nazismo. A los efectos de esta narracion, una sola frase interesante: la sensacion de los que quedaban en el bunker tras el suicidio de Hitler: «Le odie porque nos abandono de esa manera. Nadie sabia que hacer. No teniamos vida propia.»
El paradero de los restos de Hitler es, tambien, asunto controvertido. Segun algunos, jamas aparecieron. Una version sovietica, difundida anos mas tarde, aseguro que los soldados que llegaron a la Cancilleria dia y medio despues fueron informados de donde se hallaban los restos, los recogieron y los trasladaron a Moscu. Medicos sovieticos habrian realizado la autopsia, identificandolos plenamente y tranquilizando a Stalin respecto al final de Hitler. En favor de esta historia hay que decir que el Gobierno sovietico jamas mostro inquietud alguna respecto al paradero de Hitler y que en el juicio de Nuremberg no se puso en duda su muerte; sin embargo, los archivos historicos sovieticos aun no han confirmado esta version.
Sin embargo, el 3 de abril de 1995, el semanario aleman
De cualquier manera, en el ano 2000, en una exposicion conmemorativa del 55.° aniversario del triunfo sovietico sobre la Alemania nazi, figuraban un fragmento de craneo que se identificaba como el de Hitler y cinco piezas de oro de su dentadura. Pertenecieran al dictador o no, el escaso misterio que aun quedaba dejaba asi de existir. Pero estas precisiones son utiles para desmentir la ficcion que se ha complacido en situar a un Hitler vivo en diversos lugares de la tierra. Verdaderamente, aquellos primeros dias de mayo de 1945 los alemanes no estaban para ocuparse de minucias tales como el paradero de los restos de algunos de sus muertos, cuando en Berlin habia decenas de millares de cadaveres insepultos.
La noticia de la muerte de Hitler se fue difundiendo poco a poco, tan lentamente que llego al cuartel general de Doenitz, en Plon, a las 15.18 h del 1 de mayo, en este telegrama: «
Epilogo
?Por que Hitler designo a este marino, que no tenia vinculacion alguna con el partido nazi y cuyos meritos habian sido la organizacion del arma submarina y, a partir de 1943, la jefatura de la
Sea por esta o por cualquier otra causa, el hecho es que el almirante Doenitz, jefe de una Marina con muy pocos barcos, que en aquellos dias se dedicaban fundamentalmente al traslado de soldados y poblacion civil desde los puertos de Prusia Oriental hacia el oeste, fue nombrado presidente. Tenia su cuartel general en Ploen, entre Kiel y Lubeck, a unos 240 km de Berlin. Hacia alli partieron varios mensajeros con copias del testamento, pero ninguno alcanzo a tiempo su objetivo; mas aun: Doenitz jamas llego a tener en sus manos una de aquella copias que salieron del bunker durante el dia 29 de abril.
El almirante se entero de la gravisima responsabilidad que le habia caido encima al anochecer del 30 de abril, cuando ya Hitler habia muerto, aunque esto no lo sabria Doenitz hasta el dia siguiente. De momento, lo unico que tenia ante si era un escueto telegrama que Bormann le habia enviado el dia 29 y que se habia demorado veinticuatro horas a causa de la caotica situacion alemana al final de la guerra:
«Querido Gran Almirante: puesto que todos los ejercitos han fracasado en sus tentativas de socorro y nuestra situacion parece desesperada, el
Por aquel testamento -que llegaba con una copia del certificado de matrimonio de Hitler con Eva Braun- se entero de que el
Doenitz no era un hombre brillante, tampoco poseia experiencia politica y desconocia tanto las labores de gobierno como las relaciones internacionales. Tenia, sin embargo, un alto concepto del deber y era consciente de que en aquellos momentos de agonia habia que hacer algo con rapidez y buen juicio. Esparcidos por toda Europa, desde Noruega hasta Creta y desde el Cantabrico hasta Yugoslavia, aun habia mas de tres millones de soldados alemanes con las armas en la mano. Cada dia que pasaba, millares de ellos perdian la vida combatiendo sin esperanza y en una inmensa inferioridad de medios.
Doenitz tenia fama entre sus hombres de valiente, campechano y simpatico. La pesada herencia recibida, segun las notas del conde Lutz Schwerin von Krosigk -ministro de Exteriores en aquel gabinete fantasma y principal mentor del presidente Doenitz en los veintitres dias que duro su regimen- cambiaron su caracter, ensombrecieron su risueno rostro y curvaron su espalda, sobre la que comenzo a pesar el destino de millones de alemanes.
De cualquier forma, el almirante realizo probablemente cuanto pudo hacerse en aquellas circunstancias de derrota, caos y odio de los vencedores. En su avance por Alemania, britanicos, norteamericanos y franceses estaban descubriendo todo el horror de los campos nazis de internamiento y de exterminio. La prensa mostraba a los soldados britanicos en Bergen-Belsen, donde contaron millares de victimas aun sin enterrar. El propio jefe supremo de los aliados occidentales, general Eisenhower, habia paseado palido y crispando los punos de colera ante los montones de cadaveres de prisioneros de guerra y de civiles, abandonados por las SS en el campo de Ohrdruf, instalacion dependiente de Buchenwald. La prensa aireaba, exactamente en aquellos dias, el espanto del
Las circunstancias eran, probablemente, las peores que podian darse; pese a ello habia que llegar a un alto el fuego inmediato. Mas la situacion era tan complicada que deponer las armas de cualquier forma hubiera resultado suicida, pues las tropas alemanas inermes podrian ser victimas de la venganza de la poblacion civil en los paises ocupados. Otro problema que se le presentaba era repatriar a las guarniciones aisladas en los paises balticos, pues de todos era conocida la dureza de la vida de los prisioneros de guerra en la Union Sovietica. No era mas facil la situacion de las inmensas bolsas de poblacion civil que caminaban hacia el oeste, protegidas por agotadas tropas que se replegaban combatiendo contra los ejercitos sovieticos.
Doenitz tenia, ademas, otros problemas. Primero, hacerse reconocer como nuevo jefe del Estado, para lo cual llamo a su cuartel general a Himmler, que aspiraba al cargo, logrando su reconocimiento. Segundo, lograr la fidelidad de los jefes de la
Veinticuatro horas mas tarde habia resuelto los tres primeros problemas. En el cuarto hubo de quedarse con los dos hombres de confianza de Hitler al frente del OKW (Alto Mando de las Fuerzas Armadas), el mariscal Keitel y el general Jodl, porque no logro encontrar en la confusion de aquellos dias a los mariscales Von Bock y Von Manstein. Fue una grave contrariedad puesto que estos ultimos tenian un prestigio militar que admiraban los vencedores, al tiempo que no suscitaban la animadversion de los dos primeros, profundamente vinculados a Hitler.
A las 15.18 h del 1 de mayo Doenitz recibio la senal para ponerse en marcha. Procedente del bunker de la