– Hay dos guardias civiles junto a la puerta. Hagame usted el favor de dejarnos. Comprendo que este es su despacho pero tengo que hablar con el.
El director le miro con extraneza pero Aleman agito en su mano el papel que le habia expedido su futuro suegro. Salio como una fiera del despacho. Entonces, Roberto hizo algo que habia visto en las peliculas americanas de detectives. Penso que Tornell, de encontrarse alli, lo habria aprobado. Era aquello de… «policia bueno, policia malo». No se habia inmiscuido durante la actuacion del director a proposito porque aquello le colocaba en inmejorable posicion para ganarse la confianza de aquel desgraciado. Curiosamente, en ningun momento su mente lo habia visto como un asesino. Con parsimonia, lentamente, coloco una silla frente al sillon y, muy serio, lo mas que pudo, le dijo con voz queda:
– Tome asiento, por favor.
Entonces se encamino hacia la mesa de don Adolfo y tomando una jarra lleno un vaso de agua. Se lo dio.
– Beba -ordeno sin dejar lugar a dudas.
Perales lo hizo con ansia. Olia a pavor. Aleman lo habia visto ya, mejor dicho, percibido. En hombres que instantes antes de ver venir la muerte sudaban el miedo. Luego vomitaban o perdian el control de los esfinteres. No era algo nuevo para el. Se sento frente a el intentando parecer cercano pero poderoso a la vez. Estaba en manos de sus captores. Aleman se aseguro de que sus rodillas casi se tocaran.
– Ya has visto lo que hay, Perales. En cuanto salgas de aqui con el sargento esto es lo mejor que vas a experimentar. Te esperan un rosario de hostias, palizas y torturas hasta que cantes. Es obvio que tienes algo que contarme.
– Yo… No se de donde viene todo esto, bueno yo… si, claro.
– Cuenta, cuenta.
Se paso la mano por el craneo. Parecia un hombre desesperado.
– ?Si, ya se! -exclamo-. Han sido los comunistas, ese maldito Higinio.
– Higinio era comunista…
Asintio.
– ?Y?
– Esto no me conviene.
Aleman hizo una nueva pausa intentando pensar mientras observaba su rostro lo mejor que podia.
– Mira, Perales, puedes contarmelo a mi, aqui y ahora, o bien esperar y que te lo saquen esos bestias en el destacamento de la Guardia Civil.
– ?Y que? -repuso algo agresivo-. Ademas, usted no es mejor que ellos.
Roberto se levanto de inmediato. No podia perder el control de la situacion.
– Si -le dijo levantandose para abandonar la habitacion-. Tienes razon, yo soy, he sido quiza mil veces mas brutal que ellos. No me siento orgulloso de ello. Tampoco es que me arrepienta. No se, actue impulsado por los acontecimientos. Si no hubieran matado a mi familia no estaria aqui, no te quepa duda. Luego perdi la cabeza, me movia el odio. Ahora intento reparar el mal que hice… como tantos otros. Quiza en estos dias actuaria de otra manera, si tu quisieras, claro; pero… ?quien sabe?
– Espere -dijo el preso cuando el oficial ya habia llegado a la puerta y giraba el picaporte.
– ?Si?
– Usted no lo entiende.
Aleman solto la manija y volvio sobre sus propios pasos.
– No entiendo, ?el que?
– No puedo hablar, soy inocente, han intentado hacerme pagar, probablemente los comunistas… pero si hablo… sera peor para mi.
– ?Peor que te fusilen por asesinato? Tu no conoces a mi gente. Mira, alguien ha matado a dos presos y atacado a un tercero y a un oficial. ?Te das cuenta? Alguien ha atacado a un oficial, a mi, dentro de las instalaciones del campo. Aqui se va a liar una tremenda. Querran solventar rapido la papeleta. Tienen un sospechoso, ?tu! ?Sabes como funciona esto? Se lleva al tipo al cuartelillo, se le ahostia, confiesa y asunto cerrado. ?Y a otra cosa, mariposa! Estas de mierda hasta el cuello.
– Me quedaba muy poca condena…
– ?Y?
– Ese Higinio era el jefe de los comunistas.
– Cuentame algo que no sepa. Te repites.
– Usted sabe que esos malditos hijos de Stalin nunca han podido vernos.
– ?A quienes?
– …a los anarquistas…
– Y tu eres quien esta al mando.
– En efecto.
Aquella confesion era motivo mas que suficiente para que aquel tipo no volviera a ver la luz del sol. Eso con suerte. Aleman resoplo.
– Estas en un buen lio.
– Ya se lo decia.
– E insinuas que eres inocente y que te han querido colgar el muerto.
– Lo afirmo.
– Ya. ?Y cual era el problema exactamente entre vosotros?
– Los comunistas han sido siempre gente muy organizada. El mismo Higinio era preso de confianza. Tienen un tio en la oficina que hace los recados. Supo que dos de los nuestros…
– ?Si?
– No debo.
– ?Sigue, cojones! Te estoy intentando salvar la vida Perales. A no ser que, claro, seas de verdad el asesino.
– Si, si… Hay dos de los nuestros a los que les han reabierto una causa por unas monjas asesinadas en Logrono. En dos semanas o asi los trasladan y de esa ya no salen. Van al paredon. -Entonces se paso el dedo pulgar por el cuello de forma muy explicita.
– Ya, ?y?
– No puedo decir mas.
Aleman se quedo mirandolo.
– Te quedaba poco.
– Si.
– Si he entendido bien, dices que alguien escribio esa nota para inculparte en la muerte de Higinio por el asunto de esos dos camaradas tuyos de la CNT.
– Si, asi es.
– Pero ?por que? ?Que pasa con esos dos?
– No puedo hablar mas.
– Y ese tipo, el comunista que os dio el soplo de que los iban a trasladar, ?como se llama?
– No se lo puedo decir.
– Idiota, lo averiguare con solo ir a la oficina.
– Basilio. Un tipo singular.
– Ire a la oficina. A ver que puedo hacer.
– Nada. Se lo digo de antemano. Estoy
Salio de alli con la certeza de que Perales tenia razon. No podia hablar. Asuntos entre presos, rinas entre facciones, las viejas rivalidades que hundieron a la Republica. No aprendian.
Le parecia curioso pero reparo en que en ningun momento se le habia pasado por la cabeza que fuera el asesino, ?por que?
?Instinto? No lo sabia.
Cuando llego a la oficina se encontro con un tipo con pinta de sacristan que le pregunto por Tornell. Todo el mundo sabia en el campo que habian estado realizando pesquisas juntos. Le dio las malas noticias.
– Vaya. El me metio en la carcel, ?sabe?