reina del glamour.
Ana estaba dejando que la envolviera su propio simbionte.
—Ahora podemos salir —dijo, mientras su nuevo cuerpo parecia inflarse ante la mirada de Drake—. Sigueme.
—Si decidieras vivir aqui —dijo Ana, con voz media octava mas alta de lo normal—, no tendrias que elegir entre vivir en la superficie, donde no hay tanto oxigeno, o en las cavernas subterraneas, donde si lo hay. Te limitarias a dejar que tu simbiotraje se ocupara de eso y cubriera tus necesidades. Los habitantes de la superficie de Marte nunca se separan de sus simbiotrajes. Comen, beben, duermen y mueren con ellos…, aun cuando bajan a las cavernas.
Drake entendio por que cuando salieron de la nave y empezaron a recorrer la resquebrajada planicie del exterior. No tenia la impresion, en absoluto, de llevar un traje puesto. El simbionte era su propio cuerpo. Simplemente resultaba ser un nuevo cuerpo capaz de soportar el frio extremo y subsistir con menos de una cuarta parte del oxigeno que requeriria un humano.
—Comer, beber, dormir y morir. ?Tambien hacer el amor?
—?Te imaginas a algun ser humano viviendo durante anos en un entorno donde no pudieran hacer el amor? ?Ves ese grupo de alli? —Ana estaba senalando el horizonte—. Ve a preguntarles.
Habia aparecido media docena de personas/simbiontes. Se movian como verdaderos canguros, dando saltos de quince metros en la baja gravedad de Marte.
Drake los vio agitar los brazos y senalar, invitandolos a Ana y a el a una estructura abierta junto a un conjunto de rocas.
—Vale —dijo el—. Charlemos un rato.
Sentia curiosidad por saber como era la vida en la superficie de Marte, pero no queria interrogarlos sobre como se hacia el amor con un simbiotraje. Estaba mas que capacitado para llevar a cabo sus propios experimentos a ese respecto.
El cambio se produjo su segundo dia en Marte. Ana se volvio de repente reservada y distante. Drake no sabia a que se debia aquello —?algo que el habia dicho o hecho?— y ella no se sentia con ganas de hablar.
Eso nunca habia ocurrido en el pasado. No es que nunca discutieran. Pero tenian una norma para esos casos. En palabras de Ana: «No acostarse nunca enfadados. Aguantar despiertos y plantar cara».
Cuando los sentimientos de uno resultaban heridos, el otro siempre se percataba. Se sentaban y hablaban, discutian cuanto fuera necesario y sacaban a la luz todas las ofensas o contrariedades. Una vez expuesta la llaga, el otro podia curarla mejor.
Pero Ana se negaba a hacerlo.
—No es nada —se limitaba a decir, cuando era evidente que si lo era.
El vuelo de regreso a Pluton, surcando el espacio hasta donde el Servidor de Drake aguardaba pacientemente —o impacientemente, quiza— su vuelta, fue silencioso e insatisfactorio. De acuerdo con Ana, el viaje habia sido un exito rotundo. Si alguna vez llego a producirse algun impacto temporal, ya era cosa del pasado.
Pero, si habia sido un exito, ?por que estaba tan distante?
Lo descubrio la ultima manana de vuelo, minutos antes de disponerse a aterrizar en la estacion de Caronte. Ana se habia mostrado considerablemente mas animada en las ultimas veinticuatro horas. Drake supuso que el problema, cualquiera que fuese, se habia arreglado. Al bajar la guardia, el golpe fue mucho mas dificil de encajar.
—?A que te refieres con nuestros ultimos dias juntos? —Drake estaba observando el acercamiento automatico de la nave a Caronte, cuando la queda afirmacion de Ana desperto sus sentidos.
?Habia oido bien? ?De veras habia dicho, «Ojala hubieramos podido aprovechar mas nuestros ultimos dias juntos»?
—Pensaba que nos podriamos quedar aqui en el sistema exterior todo el tiempo que quisieramos.
