Octubre-diciembre de 1943

Capitulo 2. Cuelgamuros

Juan Liceran siempre fue carne de obra. Estaba escrito asi desde el dia de su nacimiento pues su familia era pobre y todos tenian que echar una mano para poder salir adelante. Hijo y nieto de albaniles, no podia sino dedicarse a la paleta y el andamio. Se estreno nada menos que a los nueve anos, ayudando a su padre en lo que podia, y no sabia de otra cosa que trabajar como un animal de sol a sol aprendiendo el oficio que habia de proporcionarle sustento para toda la vida. Es por esto que, cuando estallo la guerra, era ya hombre de confianza en la empresa donde trabajaba y tenia asignados a su cargo a un buen punado de empleados. Como nunca fue amigo de politiqueos pero, por edad, le correspondia acudir a filas, desempeno labores de logistica en el Ejercito de la Republica, trabajando en tareas de fortificacion hasta que cayo Madrid. Lo suyo no fueron los tiros sino salvar vidas, protegiendo a aquellos valerosos hombres que luchaban contra el fascismo con sus trincheras, casamatas y refugios. Al acabar aquella locura fue hecho prisionero pero no tuvo ni que pedir un aval pues, de inmediato, acudio a buscarle uno de sus antiguos jefes, don Jose Banus, que le reclamaba para trabajar en su empresa ya que habia logrado importantes contratos con el Nuevo Regimen. Como Liceran nunca se habia metido en lios y Banus y su hermano tenian mucha mano, fue sencillo sacar al capataz del campo de concentracion en el que apenas llego a estar dos dias. El se sabia hombre afortunado, pues otros no habian corrido la misma suerte. En aquel momento se incorporo sin hacer muchas preguntas a la empresa de los hermanos Banus y trabajo aqui y alla, ya que habia mucho que hacer para reconstruir un pais destruido por la guerra. Con seguir vivo era bastante, tenia trabajo, vivia con su familia y no tenia problemas con las nuevas autoridades, asi que opto por trabajar y no buscarse problemas. Jose y Juan Banus eran empresarios de exito y tenian buenas relaciones con el Movimiento, de manera que las obras no faltaban. De hecho, se les reclamo para colaborar en la construccion del monumento mas emblematico del franquismo: el Valle de los Caidos. Alli habia mucho dinero que ganar y ellos, buenos empresarios, se subieron al carro. Como no. Liceran, al igual que todos los vencidos, no queria entrar en consideraciones sobre si aquello le parecia bien o mal, aunque tenia su opinion al respecto. En aquellos dias tan solo se preocupaba de trabajar y salir adelante, que ya era bastante. Nada mas. No queria problemas y bien sabia como las gastaban los vencedores. Su paso por el Ejercito de la Republica solo podia acarrearle problemas; bien era cierto que el no habia hecho nada malo, pero de gente asi estaban llenas las cunetas de Espana mientras que, a veces, los que de verdad se habian llenado las manos de sangre, ensanandose y haciendo verdadero dano a la causa de la libertad habian escapado al extranjero cuando las cosas se pusieron feas. Liceran habia asistido como testigo a aquella maldita guerra y tras ver el comportamiento de los vencedores al acabar el conflicto supo que las autoridades franquistas no habian sabido ni querido entender que, en general, aquellos que se habian comportado como criminales -los hubo en ambos bandos- se encargaron de poner pies en polvorosa, mientras que los pobres desgraciados que habian luchado por corresponderle por su quinta o que solo habian participado como carne de canon se quedaron en Espana pensando que nada tenian que temer.

No fue asi, pues la guerra se convirtio en la excusa perfecta para que se dieran multiples ajustes de cuentas que a veces no tenian nada que ver con la politica sino con viejas rencillas en pueblos, ciudades, venganzas personales y conflictos entre familias. Era por aquel motivo que Liceran obviaba en lo posible aquel asunto y se dedicaba a lo suyo, trabajar y hacer ganar dinero a sus patronos que ya era bastante en aquellos duros e inciertos dias. Fue enviado a Cuelgamuros casi de inmediato, pues se supo que el Caudillo tenia previsto construir un mausoleo que fuera un monumento a los caidos. Segun se decia, a los caidos de ambos bandos. Aunque aquello, la verdad, no se lo creia nadie. El dictador lo tenia pensado desde antes de acabar la guerra, asi que en cuanto llego al poder se dedico a recorrer la zona norte de Madrid, la sierra, acompanado por el general Moscardo, el del Alcazar. Unas veces en avion, otras a caballo o en coche, el caso es que Franco hallo el lugar que buscaba: Cuelgamuros. Un paraje hermoso a un paso de El Escorial, cerca de la capital y de una belleza natural arrebatadora.

