Nuremberg. Entre tanto, en la residencia de Hitler en Munich, Geli se habia retirado a su habitacion pretextando una jaqueca. Alli tomo una pistola Walter 6,35 que pertenecia a su tio, la envolvio en una toalla para atenuar el ruido y se disparo un tiro al corazon. Al dia siguiente, los criados forzaron la entrada y la hallaron muerta. En esos momentos Hitler acababa de abandonar Nuremberg camino de Bayreuth. Un taxi del hotel le alcanzo en la carretera, con un recado sumamente urgente de Rudolf Hess. Volvieron a Nuremberg, donde Hitler fue informado de que Geli estaba gravemente herida. Retornaron a Munich volando. «Quiero verla viva, quiero verla viva», repitio Hitler varias veces y luego entro en un silencio ausente, que mantuvo hasta que llegaron a Munich. En su casa le recibio su medio hermana Angela, deshecha en llanto.
Angela dispuso que el cuerpo de su hija fuese enterrado en Viena y Adolf estuvo conforme. Permanecio dos dias en un profundo mutismo y, finalmente, pidio a su amigo Heinrich Hoffmann que le acompanara a un chalet en el campo que le habian prestado. El fotografo recuerda en sus memorias que fueron dos dias de pesadilla. Hitler quiso encerrarse alli, a solas con Hoffmann, para que nadie le molestase, por eso dio vacaciones incluso al servicio. Su estado de desesperacion era tal que Hoffmann se las arreglo para esconderle la pistola, temiendo que se suicidara. Durante esos dos dias Hitler no comio ni durmio, consumiendo las horas en un interminable paseo de un lado a otro de su habitacion, seguido angustiosamente por Hoffmann, que dormia en el cuarto de abajo y que se sobresaltaba cada vez que cesaban los pasos.
Al final del segundo dia les informaron de que Geli habia sido ya enterrada en la capital austriaca. Entonces Hitler, demacrado, ojeroso y absorto en su mutismo, decidio visitar su tumba. En silencio viajaron hasta el cementerio Central de Viena. Hitler se empeno en caminar en solitario hasta la tumba, aunque alli le aguardaba ya alguno de sus amigos. Permanecio inmovil durante treinta minutos, con la tez cenicienta y la mirada perdida, junto a la tumba. Luego regreso al automovil y, aunque seguia con la mirada opaca y extraviada, comenzo a hablar: «Ya es hora de continuar la lucha… esta batalla terminara en un triunfo. Juro que asi acabara.»
Aunque todavia estuvo deprimido durante unos dias, se recupero poco a poco, reclamado por los acontecimientos politicos. Pero puso en marcha una especie de culto a la memoria de Geli: en su habitacion, a la que unicamente podian acceder el y el ama de llaves, Annie Winter, siempre hubo un ramo de crisantemos frescos, las flores favoritas de la muerta. Hizo pintar varios retratos de su medio sobrina, partiendo de fotografias, que figuraron colgados en los lugares de honor de todas las casas donde vivio, incluida la Cancilleria, y el escultor Liebermann le fundio un busto en bronce de excelente calidad, que estuvo hasta el final de la guerra en la residencia de Munich.
Pero Hitler siguio rodeado de mujeres. Un caso bien conocido es el de Winifred Wagner, viuda de Siegfried Wagner, con la que parece que Hitler penso en casarse pues le parecia adecuado que el gran lider de Alemania estuviera emparentado con el gran compositor. Segun el testimonio de una hija de Winifred, hacia finales de 1931 esta mantuvo extranas relaciones intimas con Hitler, que se colocaba boca abajo sobre sus rodillas para que le propinara una azotaina, como las que en alguna ocasion le daria su madre. Discontinua pero prolongada fue su relacion con Maria -
Junto con esos amores se entrecruzaron los de Geli Raubal, los de Ondra -una desconocida mencionada por Eva Braun que, tambien, tuvo terribles celos de una tal Valquiria – realmente, la inglesa Unity Mitford, a la que conocio en 1935 y con la que tuvo unas 150 citas llenas de confianza y muestras de carino aunque sin relaciones sexuales, segun la biografa Mary S. Lovell. Unity se pego un tiro cuando comenzo la Segunda Guerra Mundial.
