que, por 514 contra 32, ponia al Gobierno en la calle. Aquel 12 de septiembre se produjo un hecho acaso unico en la historia parlamentaria: el poder constitucional derribaba al Gobierno mientras, a su vez, era disuelto por el Gobierno.

Los alemanes, por cuarta vez en ese ano a escala nacional, fueron llamados a las urnas. La situacion economica aquel otono habia comenzado a mejorar. El paro habia disminuido ligeramente y voces autorizadas pronosticaban el fin del caos originado por el crack de Wall Street y auguraban la recuperacion. La mejor muestra es que las quiebras empresariales de 1932 se habian elevado a 1.341 en enero, mientras que en agosto habian ascendido a 499. Al mismo tiempo, el bloque monolitico de los vencedores en la Gran Guerra se habia casi diluido en aquella crisis y el canciller Von Papen habia elevado el orgullo aleman hasta las nubes comunicando a los franceses que iba a comenzar el rearme, en vista de que Paris y Londres hacian oidos de mercader a los acuerdos de desarme pactados en Versalles. Simultaneamente, las arcas del partido nazi se habian vaciado. Se ha dicho que, aunque ya en estos ultimos anos la banca y la industria habian comenzado a apoyar a los nazis, el grueso de las aportaciones para el NSDAP seguia procediendo de los afiliados; con unos 800.000 carnets de pago, el partido recaudaba por entonces 2.400.000 marcos anuales, cifra muy importante, pero las tres campanas electorales a escala nacional, mas las de los Lander, les habia colocado en numeros rojos por la cuantia de unos 8.000.000 de marcos. Tan grave deuda lastro la campana electoral de Hitler que, aunque personalmente volvio a realizar un esfuerzo formidable, apoyado por los traslados en avion, sabia en visperas de las elecciones del 6 de noviembre que el retroceso estaba garantizado. En su ultimo mitin electoral de aquel otono y de su vida, Adolf arengaba a sus seguidores en el Sportpalast de Berlin: «Mi voluntad es inflexible, mi espiritu es mas poderoso que el de mis enemigos. Podremos perder votos, muchos votos incluso, pero ganaremos las elecciones, porque seran para nosotros un gran exito psicologico.»

Lo fue, aunque los nazis llegaron arrastrandose a la jornada de votacion del 6 de noviembre de 1932. Tal como se preveia, los cansados electores dieron la espalda a las urnas. Si todos los partidos fueron afectados por el descenso del numero de votantes, el NSDAP lo sintio especialmente, viendo reducida su cosecha a 11.705.265 sufragios y su porcentaje a un 33,1 por ciento, frente a un 37,3 por ciento de las elecciones anteriores. Con todo, volvia a ser el partido mas votado y el mas numeroso en el Reichstag, con 196 escanos. Goebbels respiraba aliviado al conocer los resultados: «Hemos sufrido un fracaso, evidentemente, pero los resultados son mejores de lo que habiamos calculado.»Y, tal como predijera Hitler, el exito psicologico correspondio a los nazis, pues a su izquierda solo se significaban los comunistas, con 100 diputados, y a su derecha, el Gobierno solo conseguia 14 parlamentarios. El Reichstag del otono era exactamente igual de ingobernable que el del verano y en ambos, los nazis manejaban el timon.

Tan es asi que Hindenburg, que habia desdenado a Hitler en agosto, hubo de llamarle al palacio presidencial en noviembre. Esta vez la entrevista fue a solas y mucho mas cordial. El presidente pidio ayuda a Hitler, apelando a su patriotismo. Hitler le respondio que no exigia todas las carteras, pero que, en nombre de la unidad de direccion, no podia renunciar a la Cancilleria. ?El era el unico baluarte contra los casi 18 millones de votantes marxistas que habia en Alemania! Con todo, quedo en pensarselo y dos dias mas tarde regreso para comunicar al presidente que rechazaba un Gobierno de coalicion. Ante tal postura, Hindenburg se convirtio en un bloque de hielo y responderia a Hitler por escrito. La carta le llego a Hitler veinticuatro horas despues: «Nein». El presidente no aceptaba como canciller a un jefe de partido politico, pero se atendria a los usos democraticos sin acudir a los poderes que la Constitucion le otorgaba. Por tanto, si Hitler deseaba ser canciller, debia ganarse la investidura en el Reichstag.

A esas alturas Hitler ya habia aprendido varias lecciones sobre el camino democratico hacia el poder. Primero, que no lograria la mayoria absoluta jamas; segundo, que nunca obtendria la mayoria via compromisos en el Reichstag; tercero, que Hindenburg nunca le otorgaria de buen grado su confianza; y cuarto, que no podria mantener largo tiempo su dominio sobre el partido y sobre su brazo armado, las SA, si se mantenia en la oposicion. Por eso, en el se fue abriendo camino nuevamente la idea del putsch, solo que ahora sabia que resultaria imposible el asalto violento al poder. Se armo, por tanto, de paciencia a la espera de su oportunidad.

