– Tengo que hablar contigo -le dijo sin saludar siquiera.

– Ahora no puedo, voy tarde.

– Me relevan, el director ha enviado un informe sobre mi y…

– No me sorprende -dijo el preso.

– No, no, espera, tenemos que hablar.

– A eso de las once y media estare de vuelta. Luego me cuentas.

– De acuerdo, te espero y luego hablamos. Tengo que despedirme de esa rata del director.

Entonces, el policia se paro y le dijo:

– ?Sabes?, esta manana, el crio al que ayudaste, Raul, al que cruzo la cara ese falangista, me ha dicho una cosa rara. «Quiero hablar con usted», me ha comentado cuando me lo he cruzado camino del tajo. «Es importante», me ha gritado cuando se alejaba junto a su padre y los otros presos. ?Sera algo relacionado con el caso?

– Han cerrado el caso, Tornell, de un plumazo. Por mi culpa. La muerte de un preso no importa a nadie, tenias razon.

– Ya.

Parecia decepcionado.

– No te preocupes, ahora hablamos, cuando vuelvas. Ve, ve -repuso Aleman sintiendose culpable.

?Quien le mandaba meterse en aquellos lios? Se sento en unas rocas a fumar un cigarrillo y lo vio alejarse. Se sintio impotente y maldijo por lo bajo. Queria ayudar a aquel hombre. Mejor dicho, tenia que ayudarle; pero no sabia si podria hacerlo. Al menos le quedaba el consuelo de haberle conseguido el puesto de cartero. Aquello era mejor que picar piedra, sin duda. De hecho, Tornell habia mejorado, se le veia mas repuesto y comenzaba a ser otro. Quiso consolarse pensando que en parte era por el. Era curioso, pero cuando estaba con Juan Antonio se sentia comodo, como si fuera un amigo de toda la vida, algo raro en un tarado poco sociable como Aleman. Asi funcionaban las cosas en aquellos dias locos y extranos. Todo un misterio. Pensaba y pensaba sin explicarse por que de pronto sentimos una gran simpatia hacia alguien a quien acabamos de conocer, mientras que apenas establecemos lazos con otras personas que conocemos de toda la vida. ?Por que dos personas se hacen, en un momento, amigos? ?Por que surgen ciertas corrientes afectivas entre individuos que apenas se acaban de conocer? Quiza a Tornell no le ocurria lo mismo, claro, pues reparo en que el no era mas que un carcelero pero se sentia obligado a ayudarle. Se lo merecia. Se conjuro para convencer a su futuro suegro para que lo sacara de alli a trabajar en la ICCP. El podia hacerlo. Si. Aquello le tranquilizo un tanto.

Paso la manana despidiendose del director, que parecia burlarse de el con su sonrisa de hiena mientras fingia amabilidad. Tambien dijo adios al senor Liceran, al medico y a los demas. Hizo el equipaje con su ordenanza. A Venancio no le hizo gracia la idea de que su jefe dejara el ejercito, pero Aleman le aseguro que seguirian viendose a menudo y que el general Enriquez se encargaria de el. Cuando quiso darse cuenta eran casi las once y media. Bajo a paso vivo a la cantina y una vez alli pregunto a Solomando:

– ?Ha vuelto Tornell?

El tipo estaba gordo hasta decir basta.

– Si, ha subido al barracon a coger no se que, se ha dejado aqui la cartera con el correo, ahora vuelve - contesto.

Aleman decidio acudir a buscarle pues tenia prisa y los malos tragos cuanto antes se pasen, mejor. Al llegar vio a un preso tumbado que se levanto intentando cuadrarse pese a que llevaba un aparatoso vendaje en la pierna.

– Estoy aqui porque me he accidentado -dijo para justificarse.

Era obvio que el uniforme de Aleman le daba miedo. Roberto se alegro de que aquello fuera a acabar. El ejercito iba a ser para el cosa del pasado.

– Tumbate y descansa, ?joder! Estas herido.

– Si, si, perdone.

