– Quiero decirte una cosa, Tornell.
– Tu diras.
Entonces lo solto. Asi, como si fuera una bomba.
– Yo te consegui el puesto de cartero.
Tornell se sintio confuso, la verdad, el Loco le habia favorecido con un puesto que suponia una serie de privilegios que ya querria para si el preso mas afortunado. Le habia regalado tabaco y le hablaba como si fuera, un amigo de toda la vida. No podia ser. Un tipo despreciable, un asesino de soldados republicanos como nadie habia conocido. Bien era cierto que en los ultimos tiempos parecia haber dado muestras de cierta piedad para con los presos -solo habia que recordar el incidente con el falangista-, pero aquello era demasiado para el. Su mente no podia procesar aquello, ?por que a el?
– Supongo que te preguntaras por que te ayude, precisamente a ti.
Aquel tipo, decididamente, le leia el pensamiento.
– Si, bueno… -dijo rascandose la cabeza rapada al uno. Hacia tiempo ya que habia perdido el control de aquella situacion.
– Ensename a llorar.
Capitulo 17. Un avispero
Ya no habia duda. En aquel momento Tornell tuvo la certeza de que se las veia con un loco. Ahora lo tenia claro, el enfrentamiento con el falangista, su recomendacion como cartero, la obsesion que Aleman comenzaba a mostrar por investigar la muerte de Carlitos… Todo formaba parte de un proceso, de una evidencia: la mente de aquel hombre habia dicho basta. Quiza los remordimientos por los crimenes cometidos le habian empujado a sentirse identificado en exceso con sus enemigos, ahora presos. A veces ocurre, raras, entre el verdugo y la victima. La segunda termina sintiendo una especie de atraccion sumisa por el primero y el primero una suerte de identificacion con el segundo. Tornell lo habia comprobado personalmente en algunos casos que investigo cuando era policia: la victima y el verdugo. Todos locos, claro, como cabras. El capitan, Roberto Aleman, se habia vuelto majareta y aquello solo iba a provocar desgracias, Y el estaba en medio. Conocia a los fascistas y no les gustaban en absoluto las muestras de debilidad, de humanidad, en sus cuadros dirigentes. Aquel tipo estaba acabado. Sintio que un escalofrio le recorria la espalda.
– No le entiendo -farfullo pensando en como salir con bien de aquel lio.
– Soy un mezquino, Tornell. Decidi ayudarte no porque me parecieras un buen tipo, valiente, amigo de tus amigos, no. Lo hice porque te vi llorar y pense que a lo mejor podias ayudarme.
El policia se ratifico: loco, estaba loco. De camisa de fuerza, no habia duda.
– Pero… mi capitan.
– Roberto.
– Roberto. No se puede ensenar a llorar a nadie.
– Lo se, lo se, Tornell. Pero es que esta maldita guerra nos ha hecho a todos insensibles. Yo, como tu, pase por un infierno. Sali de el convertido en una suerte de angel vengador, una bestia sedienta de sangre que queria morir llevandose por delante a todos los enemigos posibles. Sorprendentemente, aquello me mantuvo vivo y ahora pienso… ?para que? Me siento como hinchado por dentro, Tornell, como si miles de gusanos me devoraran en vida, lleno de mierda. Y no puedo olvidar. Se que si, como tu, pudiera llorar, quiza lo arrojaria todo, el miedo, la pena, este odio…
– Lo entiendo, lo entiendo -dijo Tornell alzando la mano.
– Tu lo has hecho.
– Si, pero no se como.
Volvieron a quedar en silencio.
– ?Es verdad lo que se cuenta sobre usted?
– Vuelves a hablarme de usted. ?Que te parece si me tuteas, Tornell?
– Podrian hasta fusilarme.
– Al menos cuando estemos a solas, insisto. No se, como si fueramos amigos.
A Tornell ni se le habia pasado por la cabeza la posibilidad de ser amigo de un fascista. A pesar de que sabia que debia dejar pasar aquel asunto, le pudo la curiosidad y se escucho a mi mismo repreguntando:
– ?Es verdad lo que se cuenta de ti por ahi?
– ?El que?
– Lo de la checa de Fomento.
– No. Bueno, en parte si. Se exagera.
– Pero escapaste de alli cargandote a varios milicianos.
– Si, a dos.
– Vaya -repuso haciendose el sorprendido-. Habia oido hablar de diez o doce.
– A uno lo mate con una pluma, increible, ?verdad? Al segundo con la pistola que le robe al primero. Resulta curioso hasta donde es capaz de llegar un ser humano empujado por la desesperacion, cuando esta al limite de sus fuerzas pero ve venir a la parca…
– ?Tan mal estabas?
– Si quieres que te sea sincero, ni siquiera recuerdo bien lo ocurrido. Solo se que flotaba como en una nube; eso si, ya no sentia dolor.
– Entonces… ?te torturaron?
Asintio.
– Me llevaron a un despacho -anadio con la cara del que recuerda sucesos desagradables del pasado-, con un mandamas. No se muy bien por que pero intui que me iban a «dar el paseo» y algo en mi interior me hizo actuar, ya sabes, como un animal herido. Algo mecanico, instintivo. Ese algo se apodero de mi, Tornell, y asi sigo. Sea lo que fuere, esa maldita fuerza se mantuvo viva en mi durante este tiempo y termino por convertirme en una suerte de depredador, una fiera sedienta de sangre.
– La guerra es asi, por desgracia. O matas o mueres.
– Te digo que no. Lo mio es… anormal.
– No son muchos los que pueden contar que salieron de una checa por su propio pie, y menos de la de Fomento.
– Si, eso es cierto.
– Yo conoci un caso… un chico que sirvio conmigo en los primeros dias de la guerra. Era socialista. Le escribieron de Madrid, alguien de su familia. Decian que habian detenido a un tio suyo al que al parecer queria mucho; iba a misa y creo que habia tenido alguna relacion con la CEDA. Fuentes, se llamaba el chaval. Era teniente. Ni corto ni perezoso se fue para Madrid pues era hombre de estudios, abogado. Se que su idea era acudir directamente a la checa, a fiar a su tio.
– ?Y?
– No volvio jamas.
Aleman sonrio con amargura como si supiera demasiado bien de que se estaba hablando alli. Entonces, mas por disimular que por otra cosa, Tornell volvio a preguntar:
– ?Por que te detuvieron? ?Eras cedista? ?De Falange? -De sobra sabia que no.
– Quia -repuso esbozando una sonrisa que al policia le parecio tragica-. Estudiaba segundo de Medicina. Medicina. Bueno, en realidad… primero y medio. Solo me preocupaban las chicas y terminar mis estudios para ganar dinero. Tenia un hermano falangista que habia logrado escapar tras matar a un crio que vendia
– ?Y tu hermano, el falangista?
– Pues como te digo, estaba oculto, pero no sabiamos donde. Se que lo descubrieron unos dias antes de caer