En 1934 Hanfstaengl le presento a Martha Dodd, hija del embajador de Estados Unidos en Berlin, una chica guapa, alegre, desenfadada, que utilizaba faldas demasiado breves para el gusto aleman de la epoca. Parece que fueron amantes durante unos meses, hasta que la Gestapo le presento pruebas de que la muchacha trabajaba para el espionaje sovietico y Martha tuvo que abandonar precipitadamente Alemania. Por los brazos de Hitler pasaron muchas otras hermosas mujeres, como la bellisima danesa Inga Arvad, que ejercia el periodismo en Estados Unidos y a la que el espionaje aleman trato de captar para que trabajase como agente nazi, o la actriz Renate Muller, con la que mantuvo relaciones esporadicas hasta 1937. Segun David Lewis, dos miembros de las SS la arrojaron por la ventana a causa de las relaciones que, simultaneamente, mantenia con un industrial judio.
Existieran o no todos estos «amores» hitlerianos, la verdad es que el lider nazi gozo de la predileccion de las mujeres, con las que mantuvo relaciones mas bien ambiguas, y esto no se sabe si por la naturaleza de su sexualidad o porque, como muchas veces aseguro, su verdadero amor era Alemania y, sobre todo, aunque esto no lo dijera, su inmensa sed de poder.
Tras la muerte de Geli Raubal, Hitler se lanzo al torbellino politico con autentica pasion y furia. Una semana despues participo en un mitin en Hamburgo y en los siguientes dias fue congregando multitudes a lo largo y ancho del pais. El poder ya no podia ignorarle. Asi, el presidente Hindenburg le concedio audiencia el 10 de octubre de 1931. Hitler se presento ante el anciano mariscal vestido de chaque, educado y deferente. Procuro disipar algunos malentendidos entre el presidente y el partido nazi, le garantizo que solo alcanzaria el poder por medios constitucionales, pero tambien dejo claro que solo creia en la gobernacion de Alemania mediante poderes dictatoriales. Hasta el despacho presidencial llegaban los vitores de millares de nazis congregados en la Wilhelmstrasse, que arreciaron cuando el
Tal desahogo era puramente visceral pues, al ser invitado a aquel despacho, Hitler habia ingresado en el juego del poder. El viejo mariscal habia caido en la estrategia de Hitler «del palo y la zanahoria», tan vieja como el mundo. Manejaba a sus SA y a las SS como amenaza; el
El Gobierno suponia que era mejor negociar con Hitler que abocarle a una solucion violenta. Por eso, el 6 de enero de 1932, el canciller Bruning se entrevisto con el, precisamente para solicitarle su apoyo parlamentario para prorrogar el mandato presidencial de Hindenburg, que concluia en abril. Hitler le pidio tiempo para reflexionar y tres dias mas tarde volvieron a verse. Hitler consentia, pero solo si la prorroga era por dos anos. Bruning no acepto esa condicion y busco los votos que necesitaba en otras formaciones nacionalistas, que se negaron a respaldarle, alegando que apoyar al viejo mariscal era tanto como sostener al canciller.
No habia otra salida que las elecciones presidenciales y Hindenburg, con ochenta y cinco anos a cuestas, volvio a presentarse. Por su parte, Hitler tenia muchas dudas sobre la conveniencia de inscribir su candidatura - como queria Goebbels- o de mantenerse en la cuspide del partido, al margen de los avatares electorales. Finalmente, opto por lo primero y hubo de comenzar por nacionalizarse aleman, porque desde que perdiera la nacionalidad austriaca, en 1925, hasta esas elecciones habia tenido estatuto de apatrida. El 25 de febrero de 1932 recibio la ciudadania alemana por Brunswick, en un procedimiento irregular que ha originado mas de una polemica entre los especialistas, muchos de los cuales sostienen que Hitler jamas fue legalmente aleman.
La campana electoral tuvo una virulencia inusitada. Tras la entrevista de octubre, Hitler habia perdido el escaso afecto que habia tenido por el presidente: «Respeto a ese anciano caballero, pero el pobre no entiende ya nada. Para el solo soy un cabo austriaco y un incordio politico. Me situa al mismo nivel que a un Thalmann, por ejemplo», habia confesado Hitler despues de la audiencia. Durante la campana, el lider nazi no ahorro descalificaciones contra Hindenburg, como «inepto», «senil» y «juguete en manos de sus consejeros». Peor aun era la terminologia de otros jerifaltes hitlerianos, con Goebbels al frente, para quienes Hindenburg, «cabeza del