El jefe de los comunistas en el campo alzo los hombros como demostrando que aquello le daba igual.

– ?Es un asunto del Partido o tuyo?

Higinio rehuyo la mirada del antiguo policia.

– Vaya… tuyo. No podia imaginarme que fueras tan irresponsable. Estas poniendo muchas cosas en peligro, amigo. ?No ves que si te detienen y te interrogan caera mucha gente tras de ti? Te sacaran los nombres de todos los militantes del campo.

– A mi no me van a sacar nada.

– Ya, si, es cierto. El director va a echarte un ordago. Hara como que te pueden quitar los privilegios pero no lo hara. Le importa un bledo la muerte de un preso.

– Lo se. Estoy tranquilo al respecto.

– Vaya, lo sabes todo.

– Es mi obligacion saber lo que se cuece aqui, camarada.

– No me llames asi, Higinio.

Quedaron en silencio, por un momento. Mirandose a los ojos.

– Quitame a ese oficial de encima.

– No puedo, Higinio, simplemente dime quien te pidio que falsearas el recuento. Esa persona quiso ganar un tiempo precioso. Es el asesino.

– No hay nada de eso.

– ?Que te pago? Me parece inmoral que tengas tus tejemanejes personales y que eso pueda perjudicar a mas gente. Dimelo.

– No. No vayas por ahi, has sido un irresponsable poniendome a los pies de ese capitan, ese amigo tuyo…

– ?No es mi amigo!

– Ya, si… que sepas que esto te va a costar caro.

Tornell miro a otro lado, sentado en el suelo, como demostrando al otro que no le temia.

– No se te ocurra volver a amenazarme -dijo reparando en que Higinio caminaba ya ladera abajo.

Lamento profundamente que las cosas se estuvieran desarrollando de aquella manera. ?Que mas daba aquel asunto de Carlitos? Estaba muerto y punto. Aleman, que no era precisamente un tipo equilibrado, le habia metido en aquel embrollo. Ahora Higinio y su gente irian a por el. No le interesaba estar a malas con ellos ni con nadie en el campo.

La comida en casa del general Enriquez fue agradable y el ambiente, muy distendido. Roberto no acertaba a comprender que el general y su esposa le consideraran un buen partido para su hija cuando, poco mas o menos, iban a licenciarle por loco. Pero, en fin, asi era la vida y mejor no plantearse mucho aquel tipo de cosas. La verdad era que el mismo se habia sorprendido por su reaccion al conocer la noticia de su cese. Podia decirse que iba a ser «licenciado con deshonor» pero no se lo habia tomado a mal, al contrario. Le agradaba la idea de dejar el ejercito. Se habia dado cuenta de que estaba cansado de aquello, de la milicia. Ademas, tenia un proyecto vital. Por primera vez en mucho tiempo sabia lo que queria y eso era, en realidad, mas que un motivo para vivir. Despues de la sobremesa, Pacita dijo que por que no la acompanaba al cine y sus padres animaron a Aleman a hacerlo ?sin carabina! No se le escapo el detalle.

Le hacian un gran honor depositando tanta confianza en el. Quiza todos aquellos pormenores contribuyeron a que Roberto no se tomara demasiado a mal su relevo y lo que era peor, no poder aclarar quien habia asesinado a Carlitos Abenza. Lo sintio por Tornell, al que habia metido en aquel asunto. Pero ?que mas daba? La vida comenzaba de nuevo para el y llevaba a una mujer joven del brazo. Tenia por delante un comodo futuro, una buena paga integra asegurada y la posibilidad de dedicarse a lo que quisiera. Estaba en el bando de los vencedores, era un heroe de guerra y tenia el viento a favor. Tenia la sensacion de que incluso se le perdonaba lo de su licencia por enfermedad por el hecho de haberse comportado heroicamente en dos guerras. ?Que mas se podia pedir?

Acudieron al Real Cinema y vieronCasablanca. Aleman se acordo de Tornell, al que comparaba con Humphrey Bogart. Su mente iba y venia a otros asuntos muy distintos a los del filme. Tampoco es que pudiera centrarse solo en el caso, la verdad, pensaba en otra cosa: su mente no era sino un atribulado caos de proyectos, sospechas y recuerdos. De un lado Pacita. ?Que bien olia! Resuelta, hermosa, se lo comia con los ojos. De otro, Abenza, ?quien lo habia asesinado? Sentia un impulso irrefrenable que le inducia a querer averiguarlo. Ya no podria hacerlo. Por no hablar del director, que le daba tirria; era evidente que debia de estar implicado en el asunto del mercado negro y por ello habia aprovechado la primera oportunidad para desacreditarle, para quitarse de encima al sabueso que le habian enviado. Obviamente habia sido tan ingenuo como para ponerselo demasiado facil, y cada uno jugaba las cartas que le habia deparado la fortuna. Tampoco podia reprocharselo. No lo consideraba algo personal. Las cosas ya no eran como en la guerra. Ahora los enemigos surgian de entre las propias filas. Enriquez tenia razon al respecto. Penso de nuevo en Tornell. Parecia remiso a meterse en aquel jaleo pero Aleman le habia convencido para hacerlo. Y ahora se retiraba haciendo mutis por el foro… ?Como se lo tomaria? Pues bien, ?que demonios! Era cartero. Un chollo. Ademas, Roberto hablaria en su favor para que su general pudiera favorecerle a la minima de cambio. Se lo merecia. No podria volver a ser policia, pero seguro que habria alguna forma de aprovechar su talento.