—Tu si. —Ana se puso a su lado—. Pero yo no. Tengo promesas que cumplir. Las personas que van a Rigel Calorans me esperan, pero no esperaran eternamente. Tengo que ir a reunirme con ellas.
—Pero ?que pasa con nosotros? —Cuando Ana meneo la cabeza, continuo—. Mira, entiendo que te hayas comprometido con ellos, lo entiendo perfectamente. No quiero que faltes a tu palabra. Pero no hay nada que me ate al sistema solar… tan solo tu. Ire contigo, me unire a tu grupo.
—No, Drake, no es tan sencillo. —Le tomo de la mano—. Me gustas mucho, y nunca olvidare que te debo la vida. Pero no puedes quedarte conmigo. Permite que te sea sincera, aun a riesgo de parecer grosera: no quiero que te quedes conmigo. No te quiero como quieres tu a tu Ana.
—No te creo. Todo lo que nos hemos dicho, todo lo que hemos hecho…
—Todo lo que tu has dicho. Como amantes somos buenos y carinosos el uno con el otro, fisicamente encajamos a la perfeccion, no lo niego.
—Entonces, ?donde esta el problema? Ana, podemos arreglar esto hablando, siempre lo hemos hecho.
—Ese es el problema, precisamente. No soy Ana…
—No quiero a otra persona. Te quiero a ti.
—No. Estas ciego. Quieres lo que ves, lo que crees que soy. Ana y tu compartisteis tantas cosas. Yo no tengo esa experiencia, pero tu ni siquiera te das cuenta de su ausencia. Deja que te de un ejemplo. Supusiste que yo sabria por que llamas Milton a tu Servidor, de modo que no te molestaste en explicarmelo. Pero el caso es que no lo se.
—«Aquellos que esperan parados sirven a su vez». Lo escribio John Milton, un poeta del pasado. Fue una especie de broma cuando le puse ese nombre, porque el Servidor…
—Drake, no lo se y no quiero saberlo. Quiero irme, ahora mismo.
—No te puedes ir. ?Que voy a hacer sin ti?
—Volveras a ser el que eras antes de que yo apareciera para complicarte la vida: fuerte, decidido y valiente. —Se acerco a el, vacilo, y por fin le beso rapidamente en los labios mientras se abria la escotilla—. No es solo eso, Drake. Pense que lo habrias deducido, pero al parecer no es asi. Quise decirtelo una vez, pero me interrumpiste como si no quisieras hablar de ello.
Drake se giro. Melissa Bierly estaba de pie en la puerta. Sus brillantes ojos de zafiro sonreian en ademan de bienvenida. En su rostro habia un resplandor y una serenidad que Drake no habia visto nunca antes. En ese momento, Ana cruzo corriendo la distancia que las separaba y las dos mujeres se abrazaron apasionadamente.
—Hola, Drake Merlin. —Melissa hablo en voz baja, casi con timidez—. Me alegra volver a verte.
—?Tu…? ?Y Ana…?
—Somos companeras. Pareja de por vida. Vamos a ir juntas a Rigel Calorans. —Melissa, con la mano de Ana cogida aun entre las suyas, se acerco a el—. Te debemos mucho.
—Todo —anadio Ana—. Gracias a ti nos conocimos Melissa y yo. No estabas aqui, Drake, pero fuiste tu el que nos unio. La busque porque te conocia.
Se volvio hacia Melissa. Drake vio de nuevo ese brillo en los ojos de Ana, esa mirada de embeleso. La habia visto una vez antes… cuando estaban hablando de Melissa.
—Pero eramos amantes —susurro. Y, cuando Ana se limito a asentir—, ?como has podido hacer eso conmigo, si estabas ligada a ella?
Las dos mujeres lo miraron fijamente, desconcertadas.
—Para consolarte —dijo Ana despacio—. Para animarte, cuando estabas asustado y nervioso. ?Como podria haberme negado? Melissa habria hecho lo mismo.
Melissa asintio. Rodeo a Ana con los brazos y apoyo la cabeza en su hombro.
—Lo haria, Drake, si me necesitaras. Pero Ana lo hizo realmente. Calma el dolor casi antes de que