– ?Ha estado aqui Tornell?

– Si, le he dado un recado: Higinio queria verle en su barracon. Me ha dicho que era urgente, asi que, en cuanto se lo he dicho, ha salido para alla rapidamente.

Aleman penso que si Higinio habia pedido una entrevista a Tornell, era porque queria cantar, asi que salio hacia alla a toda prisa. Le invadia la curiosidad. Al fin sabrian el motivo por el que habia falseado el recuento. ?Hallarian al culpable? Cuando llego al barracon, nada mas entrar, sintio un viejo olor que conocia demasiado bien: un aroma dulzon, el de la sangre. Entro con precaucion y vio a Tornell tumbado sobre el piso junto a un enorme charco de sangre. Estaba al lado de un camastro en el que yacia Higinio con una aparatosa herida que le cruzaba el gaznate de parte a parte. Estaba muerto. Un fragmento de lengua, y una masa informe de ligamentos y venas asomaban por la aparatosa herida. Pese a que su instinto se lo sugeria, cometio el error de acercarse primero a socorrer a Tornell, temia por su vida. Al instante supo que el asesino estaba tras el, lo presintio, debia haberle escuchado llegar. Un golpe brutal en la cabeza le hizo tambalearse. Le habia sorprendido por la espalda. Maldicion. Todo se puso negro.

TERCERA PARTE

Diciembre de 1943

Capitulo 21. El hospital

Don Angel Lausin volvia de hacer una cura junto a la cripta a un obrero que se habia enganchado un pulgar con un clavo cuando se vio abordado por un guardia civil que, a la carrera, le espeto:

– ?Venga, venga, don Angel! ?Ha habido una desgracia!

El medico le siguio inmediatamente a todo lo que daban sus piernas, no en vano habia comenzado a nevar y el piso estaba resbaladizo. Por el camino, aquel hombre le dijo que se habian producido disparos y le menciono algo acerca de «varios heridos» que don Angel no termino de entender bien. Al fin llegaron a la puerta de uno de los barracones de San Roman, donde varios presos y guardianes se agolpaban junto al cuerpo inerte del capitan Aleman. El medico se temio lo peor. De inmediato, y tras apartar de alli a todos los curiosos dejando espacio al herido, comprobo que tenia pulso. Estaba inconsciente y tenia la pistola en la mano. Esta olia a polvora.

– He venido corriendo alertado por los disparos -le dijo uno de los guardianes.

El herido tenia una fuerte conmocion, pero al menos respiraba.

– Un panuelo -dijo el galeno a uno de los guardias-. Pongale nieve dentro y coloquenselo en la nuca. Tiene un fuerte hematoma. ?Y los otros heridos?

– Por aqui, doctor -le indico otro de los guardias civiles.

Dentro del barracon se encontro con dos presos que sujetaban la cabeza de Juan Antonio Tornell y presionaban con un trapo una herida situada en la zona temporal de la que manaba sangre en abundancia. El medico comprobo que tambien tenia pulso y dispuso que trajeran un camion para evacuar a los dos heridos al hospital con la mayor rapidez posible. Le hizo un vendaje compresivo al preso para asegurar que no se desangrara y deseo que saliera adelante.

El tercer hombre no necesitaba su ayuda. Era Higinio, un preso de confianza, el mandamas del Partido Comunista en el campo y yacia degollado brutalmente sobre su catre. ?Que habia pasado alli? Al momento llego el director. Parecia consternado. Subieron a los dos heridos al camion y fueron evacuados. El amo de aquella prision, don Adolfo, un tipo demasiado religioso para el gusto de don Angel y que vivia dominado por su desagradable esposa, se empeno en que permaneciera alli hasta que llegara el juez. Parecia obstinarse en sacar sus propias conclusiones: segun el, Tornell habia matado a Higinio y al verse sorprendido por el capitan Aleman se habia abalanzado sobre el brillante oficial, que se habia defendido con valor reventandole la cabeza. Su teoria hacia

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