Tuf habia visto las luces de la metropolis a bordo del Arca y desde su orbita la ciudad ya le habia parecido engullir medio continente. Vista desde la superficie parecia lo bastante grande como para tragarse galaxias enteras. Habia otros continentes y ellos tambien ardian por la noche con las luces de la civilizacion. En el mar luminoso no habia zonas de tinieblas. Los habitantes de S’uthlam no tenian espacio para malgastar en lujos, como parques o jardines. Tuf no lo desaprobaba. Siempre habia pensado que los parques eran una institucion malsana, disenada basicamente para recordarle a la humanidad civilizada cuan tosca, incomoda y feroz habia sido la vida, cuando no habia mas remedio que vivirla en plena naturaleza.

Haviland Tuf habia estado en muchas culturas durante sus viajes y, a su juicio, la cultura de S’uthlam no era inferior a ninguna de las que habia visto. El planeta estaba lleno de variedad y asombrosas posibilidades, y su riqueza era tal que hacia pensar al mismo tiempo en la vitalidad y en la decadencia. S’uthlam era un mundo cosmopolita, perfectamente insertado en la red que unia una estrella con otra, y saqueaba a su capricho la musica, el drama y los sensoria importados de otros planetas. Utilizaba esos constantes estimulos para transformar incesantemente su propia matriz cultural. La ciudad ofrecia mas variedades de diversion y entretenimiento de lo que Tuf habia encontrado antes en un solo lugar. Si un turista deseara experimentarlos todos, tendria que estar ocupado durante varios anos.

A lo largo de sus anos como viajero, Tuf habia visto la avanzada ciencia y la magia tecnologica de Avalon y Newholme, Tober-en-el-Velo, Viejo Poseidon, Baldur, Aracne y una docena de planetas mas que marcaban la primera linea del progreso humano. La tecnologia que veia ahora en S’uthlam rivalizaba con cualquiera de ellas. Para empezar, el ascensor orbital ya era una hazana impresionante. Se suponia que la Vieja Tierra habia construido obras semejantes en los lejanos dias anteriores al Derrumbe y Newholme habia erigido uno en el pasado, solamente para verlo caer durante la guerra. Pero, en ningun otro lugar habia presenciado Tuf una obra de ingenieria tan colosal, ni siquiera en la mismisima,Avalon, donde se habia estudiado la posibilidad de ascensores como ese y habian terminado por rechazarse debido a razones economicas. y tanto las aceras moviles como los tubotrenes o las factorias eran modernos y eficientes. Hasta el gobierno parecia funcionar.

S’uthlam era un mundo de maravillas. Haviland Tuf lo observo y viajo por el y examino sus maravillas durante tres dias antes de volver a su habitacion pequena e incomoda, aunque de primera clase, en el piso numero setenta y nueve de una torre hotelera. Cuando estuvo alli, hizo venir al encargado.

—Deseo hacer los arreglos precisos para volver de inmediato a mi nave —dijo, sentado en la estrecha cama que habia hecho brotar de la pared, ya que las sillas le resultaban incomodas y demasiado pequenas. Luego cruzo placidamente sus grandes y palidas manos sobre su vientre.

El encargado, un hombrecillo que apenas si tendria la mitad de la talla de Tuf, parecio algo preocupado.

—Tenia entendido que su estancia iba a prolongarse durante diez dias mas —dijo.

—Correcto —replico Tuf—. Sin embargo, en la misma naturaleza de todo plan ya entra su mutabilidad. Deseo volver a mi nave en orbita tan pronto como sea posible. Le guardaria una extremada gratitud si se encargara de todos los tramites, senor.

—?Hay tanto que aun no ha visto! —Ciertamente. Con todo, pienso que lo visto hasta ahora, aunque tomado como muestra representativa de todo un planeta puede resultar pequena, ya es suficiente.

—?No le gusta S’uthlam? —Padece de un exceso de s’uthlameses —replico Haviland Tuf—. Podria mencionar tambien algunos otros defectos. —Alzo un dedo tan largo como lechoso. La comida es nauseabunda y en su mayor parte ha sido reciclada quimicamente a partir de una materia prima basicamente desagradable y repleta de colores tan lejos de lo normal como de lo agradable. Lo que es mas, las raciones no son en lo mas minimo convincentes. Quiza pudiera arriesgarme a mencionar tambien la constante y molesta presencia de los reporteros. He aprendido a identificarles por las camaras multifoco que llevan en el centro de la frente, igual que un tercer ojo. Puede que usted mismo los haya visto acechando en sus pasillos, en el sensorio o en el restaurante. Por lo que he podido calcular, me parece que su numero asciende a la veintena.

