no volveria a ocurrir. ?Paz penso que estaba para comerselo…! Le dijo, demasiado a la carrera, entre tartamudeos y toses nerviosas que sus intenciones eran honestas y que queria ?casarse con ella!

– Es la declaracion de amor mas rara que he visto en mi vida -dijo ella haciendose la dura.

– Si, tienes razon, todo lo estropeo.

Se le escapaba… Cuidado.

– No, no, he dicho rara. No he dicho que me desagradara, Roberto. No te he empujado asi por ti sino por mi. Temia no poder controlarme.

El la miro muy sorprendido.

– Eso… ?es un si?

– Claro, tonto -contesto ella.

Entonces la tomo en sus brazos, ahora de pie, y volvieron a besarse apasionadamente. Cuando ella sintio que se iba a desmayar el muy idiota la solto.

Era tarde. Decidieron volver dando un paseo. Cogidos de la mano como dos tortolos. El le pidio permiso para hablar con su padre y Paz repuso que si, que cuanto antes. Roberto dijo que lo haria al dia siguiente, pues tenia que subir a Cuelgamuros a despedirse, a recoger sus cosas y a dejar libre a su fiel ordenanza, al que Enriquez ya habia buscado acomodo en las oficinas de la ICCP.

Roberto hablo mucho durante el camino, con entusiasmo, parecia otro. Le confeso las cosas que comenzaba a sentir, «como si hubiera vuelto a vivir». Al igual que le ocurria a un preso, Tornell, que le ayudaba en la investigacion y con el que empezaba a hacer amistad. Al parecer habia sido oficial de la Republica y brillo como policia antes de la guerra. Le hablo tanto de el que llego a sentir celos. Aquel hombre, como el, habia padecido mucho, mucho. Aleman relato a la chica algunas de las cosas que le habia contado sobre los campos de concentracion y ella sintio que su mundo se hundia. ?Acaso no les decian que el Movimiento trataba con equidad a los descarriados? ?No eran ellos los buenos? ?Que falta de piedad era aquella? Cuando se despedian en la puerta de casa ella se atrevio a preguntarle:

– Hay una sola cosa que quiero saber, Roberto.

– Dime -repuso el poniendose muy serio.

El coche le esperaba con el motor en marcha mientras el chofer miraba a unas criadas que parloteaban en la acera de en frente.

– ?Que es eso de «tu crisis»?

El sonrio con amargura.

– ?Tu padre no te ha contado?

– No, nunca quiso hacerlo.

Suspiro como si se le hiciera dificil hablar de ello.

– Tu sabes que cuando acabo la guerra me fui voluntario a cazar maquis por la sierra, a Leon. Luego, a la Division Azul.

– Si, claro, lo se.

– Para mi la guerra no habia terminado. Estaba todo aqui dentro, Paz -dijo senalandose la cabeza- y por eso iba a los destinos mas arriesgados, las mas dificiles misiones. Ahora se que lo que buscaba era hacerme matar. En Rusia cai herido y me repatriaron. Se rumoreaba que la Division Azul iba a volver a casa, que a Franco no le convenia seguir tan alineado con el Eje. Ahi supe que todo habia acabado para mi. Habiamos ganado la guerra, ya no luchabamos en ningun sitio y no podria seguir enfrentandome con aquellos rojos a los que tanto odiaba.

– ?Odiabas?

– Odiaba, si.

– Eso es bueno, Roberto.

– Espero que lo sea. El caso es que en aquel momento me senti vacio, comprendi que lo que habia estado haciendo no era sino buscar la muerte, quiza porque me sentia culpable por haber sobrevivido, mientras que ellos… mi familia… no. Y encima, a cada intento, ganaba una medalla.

– ?Cuantas tienes?

