llegue a Espana aclare el malentendido. Me juzgaron por lo mio: haber sido de la UGT y soldado de reemplazo de la Republica, veinte anos. Me quedan cinco, con la reduccion de pena pronto estare en casa. Tuve la suerte de volver a nacer, pero ahora me temo que voy a terminar fusilado. ?Que ironia!
La historia de aquel hombre dejo conmocionado a Aleman. ?Como podia salvarlo? Solo tenia una oportunidad: que Perales fuera inocente y que, ademas, no cantara. Basilio no habia cometido un delito demasiado grave, simplemente habia filtrado cierta informacion. Si no llegaba a saberse no tendria problemas con las autoridades. Aunque aquella confidencia habia provocado la fuga de dos presos de la CNT. Como minimo podia caerle perpetua. Si se sabia, claro estaba. Se despidio de el entre buenas palabras y mejores deseos, prometiendole que haria todo lo posible por ayudarle y camino cuesta abajo con las manos en los bolsillos, abandonandose a sus propios pensamientos. Intento pensar como lo haria Tornell, ?como actuaria un policia de los de toda la vida? Penso en las peliculas norteamericanas, ?que era lo primero que se hacia en las investigaciones? Si, claro, era eso. ?Como no habia reparado en ello? Se dirigio de inmediato hacia la oficina y consulto el cuadro de guardias: solo tuvo que mirar que guardian vigilaba a los hombres que construian el camino en el dia del asesinato. Era sencillo. El asesino habia actuado a eso de las once y media de la manana. Por lo tanto, quiza el guardian a cargo podia declarar que Perales estaba en el tajo en aquel momento. Comprobo que su hombre era un guardian al que los presos llamaban el Amargao, asi que tras preguntar por el se encamino hacia la cantina. Alli lo encontro bebiendo aguardiente con el falangista, Baldomero Saez, que al verle entrar dijo con retintin:
– Vaya, estara usted contento, ?no?
– No se por que habria de estarlo.
– Si, claro. Han cesado a don Adolfo, un espanol ejemplar. Y encima se han fugado dos presos.
Aleman observo de reojo que el guardian le reia la gracia.
– Intentare hacer como que no he escuchado lo que acaba de decir. Lo digo por su bien.
Baldomero Saez parecio encajar el golpe y bajo la mirada. Entonces, dirigiendose al guardian, Roberto apunto con autoridad:
– Queria hablar con usted.
– Usted dira.
Observo que tenia los ojos enrojecidos por el alcohol. Aquel tipo era un mal bicho.
– El dia del asesinato, por la manana, estaba usted vigilando a los presos que construyen el camino, ?verdad?
– Si, asi fue. ?Por que?
– Se trata de Perales. ?Se fijo usted si estaba trabajando alli esa manana?
Puso cara de pensarselo y contesto:
– Creo que no. Que lo fusilen.
Roberto, muy tranquilo, anadio:
– Entonces, si reviso los recuentos y veo que esta inscrito en los mismos, vamos, que trabajo ese dia, podria llegar a la conclusion de que usted ha enganado a un inspector de la ICCP con plenos poderes. No le arriendo la ganancia.
El Amargao dio un respingo en su silla. Apenas sabia que decir. Se le leia el miedo en el rostro.
– ?Y bien? -insistio Aleman.
– No le entiendo -dijo aquel miserable, que no sabia como rectificar.
– Si, hombre, que si voy a revisar los recuentos. Se cuenta a los presos varias veces al dia. Podia haberlo hecho antes de venir aqui, pero no cai. Pense que era mejor la palabra de un guardian de la ICCP, por ahora, claro.
– Perdone, perdone… Don Roberto. Creo que me habia confundido de preso. Perales si estaba. Mire los recuentos, no hay duda.
– ?Seguro?
– Si, no recuerdo que haya faltado al trabajo en los ultimos tiempos.
Roberto dio una palmada de satisfaccion.
– ?Que ocurre? -pregunto Baldomero Saez vivamente interesado.