—Usted es una celebridad —dijo el encargado—, una figura publica. Toda S’uthlam desea saber mas sobre usted. Pero estoy seguro de que si su deseo era no conceder entrevistas, los fisgones no habran osado entrometerse en su intimidad, ya que la etica de su profesion…

—No dudo de que la han observado al pie de la letra —concluyo Haviland Tuf—, tal y como debo admitir que han mantenido su distancia. Sin embargo, al volver cada noche a esta habitacion francamente insuficiente, he visto los noticiarios y he sido acogido con escenas en las que figuraba yo mismo, contemplando la ciudad, comiendo alimentos que parecian de goma y visitando algunas atracciones tipicas, por no hablar de ciertas entradas en instalaciones sanitarias. Debo confesar que la vanidad es uno de mis grandes defectos. Pero aun asi, los atractivos de la fama no han tardado en marchitarse para mi. Lo que es mas, casi todos los angulos con que han sido grabadas dichas escenas me han parecido muy poco halagadores y el humor de los comentaristas de esos noticiarios me ha parecido rayano en lo ofensivo.

—Eso es facil de resolver —dijo el encargado—. Tendria que haber acudido a mi antes de hoy. Podemos alquilarle un escudo de intimidad. Se abrocha el cinturon y si cualquier miron se le acerca a menos de veinte metros el aparato se encargara de paralizar su tercer ojo y ademas le proporcionara una terrible jaqueca.

—Pero hay algo que no resulta tan facil de solucionar —observo Tuf con el rostro impasible—. La absoluta falta de vida animal que he observado durante estos dias.

—?Alimanas? —dijo el anfitrion, aterrado—. ?Esta preocupado porque no tenemos alimanas?

—No todos los animales entran en esa categoria —dijo Haviland Tuf—. Hay muchos planetas en los cuales los pajaros, los perros y otras especies son animales domesticos, queridos y mimados. Por ejemplo, yo adoro a los gatos. Un mundo realmente civilizado siempre mantiene un lugar para los felinos. Pero, en S’uthlam, al parecer, el populacho no sabria distinguirlos de los piojos y de las sanguijuelas. Cuando hice los arreglos para mi visita a este mundo, la Maestre de Puerto Tolly Mune me aseguro que sus hombres se encargarian de mis gatos y acepte sus palabras al respecto. Sin embargo, dado que ningun nativo de este mundo se ha encontrado jamas ante ningun animal de una especie que no sea la humana, me parece que tengo razones para interrogarme sobre el tipo de cuidados que estan recibiendo actualmente.

—Tenemos animales —protesto el encargado—. Estan en las agrofactorias. Hay muchos animales, los he visto en las cintas.

—No lo pongo en duda —dijo Tuf—. Pese a todo, una cinta de un gato y un gato son dos cosas muy distintas y requieren un trato tambien distinto. Las cintas pueden guardarse en una estanteria, pero los gatos no —levanto un dedo y apunto con el al encargado—. Sin embargo, todo ello no es realmente asunto grave y entra en la categoria de las pequenas quejas. El meollo del asunto, tal y como he mencionado antes, se encuentra mas en el numero de los s’uthlameses y no en sus maneras. Caballero, aqui hay demasiada gente. He recibido empujones desde que he llegado hasta hoy mismo.

En los establecimientos dedicados a la restauracion, las mesas se encuentran demasiado cerca unas de otras, las sillas no bastan para contenerme y mas de una vez algun desconocido se ha sentado junto a mi clavandome rudamente el codo en el estomago. Los asientos de los teatros y los sensorios resultan angostos e incomodos. Las aceras estan repletas de gente, los pasillos se encuentran siempre atestados, los tubos rebosan. En todas partes hay gente que me toca sin mi permiso y sin mi consentimiento.

El encargado esgrimio una sonrisa profesional. —?Ah, la humanidad! —dijo con subita elocuencia—. ?La gloria de S’uthlam! ?Las masas que se agitan, el mar de rostros, el interminable desfile, el drama de la vida! ?Hay acaso algo tan tonificante como el contacto con nuestro projimo?

—Puede que no —dijo Haviland Tuf secamente—. Con todo, creo que ya me he tonificado lo suficiente. Aun mas, permitame decir que el s’uthlames medio es demasiado bajo para llegarme al hombro y por lo tanto se ha visto obligado u obligada a contactar con mis brazos, mis piernas o mi estomago.

La sonrisa del encargado se desvanecio. —Caballero, su actitud no me parece la mas adecuada. Para apreciar bien nuestro mundo, debe aprender a verlo con los ojos de un s’uthlames.

—No siento grandes deseos de ir caminando sobre mis rodillas —dijo Haviland Tuf.

—No se opondra usted a la vida, ?cierto? —No, ciertamente —replico Haviland Tuf—. La vida me parece infinitamente preferible a su alternativa. Sin embargo, y dadas mis experiencias, creo que todas las buenas cosas pueden ser llevadas hasta extremos desagradables y tal me parece ser el caso de S’uthlam —alzo una mano pidiendo silencio antes de que el encargado pudiera contestarle—. Siendo mas preciso —prosiguio Tuf—, he llegado a sentir algo parecido a la fobia, aunque sin duda sea algo excesivo y precipitado, respecto a ciertos especimenes vivos con los que el azar me ha deparado encuentros durante mis viajes. Algunos de ellos han

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