Roberto y Pacita salieron del cine y casi era de noche, las cinco y media. Invierno en Madrid. El aire traia un cierto aroma de tristeza, como suele ocurrir en las tardes de domingo. Pese a ello ninguno de los dos tenia demasiada prisa por volver asi que dieron un paseo por el Retiro. Caminaron cogidos de la mano, como dos enamorados, como si fuera lo mas natural del mundo, y tomaron asiento en un banco aislado bajo un enorme arbol en un camino apartado desde el que se veia el estanque. Hacia frio.

Aleman penso en como aullaria el viento en aquel mismo momento alli arriba, en Cuelgamuros. Pacita se apreto contra el. No habia duda de que no era una mojigata. Ademas, no se molestaba en disimular su interes por Roberto y aquello, decididamente, a el le gustaba.

– ?En que piensas? -pregunto mirando a Aleman con malicia en los ojos.

– En que me gustas, Paz -se escucho decir a si mismo. Parecia un idiota.

Entonces ella le beso y el le devolvio el beso. Un beso profundo y calido. Sintio como ella se estremecia y continuo haciendolo. Percibio algo dificil de explicar, ?acaso era eso lo que estaba buscando? Se sintio excitado de verdad. ?Cuanto tiempo hacia que no pensaba siquiera en mujeres? Su mano izquierda se dirigio hacia uno de sus pechos de forma instintiva, natural. Lo apreto mientras le mordisqueaba el labio inferior. Pacita jadeaba. Entonces, violentamente, ella le dio un empujon y se levanto de golpe.

Roberto quedo paralizado. ?Que habia hecho? No podia tratar a la hija del general Enriquez como a una fresca. ?Que pensaria el si se enterara de aquello? Paz, que habia provocado aquello intencionadamente, penso que los hombres eran tontos, tontos de remate. Cuando una mujer cae en sus brazos suelen creer que la han conquistado, que han conseguido seducirla con sus artes donjuanescas. ?Ingenuos! Paz sabia, desde siempre, que cuando un hombre inicia algo con una mujer, sea duradero, serio o una simple aventura, es porque ella ha querido. Ella los ha elegido y ha decidido de antemano como, cuando y donde deberian ocurrir las cosas. Fue quiza por eso que Roberto se sintio muy azorado y culpable cuando ella se lo quito de encima en el Retiro. Se habia propasado, si. Pero ella no habia actuado asi -como pensaba el- porque un hombre maduro, experto, le hubiera ofendido con su comportamiento, no. Y no es que ella fuera experta en aquellas artes ni mucho menos. Era la primera vez que la besaban. No. Puso fin a aquello porque sintio, por un momento, que se perdia. ?Como iba una chica decente, la hija de un general para mas senas, a comportarse asi en un parque publico? Habia sentido miedo de si misma. Y supo que queria estar con Roberto cuanto antes. Lo habia urdido todo pacientemente: convencer a sus padres, ir a visitarlo a las obras del Valle de los Caidos, hacer ver a su padre la conveniencia de que el pobre Roberto pasara a la reserva… Al parecer, el solito habia metido la pata y se habia colocado en una situacion harto dificil. El ejercito ya no lo necesitaba y se lo entregaba confuso y manso como un corderito.

Por eso, aunque ella misma habia propuesto ir al Retiro y tomar asiento en aquel lugar apartado, para que se comportara como un hombre con una mujer, sintio que la cosa se le iba de las manos. Roberto Aleman le gustaba mas, mucho mas de lo que habia pensado nunca. Paz, pese a sus circunstancias -hija de militar y miembro destacado del Regimen- era de mentalidad avanzada, pero alli, solos, sintio que iba a la perdicion, al escandalo. Cuando la chica se levanto, el se puso en pie, algo agachado, para disculparse pues era bastante mas alto que ella. Su flequillo negro, despeinado, caia sobre su frente y pedia disculpas jurando que la respetaba y que aquello

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