aguas por todas partes, pues a aquellas alturas era evidente que Aleman habia hecho fuego al aire con su arma reglamentaria y Tornell habia recibido un buen golpe pero no quiso contradecir al rector del campo pues era un tipo ruin y vengativo.
El repentino ingreso de dos varones en estado inconsciente, un capitan del Ejercito y un preso del destacamento del Valle de los Caidos, causo cierta consternacion en el servicio de urgencias del hospital de San Juan de Dios. El capitan fue atendido de inmediato y tras la aplicacion de eter recupero el conocimiento en un gran estado de nerviosismo preguntando: «?Donde esta Tornell?, ?donde esta Tornell?». No decia otra cosa y repetia una y otra vez aquella frase en un claro desvario, por lo que el medico al cargo decidio que se le inyectara pentotal a efecto de sedacion. La exploracion radiologica que se le realizo demostro que no existia fractura alguna, solo un gran hematoma que afectaba a la zona cervical, por lo que se decidio administrarle analgesicos por via intravenosa y hielo para reducir la inflamacion. Debia permanecer en observacion por si acaso. En apenas dos horas el paciente recupero la conciencia y tras preguntar por el preso se tranquilizo al saber que este estaba vivo. Las enfermeras no quisieron hacerle saber que Tornell estaba bastante grave pues presentaba una herida en la zona parietal con abundante perdida de sangre. No habia fractura osea pero si sufria importante traumatismo craneoencefalico que le hacia permanecer inconsciente. Era necesario esperar unas horas para vigilar la evolucion del herido pues los medicos no sabian si habia sufrido algun tipo de lesion interna mas grave. No descartaban la posible existencia de coagulos en el interior del craneo. La fuerza publica se presento en la habitacion del preso para que quedara vigilado pues parecia ser responsable del asesinato de otro preso y de la agresion al capitan.
Cuando Roberto Aleman desperto seguia preguntando constantemente por Tornell. El hecho de que llamara al preso «mi amigo» provoco ciertas suspicacias entre el personal medico y los guardias civiles que pululaban por alli. Enseguida consiguieron calmarle entre todos, aunque no le dijeron toda la verdad y aquella primera noche pudo incluso tomar un caldito que le sento bastante bien. En todo momento estuvo acompanado por Pacita, por su general y la esposa de este, que se tranquilizaron al ver que la vida del capitan no corria peligro. Aquella noche, sorprendentemente, el herido durmio bien. Mas tarde, Aleman sospecho que lo habian sedado a fondo. Cuando desperto al dia siguiente, tras el desayuno, tuvo una visita inesperada. La policia fue a tomarle declaracion. Eran dos tipos que vestian gabardinas grises, como en las peliculas americanas. Afortunadamente su general aparecio por alli de inmediato e insistio en estar presente. El policia que llevaba la voz cantante era un inspector de apellido Rodero; Muy serio y con un bigotillo que le daba un aire algo siniestro. Sus ojos eran muy negros, brillantes y huidizos.
– Bien -dijo abriendo el bloc de notas-. Sera usted tan amable de contarme como le ataco aquel cabestro que yace en la habitacion de al lado.
– Tornell no me ataco.
– ?Como?
– Que el no fue, hay un asesino suelto por el campo. Noto al instante que los policias se miraban entre si como riendose y pudo percibir que aquello no gustaba a su general.
– Miren -dijo el intentando demostrar que regia y que no estaba afectado por la conmocion-.Tenia que hablar con Tornell antes de irme. Dejo el ejercito y queria comunicarselo. El es el cartero del campo, asi que espere a que volviera del pueblo. Hemos estado haciendo averiguaciones conjuntamente con respecto a la fuga de un penado que acabo en muerte. Nosotros sospechamos que alguien lo mato.
– Lo sabemos, hemos leido el informe del director del campo.
– Vaya, si que saben ustedes cosas… -La policia no es tonta -dijo Rodero sonriendo-. Siga.
– Llegue a su pabellon, me dijeron que no estaba alli y un preso me conto que el tal Higinio le habia mandado llamar. -?Higinio?