En ese momento crucial para el ascenso de Hitler al poder, finales de 1932, es interesante desmontar una serie de mitos y recordar los puntos de apoyo en su escalada hacia la Cancilleria. Primero, las subvenciones de la banca, la industria y el comercio no fueron la catapulta fundamental del nazismo. Segundo, la crisis economica, que hizo avanzar al NSDAP, no fue el unico argumento del ascenso hitleriano: las clases que mas padecieron las penurias votaban comunista o socialista. Tercero, los votantes de Hitler no fueron unos papanatas embaucados por un habil charlatan: el grueso de sus votantes era de clase media y en las multiples elecciones de 1932, Hitler consiguio la mayoria de los votos universitarios. Cuarto, Hitler no consiguio el poder gracias a la violencia de las SA, aunque verdaderamente su brazo armado infundio temor y respeto en sus enemigos y le permitio libertad de accion o ventajas que, sin ellos, hubieran sido impensables; sin embargo, los enormes auditorios que le escucharon, esperandole a veces durante horas con temperaturas inclementes, solo se explican por las esperanzas que su oratoria suscitaba.

Respecto a los cimientos sobre los que se asento la erupcion nazi hay que resaltar algunos puntos. Primero, los agravios de los vencedores de la Gran Guerra. Segundo, el clima antisemita que ya existia en Alemania antes de la aparicion de Hitler. Tercero, la alarma suscitada en la burguesia, la nobleza y el ejercito por la revolucion sovietica y por los intentos comunistas de alzarse con el poder en Alemania tras la derrota en la Gran Guerra. Cuarto, las graves crisis economicas, que arruinaron a las clases medias. Quinto, la filosofia nacionalista, racista y potenciadora de la superioridad aria, difundida por filosofos alemanes desde finales del siglo XIX. Sexto, la atomizacion politica, permitida por la Constitucion de Weimar, entrego la partida de nacimiento a los nazis. Septimo, el fin del parlamentarismo, enterrado por Bruning al empenarse en gobernar por decreto, y admitido por Hindenburg, que firmaba esgrimiendo el articulo 48. Octavo, las esperanzas suscitadas por el nazismo entre los industriales respecto a una resurreccion nacional que, naturalmente, iria acompanada del rearme y de la plena actividad fabril. Noveno, la habilidad y la falta de escrupulos de la propaganda nacionalsocialista, basada en que todo puede prometerse porque la memoria de los votantes es flaca. Decimo, la ductilidad de los programas y su falta de concrecion: los oradores nazis, con Hitler a la cabeza, decian a sus auditorios lo que estos querian oir, prescindiendo de sus posibilidades reales y huyendo de planes concretos; Hitler no daba recetas economicas, que hubieran podido ser rebatidas por los expertos, sino que prometia trabajo, orgullo nacional, paz social, bienestar, felicidad… algo que todos deseaban y que casi nadie tenia en aquella Alemania de finales de 1932.

EL CANCILLER DE HINDENBURG

Tras las elecciones legislativas del otono de 1932, Hindenburg despidio a Von Papen y llamo a la Cancilleria al general Schleicher, un intrigante sin otro merito que ser amigo de Oskar, hijo y principal asesor del mariscal presidente. Sus maniobras para dividir al NSDAP, ofreciendo a Gregor Strasser la vicecancilleria, tuvieron un efecto contradictorio. Hitler, creyendo que Strasser habia entrado en el juego, forzo la dimision parlamentaria de su viejo correligionario y se retiro a Baviera. Desde entonces, solo tendria una idea en la cabeza: destrozar a Schleicher. El destino le iba a poner en la mano una arma terrible para hacerlo, al propio Von Papen, que no habia digerido su salida de la Cancilleria, pues suponia, con fundamento, que tras la decision de Hindenburg habia estado la trama del hijo del mariscal y del general Schleicher.

Notables del mundo del dinero y de la industria reunieron a Hitler y a Von Papen, buscando una salida en el laberinto por el que daba tumbos la direccion politica del pais. Efectivamente, la vida parlamentaria no existia, los partidos se movian solo a impulso de las intrigas, el Gobierno funcionaba a base de decretos excepcionales arrancados al presidente. Hindenburg, cada vez mas debil, mas ciego y mas impresionable, se adheria a la opinion del ultimo que pasase por su despacho, pero su cabeza aun funcionaba y tenia buena memoria, de modo que tardo menos de un mes en advertir su error al designar a Schleicher, que se mostraba incapaz de reunir una fuerza parlamentaria suficiente para gobernar. El anciano militar se daba cuenta de que volvia a estar en la misma situacion que con Bruning y con Von Papen. Si a ellos les habia retirado su confianza, ?por que ofrecersela a Schleicher, que solo le estaba demostrando su capacidad para la intriga? Le hubiera gustado expulsarle de la Cancilleria, conteniendole solamente su condicion de general. Pero la situacion del canciller era tan debil que basto un simple rumor para derribarle.

Durante la tarde del domingo 29 de enero de 1933, corrio por Berlin el bulo de que Schleicher estaba a punto

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