Fermin, el Poli bueno, como le llamaba Tornell.

Disfruto del momento, de aquella fantastica sensacion de triunfo: don Adolfo era un ser mezquino, probablemente el responsable del desvio de alimentos hacia el mercado negro y se alegro de que ya no tuviera influencia sobre aquel campo. De pronto, se encontro con Basilio, que volvia de hacer un recado apretando el paso.

– ?Basilio!

El preso le miro con cara de desesperacion, como el que se ve descubierto y dijo:

– Capitan, queria verle. Estoy metido en un buen lio.

– ?Lo dices por lo de la fuga?

– Si, claro. Ahora se sabra que yo pase la informacion a los anarquistas. Todas las sospechas apuntaran a Perales porque averiguaran que Higinio y el andaban a la grena por lo de la fuga… le van a dar mas que a una estera… y el confesara quien les dio el soplo.

– Tranquilo, tranquilo. No vayas tan rapido.

– Usted no sabe… con el trabajo que me costo llegar aqui, salve la vida de milagro… yo, estoy perdido.

Se puso a sollozar. Aleman lo aparto del camino discretamente y tomaron asiento en una de aquellas enormes rocas que tanto abundaban en Cuelgamuros.

– Tranquilizate, hombre. Piensa, piensa. ?Por que iba a salpicarte esto?

– ?No lo entiende? Estoy metido en un buen lio. Ya se lo he explicado. Ahora, con el asunto de la fuga, las cosas se han puesto muy serias. ?Han cesado al director! Hasta ahora el asunto no les preocupaba demasiado, ?que mas les daba un preso muerto o incluso dos? Le enviaron a usted a investigar porque alguien agredio a un capitan del ejercito. Los dos muertos eran presos, ?no lo entiende? Un preso no vale nada, menos que un perro. Pero ahora la cosa se complica, ha habido una fuga. Van a curtir a Perales, cantara: sabran que yo fui con el cuento a los anarquistas, ellos sabian gracias a mi que esos dos presos iban a ser depurados… es cuestion de tiempo. Sabran que Higinio y Perales discutieron por el asunto de la fuga. Perales es hombre muerto pero yo estoy perdido por filtrar informacion de la oficina.

– Tranquilo, veamos… ?con quien has hablado de esto?

– Bufflf.

– Me refiero al personal del campo, guardianes, guardias civiles…

– No, no, de esos ninguno. Pero a estas alturas todo el mundo lo sabe, me refiero a los presos.

– Entonces, bajo mi punto de vista, debes estar tranquilo. Solo me lo has dicho a mi, o sea que lo sabemos Tornell y yo. No tienes nada que temer.

– ?Claro que tengo que temer! ?No se da cuenta? Es cuestion de horas que Perales cante.

– Perales es inocente.

– ?Como lo sabe?

– Lo se y punto. Ademas, Tornell piensa lo mismo.

– Da igual que sea culpable o no, a la primera hostia cantara. Estoy perdido, salve la vida de milagro y… ahora, me veo de nuevo perdido. ?Cuantas veces puede tocarle la loteria a un hombre?

– No se… quiza… ?una?

– Exacto. Y a mi ya me toco.

– No te entiendo -dijo Aleman.

– Si, hombre, ?acaso no conoce mi historia? Es famosa en todo el campo.

– No, ?deberia conocerla?

– Yo estuve en Mauthausen.

– Vaya.

