Cancilleria, y firmado por Bormann y Goebbels, llegaba el telegrama que le confirmaba en la presidencia: «
Los acontecimientos no permitieron a Doenitz meditar mucho su critica situacion. El 2 de mayo los britanicos salieron de sus cabezas de puente del Elba y penetraron hacia el este. Montgomery, en la zona norte, arrollo las debiles defensas alemanas y llego hasta Lubeck. Los norteamericanos hicieron lo propio mas al sur y alcanzaron Munich. Doenitz necesitaba llegar a un alto el fuego inmediato en el oeste y ganar tiempo para mantener su retirada del este. El dia 3 un telegrama del mariscal Kesselring, jefe de las fuerzas del sur de Alemania, le anunciaba la rendicion alemana en Italia y le pedia permiso para capitular en su zona. El presidente le autorizo de inmediato, pues suponia un quebradero menos de cabeza, ya que aquellas importantes fuerzas se entregaban a los aliados occidentales.
El mismo dia 3 enviaba una mision, compuesta por el almirante Von Friedeburg y el general Censal, al cuartel general de Montgomery.
El mariscal britanico comprendio la angustia de sus interlocutores, que le ofrecian la capitulacion militar del sector norte, rogandole que permitiera el paso hacia el oeste de soldados y civiles, y accedio a la demanda. Acepto, tambien, las capitulaciones militares de Holanda, Dinamarca y Noruega, con gran alivio de Doenitz, que de esta forma veia garantizada la seguridad de las fuerzas de ocupacion alemanas en aquellos paises; en total, mas de medio millon de hombres. Puso, sin embargo, condiciones en la retirada hacia el oeste: acogeria a los soldados dispersos y no a unidades articuladas. No se responsabilizaba respecto a los civiles, puesto que aquella era una rendicion militar; la
Las condiciones del mariscal britanico planteaban dos graves problemas a Doenitz. La suerte de la poblacion civil y, sobre todo, la de la Marina; necesitaba aquellos barcos para repatriar a las guarniciones costeras del Este. En un momento de las negociaciones, Montgomery habia dicho al almirante Von Friedeburg: «Yo no soy un monstruo inhumano.» La frase, que aludia al atroz crimen nazi que dia a dia se estaba desvelando (la vispera habian descubierto los norteamericanos el espanto de Dachau), constituia un terrible reproche para los alemanes pero tambien fue un clavo ardiendo al que se agarro el atribulado Doenitz.
El almirante empujo a la poblacion civil hacia las fuerzas britanicas que, en general, hicieron la vista gorda y permitieron su paso hacia el oeste. Respecto ala
El 4 de mayo, Von Friedeburg firmaba la capitulacion militar de la Alemania del noroeste ante Montgomery. El acto tuvo lugar a las 18.20 h y el alto el fuego entro en vigor el 4 de mayo a las 8 h. En esos momentos un avion conducia a Von Friedeburg y a Censal hasta Bruselas. En la capital belga varios coches del ejercito norteamericano esperaban a los delegados alemanes para conducirles al cuartel general de Eisenhower en Reims.
La consigna del almirante Friedeburg era ganar tiempo, quiza una semana fuera suficiente, para retirar las fuerzas de Checoslovaquia y de los Balcanes y terminar el traslado en el Baltico. Pronto perdio la esperanza. Llego a Reims agotado y somnoliento. Los norteamericano estaban instalados en un modesto edificio, una escuela de ladrillo rojo. Alli le recibio el general Bedel Smith, jefe del Estado Mayor de Eisenhower, que tras los frios saludos protocolarios puso ante el aleman un documento que exigia la rendicion inmediata e incondicional de todas las fuerzas alemanas alli donde se encontrasen y ante el ejercito aliado que les estuviera presionando.
Replico Von Friedeburg exponiendole el grave peligro en que se hallarian sus fuerzas desarmadas y el desvalimiento de la poblacion civil a la que protegian y se apoyo en el acuerdo firmado la vispera con Montgomery. Pero Bedel Smith se limito a responder que lo negociado con los britanicos era un acuerdo tactico, limitado al norte de Alemania, mientras que lo que tenia delante era la capitulacion general, tal como la exigia Eisenhower. Luego pregunto a su interlocutor si tenia poderes para firmar aquello.
