– Dejalo -apunto Tornell-.Todos hemos pasado lo nuestro, solo que tu tuviste la suerte de estar en el bando que gano.
Silencio.
– Vamos abajo -dijo entonces el capitan cambiando de tema otra vez-. Quiero hablar con el tipo ese que hizo el recuento.
– Vamos entonces -contesto Tornell pensando que aquella conversacion habia sido agradable. ?Que extrana le parecia a veces la vida!
Despues de aquella charla en las alturas, los dos hombres bajaron del penasco desde el que supuestamente habia caido aquel pobre desgraciado de Abenza y se encaminaron a hablar con el responsable del recuento, Higinio. Aleman reparo en que aquel tipo debio de estar algo pasado de peso antes de la condena, por la flacidez de los pliegues que mostraba su piel. Sabia que el fulano era comunista pues habia ojeado su expediente previamente. Parecio alegrarse de que la visita de Tornell y Aleman le permitiera «echar un vale» y descansar por un rato del duro trabajo. El policia habia sugerido a Aleman que le dejara llevar la voz cantante, asi que el militar le dejo tomar la palabra y se dispuso a disfrutar viendo trabajar a un policia de verdad, como en las peliculas americanas.
– Higinio, tu hiciste el recuento en la noche que escapo Abenza.
– Lo hago todas las noches. Ah, y todas las mananas.
– ?Estaba todo el mundo?
El rostro del interrogado tomo, de pronto, una cierta tonalidad palida; parecia afectado. Tornell sonrio levemente, como satisfecho. Higinio, que se tomo su tiempo, repuso:
– Consultad el libro.
– Lo hemos hecho, no faltaba nadie por la noche -afirmo Tornell.
– Pues entonces… -dijo el comunista tirando el cigarro para agacharse a tomar de nuevo su pico. Parecia dar por terminada la charla.
– Un momento -ordeno Tornell-. No he terminado.
El responsable del recuento se giro mirandole con mala cara.
– ?Estas seguro de que por la noche no falto nadie? ?Estaba todo el mundo? ?El propio Carlitos? Segun mis calculos a esa hora ya estaba muerto.
– ?Que tonteria! Pues claro que estaba en el recuento. ?De donde cojones te sacas que a esa hora estaba muerto? Yo lo vi con estos ojitos que han de comerse los gusanos. Con su permiso, capitan Aleman…
El comunista ya se daba la vuelta pero Tornell insistio:
– ?Sabes lo que es el rigor mortis?
Esta vez el comunista ni se paro y sin girarse espeto:
– Claro.
– Pues segun la ciencia, amigo mio, Carlitos estaba muerto en el momento del recuento de la noche. Y segun el libro, reparasteis en que no estaba en el recuento de la manana.
Higinio se giro de golpe. Su mirada parecia inyectada de odio:
– No sabes lo que estas haciendo, Tornell. ?Quieres que te recuerde determinadas cosas?
Aleman dio al momento un paso al frente a la vez que alzaba su vara contra aquel impertinente pero Juan Antonio le puso la mano en el pecho para frenarle.
Este, sin apartar la mirada del comunista, dijo:
– ?Me estas amenazando, Higinio? ?A mi?
– Tu sabes quien soy.
– Y tu sabes quien soy yo…
Aleman no termino de entender bien aquel dialogo pero le parecio obvio que, de alguna manera, los dos presos jugaban a medir sus fuerzas, su influencia dentro del campo. Aquel era un mundo pequeno pero equilibrado y a su manera, compiejo. Una red invisible de favores mantenia unidos a unos y a otros. Y no solo a los presos. Descubrirla era la forma de averiguar quien robaba los alimentos. Entonces, por un breve instante, recordo que aquella era su verdadera mision alli y no perseguir a supuestos asesinos que cometian crimenes que no interesaban a nadie. ?Estaria cometiendo un error?
– Vale, vale. Quedamos como buenos amigos -dijo Higinio echandose hacia atras a la vez que mostraba una sonrisa servil y a todas luces falsa-. No hay problema amigo, no hay problema.
Y volvio al trabajo.
– Vamos a la cantina, alli me explicaras -dijo Aleman.
Una vez bajo aquel chamizo que hacia las veces de bar y sentados ante sendos vermuts, Aleman interrogo al detective con respecto a la entrevista con Higinio.
– Tornell, ?me explicaras que acabo de ver?
– Cosas de presos.
– El tiene, a su manera, influencia. ?No?
– Si.
– ?Por que? ?Por los recuentos?
– No.
– Tu diras.
– No es relevante para el caso que nos ocupa.
– No es relevante, dices…
– En efecto.
– Podria obligarte a decirmelo.
– No, no podrias.
Aleman noto que, al fin, el preso le tuteaba como el queria que hiciera. Se habia acostumbrado a hacerlo en apenas una manana. Al menos, cuando estaban a solas. Y ademas, se le enfrentaba en algo. Bien. Tornell observo al militar demasiado pensativo y tomo de nuevo la palabra.
– Mira, Aleman, ?de verdad quieres seguir con esto?
– ?Con que?
– Joder, con la investigacion de la muerte de Carlitos. ?Eres sincero al respecto?
– Pues claro.
– Entonces debes fiarte de mi. Yo soy el policia, ?recuerdas?
– Si, claro. Como Humphrey Bogart -dijo Aleman comprendiendo que, de momento, le interesaba recular. Ya averiguaria mas al respecto.
Tornell volvio a tomar la palabra.
– Ese tipo sabe algo. Falseo el recuento nocturno.
– ?Como lo sabes?
– ?Viste su cara?
– Si, es cierto, parecia nervioso.
– Mira, Roberto -aclaro-. Es una situacion compleja. Higinio tiene influencia en el campo, si. No quiero que esta investigacion perjudique a nadie. Si fuesemos sutiles… No se, quiza la simple evidencia de que puede perder sus privilegios le haria contarnos por que falseo el recuento. Sabiendo eso, sabremos quien es quien en este asunto.
– Se como hacerlo -dijo-.Vamos.
– Ahora no puedo, Aleman. Tengo que leer las cartas a mis companeros analfabetos. Me esperan.
– Si, claro. Manana por la manana, a la misma hora que hoy.
Capitulo 18. Ridiculo
Baldomero Saez respiro aliviado al comprobar que aquel capitan que habia enviado la ICCP no estaba interesado en su «asunto» y que, ademas, habia perdido la cabeza. Lo pudo comprobar de primera mano, en el despacho del director, con quien estaba tomando un cafe pues habian hecho muy buenas migas. De pronto, se presento alli Aleman acompanado por un preso, Tornell, el cartero, que segun se decia habia sido policia de