ampollas y a otro que estaba siendo atendido en ese mismo momento.

– Si, el Julian, un tarado, y el Risas.

– Si, el Risas, me ha llamado la atencion el apodo.

– Si supieras el porque te sorprenderias mas.

– ?Y eso?

– Porque, querido amigo, Dimas el Risas, natural de Plasencia fue fusilado por hacerse el gracioso.

– ?Como?

– Si, por cierto, creo que el no pudo robar nada, fue maestro y es un pedazo de pan. No lo veo reventando cerraduras…

– Lo del apodo, Juan Antonio.

– Si, si -dijo Tornell riendo-. Al acabar la guerra lo detuvieron y estaba en una carcel en un pueblecito de Tarragona. El y trescientos tios mas. Segun cuenta, cada noche se presentaban los legionarios comandados por un sargento con muy mala hostia y se llevaban a diez o doce que no volvian.

– Jesus…

– El caso es que una noche nombran a unos tios y uno de ellos no sale. Lo vuelven a nombrar y el tipo se pone chulo y dice que no, que no se va. Entonces los presos comienzan a ponerse levantiscos, que si de alli no sale nadie, vivas a la Republica y los legionarios ven que la cosa se va de madre. El jefe, el de la mala leche, saca la pistola y la amartilla apuntando a un preso. Todos reculan y entre cuatro legionarios se llevan al agitador dandole empellones. Entonces, el sargento, un chusquero de los que meten miedo, suelta una arenga, cuatro vivas a Espana, a la Legion y dice que al que se pase de listo, lo fusila. Todos los presos se asustan y la cosa parece calmarse. En ese momento, segun cuenta Dimas, el sargento hace ademan de girarse para salir de la celda a la vez que con un movimiento brusco, destilando chuleria, introduce la pistola en la funda, con tan mala fortuna que se pega un tiro en el pie.

– ?Que?

– Si, claro, al hacer el ademan un poco brusco de guardar la pistola se ve que se disparo.

– ?Que me dices! -exclamo Aleman sin poder evitar reirse-. Pero ?menudo inutil!

– El tio se desploma dando alaridos y lo sacan de alli entre cuatro presos como si fuera un torero al que ha cogido el toro. Segun parece sangraba como un cerdo. Entonces, Dimas, no sabe si por la tension de tantas y tantas noches esperando que fuera la ultima, por el miedo pasado, o por el nerviosismo, comienza a carcajearse sin poder parar. Dice que no se le iba de la cabeza la cara del tipo cuando se dio el tiro el solo, con los ojos muy abiertos, como de sorpresa, las cejas levantadas y cara de susto. Los tres legionarios que seguian en la celda comienzan a alarmarse porque aquello se les iba de madre. «Callate, Dimas, que te fusilan», le decian sus companeros, pero el Risas no podia parar. Total, que un cabo, dice «a ese de la risa, fusiladmelo a la de ya». Y se lo llevan.

– ?Y el que hizo?

– Pues nada, no podia parar de reir. Llorando de la risa y lo iban a matar. Increible. Lo sacan fuera y se lo entregan a los miembros de un peloton, que al parecer se habian bebido media bodega del alcalde que era de la UGT. De camino al cementerio dice Dimas que el panorama era tremendo: el por delante doblado de la risa y los cuatro legionarios y un cabo detras de el agarrandose los unos a los otros. Llegan a la tapia del cementerio y cuando el cabo dice «?Apunten!» un legionario contesta: «Pero a este, ?que le pasa? No he visto una cosa asi en mi vida». El cabo grita «?Fuego» y entre que Dimas se encorva por una nueva carcajada, la oscuridad y la borrachera de los tiradores, las balas le pasan por encima. Excepto una que le da en el brazo y le empuja hacia atras tirandole al suelo. El se queda muy quieto en la oscuridad y el cabo que se acerca a darle el tiro de gracia lo da por muerto y harto de aquello se va. Pasa un rato, se levanta, se hace un torniquete y echa a andar.

– ?Y que paso despues?

– Que lo cogieron ya en Benasque a punto de pasar a Francia.

– Por que poco.

– ?Entiendes ahora lo de Dimas el Risas?

