poder acometer aquella tarea que le ocupaba. Cuando volvio a la habitacion de Tornell debian de ser las diez de la noche. Se sento junto a su cama. Respiraba profundamente. Permanecio con los ojos abiertos, sin poder dormir, mirando al frente durante mucho tiempo. No supo cuanto estuvo asi, pero al final le vencio el sueno. Durmio de forma muy agitada, incomodo, revolviendose en la incomoda butaca. Tuvo pesadillas. Puede que sonara algo sobre la guerra o quiza sobre la checa de Fomento. De pronto, a eso de las dos de la madrugada, un ruido le hizo despertar sobresaltado. ?Era una voz? Si, era una voz. Dio un salto en la silla.
– ?Estais ahi?
Era Tornell. Habia hablado.
Se acerco a el y le tomo la mano.
Tenia los ojos abiertos. A pesar del nerviosismo acerto a encender la luz de la pequena lamparita. Comprobo que le miraba con sorpresa. Era obvio que no sabia donde se encontraba.
– Murillo ha disparado, ?ha disparado! -dijo el preso con mirada de loco, muy sobresaltado.
– ?Que dices? -logro preguntar Aleman recomponiendose un tanto.
Entonces, Tornell le miro como ido. El militar llego a temer que el preso hubiera perdido la razon.
– Tornell. Soy yo, Aleman. Roberto Aleman, el capitan, del Valle de los Caidos, ?me recuerdas?
El herido le miro de nuevo con los ojos muy abiertos, como un nino. Aleman sintio que un escalofrio le recorria la espalda. Aquel pobre hombre habia perdido la cabeza por su culpa.
– Si, claro, lo recuerdo. Aleman. ?Como estas, amigo?
– ?Sabes quien soy? -dijo Roberto. Le parecio entender que le habia llamado amigo.
– ?Claro! Eres Aleman.
– Si, eso es, el capitan Aleman. ?Estas bien?
– Te digo que si, amigo.
?Le habia llamado amigo por segunda vez? Noto que se le ponia la piel de gallina.
– Te habian dado fuerte. Temiamos por tu vida.
– ?Como van nuestras pesquisas?
En ese preciso momento comprendio que Juan Antonio Tornell habia vuelto a la vida. ?Lo recordaba todo! Le tomo las manos. ?Le habia llamado amigo?
– Bien, amigo, bien. ?Estas bien! ?Estas bien! -exclamo Roberto emocionado.
Al momento sintio una sensacion extrana, atavica, que le retrotraia a su ninez.
Noto una extrana sacudida. Parecia como si sus mejillas estuvieran mojadas. Hipaba. Levanto su mano derecha, y con cuidado, se toco la cara.
Estaba llorando.
Tornell, algo desorientado, no entendia lo que estaba pasando. Le miraba con perplejidad, como esperando que le diera una explicacion.
Roberto, por su parte, habia perdido cualquier posibilidad de controlarse y no podia dejar de llorar. Por primera vez en muchos anos sintio como que se rompia por dentro. Todo el dolor que habia ido acumulando salia de golpe gracias a Tornell. Estaba vivo, parecia regir. Se sentia aliviado, mal y bien a la vez. Como si estuviera realizando una suerte de catarsis, magica, que le hacia sacar todo lo que habia llevado dentro. Intento calmarse y, medio balbuceando por la emocion, pudo explicar a Tornell que el asesino les habia atacado.
– Pero ?por que lloras?
– No es nada, no es nada -acerto a decir-. Solo es que… pensabamos que te habias ido.
– ?Yo?
– Si, aquel tipo te dio fuerte.
– Si, lo recuerdo a medias, como entre suenos… fui a ver a Higinio. No recuerdo del todo bien, me duele la cabeza.
– Descansa, descansa. Tienes que ponerte bien. Poco a poco iras recordando, seguro.
Entonces toco el timbre y llamo a la enfermera. Esta aviso al medico, que se presento al momento. Procedieron a examinar a Juan Antonio. Parecia encontrarse bastante bien. «?Cuando van a darme algo de comer?», preguntaba sin cesar. El medico dijo que aquello era buena senal. Asi que cuando terminaron el reconocimiento, le llevaron una taza de caldo que sento muy bien al convaleciente.
– Te han recomendado que descanses. Vamos a dormir un rato -dijo Roberto.
