina cabeza. En la parte delantera de la gorra, en oro, se veia la letra theta que habia sido la insignia del cuerpo.

—Haviland Tuf —le dijo a su imagen en el espejo—, ingeniero ecologico.

No sonaba mal del todo, penso.

2 — LOS PANES Y LOS PECES

Se llamaba Tolly Mune, pero le habian llamado montones de cosas.

Quienes entraban por primera vez en su dominio utilizaban su titulo con cierta deferencia. Habia sido Maestre de Puerto durante mas de cuarenta anos y antes de eso habia sido Ayudante del Maestre de Puerto, un puesto exotico y pintoresco, en la gran comunidad orbita! conocida oficialmente como el Puerto de S’uthlam. En el planeta, ese cargo era solo otra casilla mas, dentro de los organigramas burocraticos, pero en su orbita el Maestre de Puerto era a la vez el juez, el jefe ejecutivo, el alcalde, el legislador, el jefe de mecanicos, el arbitro y el jefe de policia, todo en uno. Por lo tanto, se referian a ella como la M. P.

El Puerto habia empezado siendo pequeno y habia ido creciendo a lo largo de los siglos, a medida que la poblacion en aumento de S’uthlam convertia el planeta en un mercado de importancia cada vez mayor y una encrucijada clave en la red del comercio interestelar dentro del sector. En el centro del puerto se hallaba la estacion, un asteroide hueco de unos dieciseis kilometros de diametro, con sus zonas de estacionamiento, talleres, dormitorios, laboratorios y comercios. Seis estaciones la habian precedido, cada una mayor que la anterior y cada una envejecida y finalmente superada por el paso del tiempo. La mas antigua habia sido construida hacia tres siglos, no era mas grande que una nave espacial de tamano medio y estaba unida a la Casa de la Arana como un grueso brote metalico emergiendo de una patata de piedra.

El nombre que recibia ahora era el de Casa de la Arana ya que se encontraba en el centro de una intrincada telarana de metal plateado que resplandecia en la oscuridad del espacio. Irradiando de la estacion en todas direcciones habia dieciseis grandes ejes: el mas nuevo tenia cuatro kilometros de largo y aun estaba en construccion. Siete de los originales (el octavo habia sido destruido en una explosion) extendian sus doce muelles como afiladas cuchillas en el espacio. Dentro de los grandes tubos estaba la industria del Puerto: almacenes, factorias, astilleros, aduanas y centros de embarque, ademas de todas las instalaciones de carga, descarga y reparaciones concebibles para todos los tipos de naves espaciales conocidas en el sector. Largos trenes neumaticos corrian por el centro de los tubos, transportando carga y pasajeros de una puerta a otra asi como a la ruidosa y abarrotada conexion de la Casa de la Arana ya los ascensores que habia bajo ella.

De esos tubos brotaban otros de menos tamano; y de ellos, otros aun menores que se entre cruzaban a traves del vacio, uniendolo todo en una reticula cuya complejidad iba aumentando, de ano en ano, a medida que se le iban haciendo mas y mas adiciones.

Y entre las hebras de esa telarana se encontraban las moscas: lanzaderas que aterrizaban y despegaban de la superficie de S’uthlam, con cargas demasiado grandes o volatiles para los ascensores; naves mineras que traian mineral o hielo de los Abismos; cargueros con alimentos de los asteroides granjeros terraformados, situados mas al interior del sistema, a los que se conocia colectivamente como la Despensa. Y todo tipo de trafico interestelar, desde los lujosos cruceros de placer de las Transcorp hasta los mercantes que procedian de mundos tan cercanos como Vandeen o tan lejanos como Caissa y Newholme, pasando por las flotas mercantes de Kimdiss, las naves de combate de Bastion y Ciudadela e incluso las naves alienigenas de los Hruun Libres, los Raheemai, los Getsoides y otras especies todavia mas extranas. Todos acudian al Puerto de S’uthlam y todos eran bienvenidos a el.

Quienes vivian en la Casa de la Arana, los que trabajaban en los bares y restaurantes, los encargados de transportar las cargas, de venderlas y comprarlas asi como de reparar y proveer de combustible a las naves, se llamaban a si mismos, honorificamente, hiladores. Para ellos y para las moscas que iban alli, con la frecuencia suficiente como para ser consideradas habituales, Tolly Mune era Mama Arana: irascible, mal hablada y normalmente malhumorada, aterradoramente competente, ubicua e indestructible, tan grande como una fuerza de la naturaleza y dos veces peor que ella. Algunos de ellos, los que se habian atravesado en su camino cuando no debian hacerlo o los que se habian ganado su odio, no la apreciaban ni pizca y, para ellos, la Maestre de Puerto era la Viuda de Acero.

Era una mujer de huesos grandes y buena musculatura, no demasiado atractiva y tan delgada como cualquier s’uthlames autentico, pero al mismo tiempo tan alta {casi dos metros) y tan corpulenta {esas espaldas…) que en la superficie habian llegado a considerarla casi como un fenomeno de circo. Su rostro estaba tan surcado de arrugas como un viejo y confortable asiento de cuero desgastado por el tiempo. Tenia cuarenta y tres anos locales, lo que se aproximaba a los noventa anos estandar, pero no parecia haber cumplido ni una hora mas de los sesenta, lo cual atribuia a una vida entera en orbita. «La gravedad es lo que te envejece», decia siempre. Con la excepcion de algunos balnearios de lujo, los hospitales y los hoteles para turistas situados en la Casa de la Arana, asi como los grandes cruceros que poseian rejillas gravitatorias, el Puerto giraba en una eterna carencia de peso y la caida libre era el ambito natural de Tolly Mune.

Tenia el cabello de un color gris acerado y cuando trabajaba se lo recogia en un apretado mono. Pero cuando estaba libre lo dejaba fluir tras ella como la cola de un cometa, agitandose a cada uno de sus movimientos. y se movia mucho. Su cuerpo, grande, enjuto, desgarbado y huesudo era tan firme como gracil. Podia nadar a traves de los radios de la telarana y los corredores, estancias y parques de la Casa de la Arana con la fluidez de un tiburon en el agua, agitando sus largos brazos y sus piernas, delgadas pero musculosas, en un continuo tocar y empujar que la llevaban siempre adonde queria. Nunca llevaba calzado y sus pies eran casi tan habiles como sus manos.

Incluso en el espacio, alli donde los mas veteranos hiladores llevaban trajes incomodos y se movian torpemente a lo largo de sus cables de seguridad, Tolly Mune escogia siempre la movilidad y los dermotrajes ajustados al cuerpo. La proteccion que estos ofrecian contra las radiaciones duras de S’ulstar era minima, pero Tolly parecia encontrar un orgullo enfermizo en el azul oscuro de su piel y cada manana tragaba pildoras anticancerigenas a punados para no tener que someterse a la lenta y poco agil seguridad. Una vez se hallaba bajo la brillante negrura enmarcada por la telarana era la senora de todo. Llevaba propulsores de aire en la muneca y en el tobillo y no habia nadie mas experto que ella en su manejo. Volaba libremente de una mosca a otra, haciendo una comprobacion aqui y una visita alla, asistiendo a todas las reuniones, supervisando el trabajo, dando la bienvenida a las moscas mas importantes, contratando, despidiendo y, en general, resolviendo cualquier tipo de

Вы читаете Los viajes de Tuf
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×