– Claro, claro, lo de ese tipo es increible. Y dices que no crees que robara la morfina.

– No, he trabajado con el. Es un maestro, Aleman, no se puede decir que sea precisamente habil con las manos. Y ahora, repasemos las fichas. ?Te parece?

– Me parece.

Pese al cafe, Tornell se quedo dormido enseguida. Aleman lo cogio en brazos y lo acomodo en el sofa del cesado director. Apenas pesaba como un nino. Estaba demasiado flaco y respiraba con dificultad. Siguio repasando fichas y encontro cuatro posibles sospechosos, dos que fueron cerrajeros y dos ladrones de poca monta. Uno de ellos, el tipo de la astilla en la nalga, el Julian. ?Casualidad? A eso de las cuatro le vencio el sueno.

Capitulo 26. Raul

Era ya de dia cuando Aleman desperto sobresaltado al notar que le zarandeaban. Vio a Tornell.

– ?Despierta, Aleman, despierta! -decia muy excitado el preso.

– ?Que pasa? -acerto apenas a balbucear medio dormido como estaba.

– ?El crio! ?Recuerdas? ?El crio!

– ?Que crio? No te entiendo.

– ?Si, cono! Acabo de recordarlo: el crio, Raul.

El militar puso cara de no entender y el insistio:

– Si, el dia que me… nos atacaron, ?recuerdas? Te dije que el crio, aquel al que defendiste del falangista, el hijo de Casiano…

– Raul.

– Si, ese, Raul. ?Te acuerdas? Ese dia me dijo que tenia que hablar conmigo, que era importante.

– ?Claro, si! Ahora recuerdo.

– Estaba durmiendo y me he despertado de pronto. Ha sido como un fogonazo. Lo he recordado de golpe. Quiero hablar con el. Quiza mi cabeza, poco a poco, comienza a funcionar. Creo que debieron darme fuerte.

– Si, amigo, si.

– ?Vamos a verlo?

– Si, tomamos un cafe y vamos.

Pasaron por la cantina y tras tomar sendos cafes servidos con desgana por Solomando se encaminaron hacia las obras de la cripta. Alli, al fondo, en la explanada, vieron al crio que portaba un botijo ofreciendo agua a los trabajadores. Les saludo con la mano y se dirigieron hacia el.

?Que tendria que decirles? Entonces se escucho un grito.

– ?Cuidado! -exclamo alguien.

Aleman se giro justo a tiempo para ver que una mole se les venia encima. Apenas si logro agarrar a Tornell de la manga de la chaqueta y, tirando con fuerza, lanzarse al suelo esquivando una piedra inmensa que habia rodado desde las alturas. Paso junto a ellos levantando una enorme polvareda de color rojizo. El impacto fue brutal. Un gran estruendo les hizo saber que habia chocado con algo o, a lo peor, con alguien.

Cuando Roberto logro levantarse, con la garganta reseca por la polvareda, se cercioro de que Tornell estaba bien y comprobo de inmediato la magnitud de la tragedia: una enorme piedra habia arrollado a tres hombres dejando sus cuerpos como guinapos, tirados aqui y alla. Raul, el crio, era el cuarto. Al ser mas pequeno habia quedado aplastado contra otra roca mayor. La gente iba y venia con estupor, algunos se mesaban los escasos cabellos, otros gritaban e incluso varios lloraban medio histericos. Se aviso al medico y al enfermero pero nada se pudo hacer. Una desgracia. Entonces salio de la cueva el padre del crio, Casiano. Alguien le habia avisado. Tenia los ojos fuera de sus orbitas, como si no pudiera creer lo que estaba pasando. Corrio hacia donde se hallaba el pequeno cuerpo, llorando y gritando. No pudo siquiera cogerlo en brazos, pues estaba aprisionado entre la roca que habia rodado y otra de mayor tamano contra la que habia quedado aplastado. Entonces levanto la mirada y vio al falangista, Baldomero Saez, que bajaba caminando por la cuesta ajeno a aquel drama.

Casiano, despues de una vida de sufrimiento, de haber perdido a su familia, de la guerra, del presidio, estallo

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