– Si, un preso de confianza que hacia el recuento. Sospechabamos que habia falsificado sus notas el dia en que ese preso, Abenza, se fugo. Segun decia Tornell, el rigor mortis demostraba que se habia fugado por la noche, no despues de las seis de la manana…
– Un momento, ?ha dicho Tornell? -pregunto Rodero.
– Si, Tornell, era policia.
– ?Juan Antonio Tornell?
– Si, ese.
Rodero se levanto el sombrero y se rasco la frente; era calvo como una bola de billar.
– Lo recuerdo de antes de la guerra. Ejercia en Barcelona. Era bueno.
Aleman miro a su general arqueando las cejas, como mostrando que tenia razon desde el principio.
– Siga contando, ?que paso?
– Llegue al barracon y vi a Tornell tirado sobre un charco de sangre. Junto a el, Higinio yacia degollado. Senti una presencia detras de mi. Me golpearon. Debi de perder el conocimiento, pero por muy poco tiempo porque enseguida abri los ojos e intente levantarme. El agresor debio de asustarse pues escuche pasos a la carrera. Entendi, medio mareado como estaba, que mi atacante escapaba. Sali al exterior con el arma en la mano, todo me daba vueltas y dispare al aire. Entonces volvi a desmayarme.
– Ha tenido usted suerte.
– Supongo que si. Tornell se llevo la peor parte.
– No se torture, de no haber llegado usted a tiempo quiza ese tipo le hubiera degollado. Hemos estado en El Escorial e hizo un buen trabajo. Zurdo. Un tajo limpio. Ese no es novato.
– Tornell dijo que el tipo que mato a Abenza era zurdo. Lo hizo con una piedra.
Noto que Rodero tomaba nota, muy interesado. El general Enriquez tomo la palabra:
– Entonces… ?piensan ustedes que hay caso?
– Hombre, pues claro -dijo el companero de Rodero.
Aleman sonrio.
– ?Quien esta investigando el asunto ahora? -se atrevio a preguntar el herido.
– Lo lleva el director del campo, no es jurisdiccion nuestra pero tenemos que hacer atestados de cualquier ingreso por heridas de bala, arma blanca o posible agresion en los hospitales de Madrid. Muchas gracias, remitiremos su declaracion a la ICCP.
– Ahi la tienen ustedes -dijo senalando al general Enriquez.
– Manana tendra usted el informe, mi general.
– Muchas gracias. Hablare con su comisario. Han sido ustedes muy amables.
– Podrian quitarle la vigilancia a Tornell, ?no? -sugirio Aleman.
– Si, supongo que si, pero no deja de ser un preso, podria escapar.
Roberto se dio cuenta entonces de que habia dicho una tonteria. El general salio a despedir a los policias al pasillo. Entonces, Aleman reparo en el dano que el director podia estar haciendo a la investigacion del caso.
Cuando Enriquez entro de nuevo le dijo:
– Mi general, quiero ver a Tornell.
– Descansa, hijo.
– Quiero verle.
El bueno de Paco Enriquez cedio y le ayudo a levantarse. Fueron juntos hasta la habitacion contigua. Una monja velaba al ex policia, que parecia mas flaco que nunca. Llevaba la cabeza vendada y respiraba con dificultad.
– ?Se pondra bien? -pregunto Roberto.
– Solo Dios lo sabe -dijo la monja alarmandole mas aun.
Le impresiono verlo asi. Un tipo que habia sobrevivido al infierno y que ahora se hallaba a un paso de la muerte por su culpa. Tenia que hacer algo.
– Vamos fuera -dijo Enriquez.
– Paseemos por el pasillo. Quiero estirar las piernas -sugirio Roberto.
Comenzaron a caminar el uno al lado del otro. Resultaba ridiculo ver a un tipo tan grande como Aleman apoyado en su general, tan energico y tan menudo a la vez. Poco a poco, el mas joven sintio que se le pasaba el mareo.
– Suegro, quiero volver al Valle -dijo-.Tengo que cazar a ese hijo de puta.
Con el paso de los anos, Roberto acabo por darse cuenta de que nunca pidio la mano de Pacita. Habia quedado con ella en hacerlo el lunes pero no habia podido porque estaba empenado en conseguir que un