cena—. Y debo disculparme tambien por el desayuno. En la cocina tenemos problemas. La doctora quiere verla cuando este lista.
—?Quien?
—Ayer la conocio.
La mujer del pelo rizado.
El soldado se marcho y ella se levanto. En la bandeja habia judias negras, arroz y cafe solo. En realidad, no estaba mal. El cafe era mucho mejor que el del avion. Cuando termino de comer, se puso su propia ropa. Estaba sucia e impregnada de sal, pero queria tener que ver lo menos posible con el servicio de informacion militar.
Cejas Azules regreso y la acompano al despacho de la Doctora Sin Nombre. Ella estaba alli, sentada detras del escritorio. Hoy llevaba una blusa de color rojo fuego y un chaleco negro. La corbata era de malla plateada. Gislason estaba apoyado contra una pared, con los brazos cruzados y expresion… ?sardonica, tal vez? Anna no estaba segura de lo que significaba la palabra «sardonica». Pero algo andaba mal; lo vio en la expresion del hombre. El capitan Van estaba en un rincon, hundido en una silla, y parecia abatido.
—Por favor, tome asiento —le indico la doctora.
Anna se sento en la ultima silla.
—Ha surgido un problema —anuncio la doctora.
—?Que?
Esta vez fue Gislason quien hablo:
—El enemigo nos localizo anoche, poco despues de que fuera trasladada a su habitacion.
Anna abrio la boca y el levanto una mano.
—Aqui no, miembro. De momento, este es el unico lugar del planeta controlado por seres humanos. Ellos llenaron la pista de aterrizaje de cohetes e hicieron entrar tropas de combate en el recinto y en la estacion. Todo muy rapido. Y muy efectivo. Nuestra gente tuvo tiempo de enviar un mensaje. Lo que oimos a continuacion fue un anuncio de los
No bromeaban.
—Quieren dos cosas: a Nicholas Sanders y tiempo suficiente para salir de aqui sanos y salvos. Si no consiguen esas dos cosas, mataran a todos los seres humanos del planeta. Hombres y mujeres, dijeron. Creo que lo de las mujeres es un farol —dijo el capitan Van—. Pero no cabe duda de que mataran a todos los hombres, militares y civiles. En su cultura no existe el concepto de hombre civil. Todos los hombres son soldados; y no tienen ningun problema en asesinar soldados.
—?Que ocurrio con su plan? —pregunto Anna—. ?Con la historia sobre Nicholas y yo?
—No lo sabemos —respondio la doctora.
—Seguramente no la creyeron —intervino Gislason.
—Asi que ahora tenemos que decidir como responder —anadio la doctora.
—Concedanles lo que piden —sugirio Anna.
Gislason sonrio sin ganas.
El capitan Van dijo:
—Quieren una tercera cosa, miembro Perez. A usted. Y en perfecto estado, dijeron. Intacta. ?Por que, miembro?
El mensaje, por supuesto. Los alienigenas lo habian recibido. Pero no podia decir a aquel trio de villanos que ella era la persona que habia hecho fracasar su plan.
—No tengo ni idea.
—Usted lo sabe —dijo Gislason.
—Creemos que usted encontro la manera de traicionarnos —afirmo la doctora.
Anna guardo silencio.
—?Realmente importa? —pregunto el capitan Van.
La doctora asintio.
—Claro que importa. Si estamos en lo cierto, la miembro Perez es culpable de traicion.
—?No cree que mas le valdria decidir que hacer con respecto al ultimatum de los
Gislason extendio los brazos y se irguio.
—Sabemos lo que vamos a hacer. Aqui no tenemos medios de transporte. Fue un error, pero queriamos tener los aviones lo mas lejos posible por si el enemigo encontraba la forma de localizarlos. Asi que estamos obligados a permanecer aqui. No podemos ir a ninguna parte; y en el recinto hay personas en manos del enemigo que conocen la existencia de Camp Freedom. Alguien hablara. Creo que todavia nos queda un dia, o tal vez dos, hasta que llegue el enemigo.
—Si luchamos —dijo el capitan Van—, moriran cientos de personas.
—Pensamos en matar a Nicholas Sanders —dijo la doctora—. En ese caso, al menos, ya no serviria de nada al enemigo.
Gislason hizo una mueca.
—Ya vio como estaba ayer. Actuaba como si lo estuvieramos despedazando, y apenas lo habiamos tocado.
—Unas cuantas drogas —le aclaro la doctora—. Nada mas. Tendrian que haber servido para que respondiera al interrogatorio. En lugar de eso… —La doctora fruncio el entrecejo—. Debio de ser un efecto paradojico. Se agito mas, en lugar de tranquilizarse. Parecia tener alucinaciones.
—El hombre no es util a nadie, ni a los humanos ni a los alienigenas —sentencio Gislason—. Lo unico que le sacaron fue informacion, y seguramente hace muchos anos que les dijo cuanto sabia. —Miro a Anna—. No vamos a luchar, miembro. No hay forma de hacer que Sanders abandone el planeta, o incluso el campamento. Asi que lo hemos perdido a el y toda la informacion que tiene sobre el enemigo. No veo que sentido tiene asesinarlo, y el capitan tampoco —Gislason miro a Van, que aun estaba hundido en la silla, con aspecto abatido—. Hoy nos pondremos en contacto con el enemigo y negociaremos un intercambio: usted y Sanders por todos los demas. Pero nos gustaria saber que hizo usted.
La doctora se inclino hacia delante.
—Podemos averiguarlo, miembro. Las drogas que atemorizaron a Nicholas Sanders sirven con cualquier humano.
Era como estar rodeada por una aureola negativa. En cualquier momento uno de aquellos maniacos empezaria a atusarse un bigote inexistente. «?Aja, mi bella muchacha! ?Ya te tengo!» Pero hablaban en serio. Eso era lo mas terrible. Y tambien hablaban en serio al mencionar las drogas y el asesinato. Habia una frase que no lograba recordar sobre la banalidad del mal. Una vieja frase, probablemente del siglo XX, un siglo muy azotado por el mal. Estaba divagando. ?Que demonios iba a hacer?
—Creo que tendran que utilizar la droga —contesto—. Es la unica manera de que crean que no hice nada. Tal vez ellos quieran saber que ocurrio. Quiza me detengan para interrogarme.
—Muy bien —dijo la doctora.
—Esto es ridiculo —opino el capitan Van—. Soy el oficial de mayor graduacion que hay aqui, y no permitire que siga interrogandola. La entregaremos al enemigo en perfectas condiciones, como se nos exige. No pondre en peligro la vida de cientos de personas para satisfacer su curiosidad, doctora.
Miro a Gislason.
—Por favor, vuelva a llevar a la miembro Perez a su habitacion. Despues… —suspiro— decidiremos que diremos a los
XV
Paso el resto del dia en su habitacion. Un soldado, una mujer latinoamericana, le llevo el almuerzo: un bocadillo de queso y cafe. Anna le pregunto si habia novedades.
—No puedo decirle nada —respondio la mujer en castellano.
Cuando termino de comer saco el ordenador y examino el directorio. Contenia un programa universal de