Aquello era para el una especie de obsesion, asi que de inmediato se iniciaron las obras. Liceran ya estaba alli con sus patronos el dia en que el satrapa hizo estallar el primer barreno. Fue el primero de abril del ano 40 y se dijo que en un ano el monumento estaria terminado. Ilusos. Tres empresas se encargaban de las obras: San Roman, que debia encargarse de abrir una cripta en la roca viva a base de explosiones, ya que aquel granito era de una dureza incomparable; Molan, que debia hacerse cargo de levantar un monasterio anexo a la cripta; y la constructora de los hermanos Jose y Juan Banus, que debia encargarse de construir una carretera que permitiera llegar al complejo a la mayor cantidad de visitantes posible. Liceran, aun trabajando para los Banus, era requerido igual en la cripta que en el monasterio o en la carretera, por ser veterano, y le preguntaban su parecer sobre muchos aspectos tecnicos relacionados con la construccion. Aquello le permitia moverse arriba y abajo, y saber quiza mejor que nadie lo que pasaba alli. Al poco parecio evidente que las obras no avanzaban al ritmo que se deseaba. Habia pasado un ano y de inauguracion, nada. Apenas se habia progresado un poco en excavar algunos metros de cripta en la roca. El Regimen comenzo a impacientarse y poco a poco se fue dando mas y mas prioridad al proyecto. A Juan Liceran, en el fondo, le parecia inmoral que se dedicaran tantos recursos a algo como aquello cuando en Espana habia hambre y un deficit de infraestructuras tremendo, pero aquel monumento tenia un gran valor simbolico para Franco y su palabra era ley. Aproximadamente en la primavera del 43 se decidio que habia que apoyar aquello con mano de obra reclusa. Los Banus -como otros muchos empresarios- se aprovecharon sin dudarlo de aquella situacion, pues las carceles estaban llenas de presos locos por salir y ganarse la vida como fuera y ellos necesitaban mano de obra de manera urgente. Los batallones de trabajadores no eran lo que se decia un paraiso pero las carceles eran horrendas, mucho peor, estaban atestadas y los presos caian como moscas a causa de la desnutricion y las enfermedades. Salir a trabajar al exterior permitia reducir la condena y, al menos, aseguraba alejarse de las prisiones y los campos de concentracion, asi que eran muchos los penados que solicitaban ir a trabajar pese a que se les explotara descaradamente.

Corria el mes de septiembre cuando Juan Liceran, al que los obreros libres y penados comenzaban a llamar con respeto «senor Liceran», acompano al senor Banus a la carcel de Ocana a por una remesa de presos que trabajara en la obra. Liceran contaba con un maestro cantero, Colas, de Murcia, que era un portento. Habia luchado con la Republica pero fue avalado por un guardia civil al que su familia habia ayudado cuando quedo, siendo un crio, huerfano de padre. Aquello permitio a Liceran llevarlo a trabajar con el a Cuelgamuros y no le habia dado motivos de queja. Tenia unas manos extraordinarias para trabajar la piedra y labraba en relieve como nadie, por lo que Liceran le tenia en alta estima. Era un hombre noble que no hablaba apenas y trabajaba mucho. Los obreros como Liceran y Berruezo escaseaban tras la guerra y se necesitaba como nunca mano de obra cualificada asi que, trabajando bien y sin meterse en lios, podian salir adelante. Era duro y muy triste bajar la cabeza, humillar la cerviz y olvidar aquel sueno que habia sido la Republica, pero en aquellos dias se luchaba tan solo por sobrevivir. A eso se habia llegado. Curiosamente, cuando Berruezo supo que Liceran y Banus iban a Ocana a por mano de obra reclusa, se acerco con disimulo al capataz y le hizo una peticion: alli penaba un conocido suyo, un tal Juan Antonio Tornell que habia llegado a teniente en el Ejercito de la Republica y que era hombre cabal. Le pidio que intentara llevarlo a Cuelgamuros diciendole que no se arrepentiria. Liceran, sin dar lugar a que siguiera rogando, le contesto sin mas: «Descuida, esta hecho».

Cuando Banus y su capataz llegaron al patio de la prision, acompanados por un oficial del ejercito y un guardian, hicieron formar a los presos. De inmediato se pidio que aquellos que quisieran ir a trabajar a la sierra de Madrid dieran un paso al frente. Fueron bastantes los que se ofrecieron. Liceran pregunto de inmediato por su recomendado y el guardian le senalo con la cabeza a un hombre alto como un mastil y flaco como un perro. Alli todos evidenciaban la falta de alimento pero este destacaba por su aspecto macilento y su mirada perdida. Liceran se acerco a su jefe y le pregunto si aquel tipo podia incorporarse a las obras. Tras un momento de silencio, Banus se acerco al penado y le miro los dientes a la vez que le tanteaba los musculos. A Juan Liceran, un hombre honrado, le parecio humillante. Aquellos hombres merecian mas respeto, no estaban en una feria de ganado. ?O si? No quiso pensarlo. Entonces, Banus se giro con mala cara haciendo evidente que aquel tipo no le convencia. Alli habia presos mas fuertes y menos desnutridos que le interesaban mas. Afortunadamente, en aquel momento aparecio un empleado de la oficina que reclamaba a Banus porque tenia una llamada. Aprovechando la pausa, Liceran penso que habia ganado algo de tiempo y se acerco a su hombre.

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