– Pues ocurre, querido amigo, que Perales es inocente, porque si estuvo toda la manana trabajando no pudo cometer el crimen ni pudo atacarme a mi. Es inocente, queda claro.
– Le veo muy interesado en salvar a los presos de la justicia -dijo el falangista.
– No, no lo entiende. Solo quiero que se haga justicia, que es distinto.
El falangista emitio un bufido.
– Pero ?no lo ve? -anadio-. ?Por que cree que le estan dejando investigar? ?Por unos rojos muertos? ?No sea ingenuo, hombre de Dios! Esta usted investigando este caso porque le agredieron, porque es usted un oficial del ejercito espanol, porque se han fugado dos presos. No se equivoque.
El capitan quedo mirandole con cara de pocos amigos y apunto:
– Sea como fuere, querido camarada Saez, tengo plenos poderes para llevar a cabo esta investigacion. Y usted -dijo senalando al guardian-, presentese de inmediato en el destacamento de la Guardia Civil para que le tomen declaracion. Es una orden. -Y dicho esto salio de alli muy orgulloso.
Cuando llego al destacamento de la Guardia Civil se encontro con que el capitan habia subido desde el pueblo. Parecia molesto por haber tenido que desplazarse hasta alli. Era un tipo delgado, mas bien alto, con un fino bigotillo y cierto aire aristocratico, casi decadente. Estaba muy delgado; era evidente que la droga le consumia. Lucia unas espesas ojeras, unas inmensas bolsas bajo los ojos y se le marcaban los dientes debido a la desnutricion, como si fuera un preso. Aleman habia conocido muchos adictos como el en el frente. Soldados que tras consumir morfina por una herida grave habian terminado por convertirse en esclavos de aquella maldita droga.
– El capitan Trujillo, supongo.
– El mismo que viste y calza. Supongo que es usted el capitan Aleman.
– En efecto, en efecto.
– ?Ha avanzado usted en sus investigaciones?
– Pues me temo muy mucho que si.
– Vaya, al final va a resultar usted un tipo eficiente.
– Se hace lo que se puede. De hecho, venia a poner en libertad al preso.
– ?A ese tal… Perales?
– Si, senor, a ese. Ha resultado ser inocente.
– ?Y como ha llegado a esa conclusion, si puede saberse?
– Pues ha sido mucho mas sencillo de lo que pensaba, la verdad. El asunto es muy simple: el ataque se produjo a eso de las once y media, y resulta que uno de los guardianes certifica que Perales estuvo trabajando en las obras del camino durante toda la manana. Por tanto, no pudo ser el. Punto.
– Ya. ?Y tiene usted algun otro sospechoso si puede saberse? -No parecia que aquello le gustara mucho.
– Pues no, la verdad. Pero han aparecido nuevas evidencias que espero podran aclarar las cosas.
– ?Nuevas evidencias?
– Si, curiosamente acabo de ojear las pertenencias de Higinio, el comunista, ?y a que no sabe usted que he encontrado entre ellas?
El capitan de la Benemerita le miro con cara de pocos amigos.
– Pues no, no lo se.
– Dos ampollas de morfina.
Noto que aquel tipo le miraba con rencor, ahora si. Estaba claro que no era trigo limpio. La referencia a la morfina habia hecho que su cara se transformara en una mascara de odio. Decidio seguir con aquel ataque.
– ?Y no le parece a usted raro que un preso tuviera en su poder algo tan caro? Me temo que es posible que hayamos descubierto una red de trafico de estupefacientes dentro del campo.
– ?No diga usted tonterias! El culpable es Perales. ?Acaso no recuerda usted la nota?
– Esa nota es falsa. Le he dicho que hay un funcionario publico que vio a Perales trabajando toda la manana. He ordenado que todos los presos escriban esas mismas palabras. Comparando la caligrafia sabremos quien fue el culpable. He venido a poner en libertad al preso.
– ?No puede ser!
– Como lo oye. Tengo plenos poderes para actuar en este asunto.