– No se, la verdad es que llego un momento en que perdi la cuenta. Comprendi lo que me sucedia. No podia soportarlo. Vivir era para mi un castigo… toda mi familia habia muerto, dos hermanos idealistas, uno de cada bando, mis padres, mi hermana… todos eran mejores que yo… yo era un tipo alocado, feliz y que no merecia ser el elegido, el superviviente. Por eso arriesgaba mi vida, me sentia culpable de seguir vivo. Entonces sufri «mi crisis». Recuerdo las cosas como en un sueno, como el dia en que escape de la checa de Fomento, aquel dia en que comence una vida horrible y triste. Se que me meti en la banera, llena de agua caliente y me corte las venas. Mira. -Entonces le enseno las cicatrices que tan bien ocultaban los punos del abrigo y la guerrera.

– Jesus, Maria y Jose… -dijo ella santiguandose.

– Mi ordenanza me encontro a tiempo. Le debo la vida. Me llevaron a una casa de reposo donde estuve en tratamiento… ?por que me miras asi?

Silencio.

– Si rompes el compromiso lo entendere -dijo el mirando al suelo.

– Jurame que nunca vas a volver a hacer eso.

– Lo juro.

Volvieron a besarse y un cura que pasaba les recrimino mientras que Roberto le gritaba:

– ?Usted a sus rosarios, padre!

No pudieron evitar reirse de aquello.

– Pensaba que despues de contarte esto perderias el interes.

– Tengo mas que antes -contesto ella muy resuelta-. Desde los quince anos. Cuando venias a casa acompanando a mi padre. Ahi decidi que eras mio.

Sonrio.

– Hace dias llegue a una conclusion alli arriba, en Cuelgamuros. Se como arreglar esta cabeza mia.

– ?Como?

– Aprendiendo como funciona. He decidido retomar mis estudios y estudiar Psiquiatria. Podre ayudar a mucha gente, Pacita.

La beso de nuevo.

– Es una gran idea, Roberto. Llevala a cabo. Te ayudare, lo prometo -dijo ella-. Pero ahora es tarde, manana hablaremos con mas calma.

Y lo dejo alli, mirandola marchar como un tonto mientras ella sentia que iba a estallarle el corazon de alegria.

Capitulo 20. Higinio

Aquella noche Aleman no pudo dormir: se sentia feliz ante el cariz que habian tomado los acontecimientos e incluso no le desagradaba la posibilidad de licenciarse de aquella manera, con la paga integra. Podia casarse e incluso dedicarse a estudiar. Psiquiatria. Podria ayudarse a si mismo y a los demas. Aquel era un pais lleno de gente traumatizada por la guerra, como el, como Tornell, como tantos. Tenia una vida por delante, algo que hacer. Pacita parecia estar loca por el y su general y su esposa le querian como a un hijo. ?Que mas se podia pedir? Solo habia dos cosas que bullian en su mente y que no le daban tregua: una, el orgullo; no habia podido averiguar quien robaba las provisiones y lo peor, ?quien habia asesinado a Abenza? No queria dejar ambos trabajos sin concluir pero las circunstancias mandaban. Habia cometido el error de quedar como un loco ante el director y estaba fuera de ambos casos. La segunda duda que le acosaba estaba referida a Tornell.

El lo habia metido en aquel negocio pese a que el preso no queria saber nada del asunto. Aleman le habia hecho volver a sentirse policia, le habia pedido ayuda y ahora, se veia obligado a alejarse de alli. ?Como se lo tomaria? Decidio acudir a verle nada mas levantarse. Le ayudaria, intentaria echarle una mano, un mejor destino, quiza en la oficina de la ICCP y a ser posible, en cuanto hubiera ocasion, el indulto. Le ayudaria, si. El sueno le vencio, al fin, a eso de las seis. Por ese motivo desperto algo mas tarde de lo normal. Se vistio a toda prisa y llego tarde para poder hablar con Tornell. Lo alcanzo a las ocho y media, cuando el cartero salia ya camino del pueblo a por el correo.

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