– Pues no parece usted alegrarse de lo ocurrido…

– No me entiende, mi capitan. Yo le admiro. Tornell puso fin a una vida de vicio, el juego, las mujeres, las deudas, las estafas… Gracias a el me converti en un hombre nuevo. Pertenezco al Opus Dei. ?Ha oido hablar de nosotros?

– Pues la verdad, muy poco.

Aquel pesado le solto unos folletos. Hizo como que los leeria luego.

– Tu eres…

– Cebrian, para servirle a usted y a Espana.

– Ya, si. Bueno, queria verte por un asunto. Aqui os echa una mano un preso, un tal… Basilio.

– Si, era comunista. Tiene una historia unica. Un tipo con suerte. Deberia dar gracias al Altisimo.

– Querria hablar con el.

– Si, claro, espere cinco minutos. Esta al llegar.

Aleman tomo asiento e hizo como que leia los folletos. Le parecieron aburridos hasta hartar. No se le iba de la cabeza la situacion de Tornell. El lo habia metido en aquel lio y podia costarle la vida. Entonces entro un preso esmirriado, poca cosa.

– ?Basilio? -pregunto Aleman. El se cuadro marcialmente-. Vamos fuera, quiero hablar contigo.

Salieron al exterior, era una manana despejada y el sol fundia la nieve acumulando tal cantidad de barro que hacia intransitable aquel paraje.

– Tengo que charlar contigo sobre un asunto importante.

– Usted manda -dijo estrujando su raida gorra con las manos.

– Se trata de Perales.

Comprobo al instante que su cara comenzaba a ponerse palida.

– Ha sido detenido -dijo el oficial.

– ?Ah! No lo sabia.

Le parecio obvio que el preso mentia. A aquellas alturas todo el mundo en el campo debia saber que Perales estaba en el calabozo.

– Esta en un buen lio. No se si sabes que han aparecido evidencias que lo relacionan con el asesinato de Higinio.

– ?Como?

– Como lo oyes. Hemos encontrado una nota en la que se afirma que Perales asesino a Higinio.

– Pero ?como iba Perales a hacer algo asi?

– Por eso quiero hablar contigo. Tengo entendido que tu disponias de cierta informacion digamos… sensible.

– No entiendo lo que me dice.

– Si, por tu trabajo en la oficina. Me dicen que proporcionaste cierta informacion… eres comunista.

– Yo le aseguro a usted… que yo no…

– No te esfuerces -dijo Aleman alzando la mano-. Se de buena tinta que trabajas para los comunistas. Me dicen que proporcionaste una informacion que pudo enfrentar a Higinio con los anarquistas. ?Es cierto?

– No puedo decirle…

– ?Quieres ir al cuartelillo como Perales?

– No, espere.

– Mira, Basilio, Perales esta metido en un buen lio, Higinio esta muerto y hay alguien que esta asesinando presos. No me preguntes por que pero no creo que Perales sea el asesino. Me inclino a pensar que colocaron esa nota en mi puerta para hacerme sospechar de el.

– Si, creo que va usted encaminado.

– Si crees que estoy en lo cierto deberias ayudarme. ?Que es lo que contaste a los comunistas?

– No puedo decirle… si yo se lo contara quiza perderia mi puesto en la oficina. Podria incluso volver a prision.

– No tienes opcion, Basilio. Si no me lo cuentas te mando al cuartelillo, en cambio, si me lo dices, te aseguro que sere discreto. Tu eliges.

El preso quedo mirando hacia el suelo, jugueteando con la nieve con la punta de su alpargata.

– ?Me da usted su palabra de que no dira nada?

– Cuenta con ello.

– ?Nadie sabra que yo se lo he contado?

– Te he dicho que tienes mi palabra, joder. Soy un oficial del ejercito espanol. ?Que mas necesitas?

– Supongo que no puedo pedir mucho mas. Usted gana.

Vera, mi puesto en la oficina me permite enterarme de ciertas cosas… eso me convierte en un hombre valioso. No le ocultare que durante la guerra milite en el Partido Comunista. Cuando me entero de algo util procuro decirselo, ya sabe usted, al Partido.

– ?Y?

– Supe que habia un par de companeros de la CNT que estaban en un apuro. Se les iba a reabrir una causa pendiente. Alguien habia dado el chivatazo y les habia identificado. Parece ser que los buscaban en Logrono en relacion con la muerte y violacion de unas monjas. Yo se lo conte a Higinio, como por otra parte debia hacer. Pero la situacion de estos camaradas era dificil. Eran anarquistas. Asi que lo comente tambien con Perales, que era su jefe directo.

– Y a Higinio no le hizo gracia.

– En efecto, surgieron ciertas tensiones.

– ?E Higinio se enfado con Perales en lugar de hacerlo contigo?

– Si, asi fue. En parte, claro.

– No lo veo claro.

– No sabe usted como son las cosas entre republicanos. Hay que respetar el escalafon y sobre todo tener claro a que grupo pertenece uno.

– ?Y por eso se enfadaron, dices?

– Hubo cierto revuelo, si. Este es un mundo complejo, me refiero al campo. El equilibrio que lo mantiene es ciertamente delicado.

Aleman presintio que Basilio le ocultaba algo. No terminaba de ver claro por que aquello habia provocado un enfrentamiento entre comunistas y anarquistas. A fin de cuentas no habia sacado nada en claro de su conversacion con el. Los presos eran muy reservados porque asuntos como aquel podian depararles muchos problemas. Todos deseaban salir de alli cuanto antes. Estar en el Valle de los Caidos, aunque resulte dificil de creer, no dejaba de ser un privilegio; pese al duro trabajo y a las condiciones infrahumanas los presos sabian que acortarian sensiblemente sus penas permaneciendo alli.

Cualquier infraccion contra el reglamento seria duramente castigada y reportaria la perdida de privilegios o la vuelta a un campo de concentracion, que era algo mucho peor. Si se descubria que los presos estaban organizados podia costarles caro. Roberto miro su reloj. Pretendia acercarse al hospital. Estaba preocupado por Tornell, asi que decidio dar por terminada la entrevista.

– Puedes irte -dijo-.Volveremos a vernos.

Llamo rapidamente a su coche. Queria llegar cuanto antes.

Capitulo 23. La lluvia en Albatera

Roberto paso el resto de la tarde en el hospital. Permanecia en vilo porque Tornell no parecia mejorar. Tampoco empeoraba. Se sentia fatal. ?Que pensaria su mujer de el? Porque el, Roberto Aleman, y solo el, habia llevado a Juan Antonio a aquella situacion. El le habia hecho implicarse en la investigacion y ahora yacia postrado a un paso de la muerte por su culpa. A pesar de lo que sentia por Pacita, de que comenzaba a mirar hacia el futuro, se hubiera cambiado por Tornell. De veras. Se sentia abrumado por la culpa. Todo lo estropeaba, todo. Incluso cuando pretendia ayudar a alguien. Lo suyo era matar gente. Solo eso. Aproximadamente a las nueve de la noche salio a comer un bocadillo. No tenia hambre, la verdad, pero penso que debia ayudarse a si mismo para

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