Apago la luz y Tornell se recosto. Aleman se sento junto a el, en la butaca.
– ?Sabes? Cuando desperte hace un rato… -dijo de repente el preso- crei que estaba en otro lugar, en Albatera. Era horrible, todo parecia ocurrir de nuevo…
– ?El que?
– … si, cuando estaba alli… presencie algo terrible. Era verano, hacia un calor horrible. De pronto, una tarde, el cielo se cubrio. La sensacion de ahogo era insoportable, la humedad, el bochorno… dormiamos arracimados al aire libre.
«Recuerdo aquella noche de forma nitida. Comenzo a llover. Nos mojabamos, estabamos empapados. De repente, un oficial, Murillo, salio de su casamata y… se dirigio hacia una ametralladora. Se sento delante de ella, con calma, y la dirigio hacia donde nosotros nos encontrabamos. Yo lo veia perfectamente pero… pero nunca pense que fuera capaz. Parecia que solo queria jugar con nosotros un rato, asustarnos, lo hacia a menudo. Estaba borracho, como siempre. Entonces quito el seguro y sin previo aviso hizo fuego. Algunos se habian levantado y rodaron sobre mi. Como fichas de domino, ?sabes? Murieron quince. Aun recuerdo los gritos.
Aleman no podia creer lo que escuchaba.
– Pero… ?por que lo hizo? -acerto a preguntar.
– ?Que mas da? Podia hacer con nosotros lo que quisiera, estaba borracho.
– Habria una investigacion, claro.
– Si, la hubo. ?Y sabes lo que declaro?
– No.
– Que queria probar el arma. Dijo que queria asegurarse de que no estaba encasquillada.
– ?Jesus! Debes estar tranquilo, Tornell, aqui estas a salvo, de veras.
Quedaron en silencio durante un momento y, la verdad, Roberto no supo que decir. Resultaba dificil explicar que alguien pudiera comportarse de esa forma, y menos alguien de su bando. Estaba tratando de buscar una explicacion a aquello, intentando decir algo que pudiera aclarar aquel tipo de comportamiento mezquino e inhumano, cuando escucho que Tornell roncaba. Suspiro de alivio. Sintio que, por segunda vez en aquella noche, las lagrimas rodaban por sus mejillas. Juan Antonio no merecia tantos sufrimientos como habia pasado. Era un gran hombre, una buena persona. Comprendio que llevaba anos intentando sentir algo, llorar, pero para ello miraba hacia dentro. El estaba muerto por dentro y no sentia. En cuanto habia ayudado a alguien habia comenzado a sentir, como una persona. Despues de mucho tiempo rezo dando gracias al cielo.
Al dia siguiente Tornell desperto de un humor excelente. A pesar de lo aparatoso de su vendaje parecia no encontrarse demasiado mal. Incluso se levanto y dio un paseo por el pasillo acompanado por Aleman. Este le conto lo que habia sucedido y el preso se opuso radicalmente a que avisara a Tote. Temia que la pobre se llevara un susto de muerte, asi que dijo que preferia aguardar un par de semanas para encontrarse mejor cuando ella lo viera. Enseguida demostro que su mente se hallaba en perfecto estado pues escuchaba atentamente todo lo que Roberto le contaba con relacion al caso e incluso iba haciendo preguntas sobre la marcha.
Cuando Aleman le conto lo de la nota que senalaba hacia Perales sentencio de inmediato:
– Ese tipo es inocente.
– ?Como lo sabes?
– Lo se, son muchos anos de oficio.
– ?Recuerdas lo que sucedio en el barracon?
– Si, comienzo a hacerlo. Recuerdo que cuando llegue del pueblo me dijeron que Higinio queria verme en su barracon. Al llegar me lo encontre tumbado en su camastro. Estaba muerto. A pesar de ello me acerque a el, no se, por si tenia algo de pulso. Entonces intui que algo iba mal. El asesino estaba alli. Cuando quise darme cuenta senti un tremendo golpe en la cabeza y ya no recuerdo mas.
Aleman continuo dandole detalles sobre el caso. Le conto sus conversaciones con Perales y Basilio.
– Ese asunto de los dos anarquistas tiene su miga -le dijo al instante el policia.
– ?Que quieres decir?
– Pues que esta muy claro. Ese tipo, Basilio, fue a los anarquistas con el cuento de que dos de sus hombres