– Escape de milagro. Cuando acabo la guerra yo estaba en Cataluna, con mi hermano. Salimos por piernas. Fue horrible. Recuerdo aquella maldita carretera, camino de Francia, atestada de perdedores, de gente que no podia caminar. Un camino repleto de heridos, ancianos, ninos y gente que arrastraba sus pocas pertenencias en un ultimo y desesperado intento de llevar consigo algo que les perteneciera a una vida incierta. Los aviones nacionales pasaban y nos hostigaban continuamente, nos ametrallaban dejando tras de si un reguero de muertos y heridos. Cuando llegamos a Francia la cosa fue aun peor, nos hacinaron en un campo de concentracion junto al mar, en la playa y nos trataron como a animales. Aquellos guardias sudaneses, negros como el tizon, nos hicieron la vida imposible. Alli enfermo mi hermano, Sebastian, pero logramos salir gracias a un conocido que nos avalo y nos dio trabajo. Parecia que podiamos empezar una nueva vida pero las cosas volvieron a torcerse: los alemanes invadieron Francia. No tardaron mucho en venir a por nosotros. Las autoridades del nuevo estado espanol les proporcionaron listas de republicanos exiliados en Francia. Nos enviaron a Mauthausen. Aquel era un lugar horrible, trabajabamos horas y horas en una cantera desde la que teniamos que subir enormes bloques de piedra a traves de unas escaleras empinadas, irregulares. Eran muchos los que caian desde alli. No sabe usted como son esos alemanes, son bestias despiadadas. Tenian calculado milimetricamente cuanto duraba un preso. La falta de alimento y el trabajo iba deteriorando lentamente los organismos. Vi como mi hermano se consumia mas rapidamente que yo porque habia ingresado enfermo. ?Sabe? Hay una cosa que no se me va de la memoria: cuando mi hermano estaba ya muy mal y apenas se podia mover, ocurrio algo. Entre todos lo llevabamos en volandas al trabajo e intentabamos disimular para que los guardias no notaran que apenas si se aguantaba de pie. Yo sabia que era cuestion de tiempo, de dias. Cuando un preso ya no servia para el trabajo lo ejecutaban directamente. Recuerdo que por aquellas fechas recibimos una visita ilustre, Himmler vino al campo.

»Estaba revisando la cantera rodeado de prebostes cuando saco un reloj de bolsillo y parecio contrariarse porque este no funcionaba. Uno de los guardianes le indico que Joaquin, uno de los presos, muy amigo por cierto de mi hermano, era relojero. Le hicieron dar un paso al frente. «?Sabrias arreglar esto?», dijo Himmler tendiendole el viejo reloj que al parecer fue de su padre. «?Claro!», exclamo el bueno de Joaquin. El nazi lo miro con cara de pocos amigos y con una sonrisa ironica en los labios sentencio: «Mira, espanolito, te dire lo que haremos: si arreglas el reloj tendras una racion extra de comida. Pero si fallas, si no eres capaz de hacerlo, te pegare un tiro aqui mismo. ?Que dices?».

– Y tu amigo… -dijo Aleman.

– Acepto el reto. Con un par de huevos y sin dejar de mirar a los ojos a aquel tipejo miserable. Himmler le dio veinte minutos. Joaquin era un relojero extraordinario, de eso no cabia duda, a pesar de la desnutricion, de los nervios, no le temblo el pulso.

– ?Y lo arreglo?

– Si, senor. En apenas diez minutos.

– ?Que par de huevos! ?Y que dijo el nazi?

– Ordeno que le dieran una racion extra de comida. Aquello era un autentico tesoro en aquel campo. ?Y sabe lo que hizo con ella?

Aleman ladeo la cabeza a la vez que observaba como una lagrima rodaba por el rostro de Basilio.

– Se la dio a mi hermano. Fijese que cosa. Aquel tipo se habia jugado la vida por arreglar un maldito reloj, se habia enfrentado al mismisimo Himmler demostrandole que tenia dignidad, mas que el, y que no temia a la muerte, y tras ganar una racion extra de comida se la regalaba a un companero que estaba sentenciado a muerte por la enfermedad.

Aleman sintio que se le partia el alma al escuchar aquella historia. Tenia un nudo en la garganta. Basilio continuo hablando:

– Mi hermano murio la semana siguiente. Cuando esos hijos de puta lo metieron en la camara de gas aun se movia un poco. [4]

Roberto quedo en silencio mirando a Basilio. Realmente no sabia que decir. Algo parecido le habia ocurrido cuando escucho la historia del ametrallamiento en Albatera. Entonces, buscando algo que anadir, pregunto:

– ?Y como llegaste hasta aqui?

– Un gran golpe de suerte. ?Recuerda que le dije que la loteria solo toca una vez en la vida?

– Si, claro.

– Pues eso… que me toco la loteria. Las autoridades espanolas mandaron aviso para que extraditaran a un preso que al parecer habia sido un pajaro de cuidado, un tal Basilio Calleja Lopez. Durante la guerra civil se habia comportado de manera bastante sanguinaria. Yo, curiosamente, me llamo Basilio Callejo Lopez.

La casualidad quiso que el autentico Basilio Calleja hubiera fallecido en el campo seis meses antes. Los alemanes se confundieron, simplemente fue eso. Puede decirse que gracias a una letra pude salir de alli. Cuando

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