Von Friedeburg respondio negativamente, el no habia ido a Reims a firmar la rendicion del III Reich. En su fuero interno, el enviado de Doenitz sintio una pequena satisfaccion, advirtiendo que podia ganar algun tiempo a causa del propio planteamiento de los aliados. Von Friedeburg se excuso ante Bedel Smith y despacho al general Censal al cuartel general de Doenitz, que acababa de trasladarse a Flensburg, una pequena ciudad pesquera pegada a la frontera de Dinamarca, con apenas 50.000 habitantes y un bello barrio gotico. Doenitz recoge en sus memorias la llegada del mensajero:
«El dia 6, por la manana, llego el general Censal para ponerme al corriente del estado de las negociaciones con Eisenhower. Me dijo que la actitud de este era totalmente negativa. No aceptaria en ningun caso una capitulacion parcial. Teniamos que rendirnos inmediata e incondicionalmente en todos los frentes, incluido el ruso. Las tropas debian entregar las armas, sin destruirlas, alli donde se encontrasen y considerarse prisioneras. El alto mando de la
Doenitz envio a Reims al general Jodl con poderes para firmar y con instrucciones de resistir cuanto pudiera, conteniendo la actuacion militar de los norteamericanos. Jodl, un hombre inteligente pero frio, imbuido en la idea de que la ruptura entre los aliados occidentales y los sovieticos era inminente y con la lacra de haber sido durante anos un intimo y convencido colaborador de Hitler, era un mal interlocutor, pero Doenitz no tenia a otro general de talla que enviar al cuartel general norteamericano. Partio el 6 de mayo hacia Reims y hallo la misma intransigencia por parte de Bedel Smith. En la madrugada del 7 de mayo remitia el siguiente telegrama a Doenitz:
«El general Eisenhower insiste en que firmemos hoy mismo. En el caso contrario, los frentes aliados se cerraran incluso para aquellos soldados que traten de rendirse aisladamente y quedaran suspendidas todas las negociaciones. Solo hay una alternativa: el caos o la firma. Exige la confirmacion inmediata, por radio, de que dispongo de todos los poderes para firmar la capitulacion, que solo entonces podra entrar en vigor. Las hostilidades cesaran el 9 de mayo a las 0.00 h, horario aleman de verano.»
Sin embargo, el aparentemente frio Bedel Smith hizo mas por los alemanes de lo que el gelido Jodl hubiera podido suponer. La angustia de Von Friedeburg, unida a la comprension de que era dificilisimo lograr la capitulacion de tantas tropas, en un espacio tan grande y con unas comunicaciones tan deficientes, lograron que el jefe del Estado Mayor norteamericano propusiera a Eisenhower la concesion de dos dias de margen. Este termino aceptando que las tropas alemanas continuaran replegandose hacia el oeste, sin que los aliados las hostigaran, hasta las 0.00 h del dia 9 de mayo. La condicion era que los delegados de Doenitz firmasen la capitulacion de forma inmediata. Jodl pidio conformidad a Doenitz, que a la 1 h del 7 de mayo telegrafio a Reims su asentimiento.
A las 2.41 h penetro la delegacion alemana en una habitacion cubierta de mapas de los distintos frentes. Alli estaban los representantes de los aliados, presididos por Eisenhower. La ceremonia fue fria. Eisenhower se limito a preguntar si disponian de poderes y si estaban de acuerdo en las condiciones de la capitulacion. Como los alemanes asintieran, se les pusieron delante los documentos. Firmaron el general Jodl, el almirante Friedeburg y el mayor Oxenius, en representacion, respectivamente, de la
Por medio de un interprete y con gesto despectivo, Eisenhower le dijo a Jodl:
«Queda usted vinculado oficial y personalmente a la responsabilidad de que no se transgredan los terminos de esta capitulacion, asi como a su entrega oficial a la Union Sovietica, para lo cual debera comparecer en Berlin el comandante en jefe aleman en el momento en que lo determine el mando supremo sovietico.»
Alfred Jodl, de cincuenta y cinco anos, habia sido oficial de Estado Mayor desde 1914 y ocupado la consejeria militar de Hitler tanto en los dias de gloria como en la derrota. En aquel trance, siguiendo el pensamiento