No esta tan claro cual es la respuesta correcta. George cavila al respecto. Le han ensenado que la respuesta correcta es la verdad.
– Porque huelen mal, padre.
El padre suspira.
– Y si huelen mal, George, ?a que se debe?
– ?A que se debe que, padre?
– Que huelan mal.
– A que no se lavan.
– No, George, si huelen mal es porque son pobres. Nosotros tenemos la suerte de poder costearnos jabon y ropa limpia, y de tener un cuarto de bano y no vivir cerca de animales. Ellos son los humildes de la tierra. Y dime, George, ?a quien ama mas Dios, a los humildes de la tierra o a los que rebosan de orgullo injustificado?
Esta pregunta es mas facil, aunque George no esta muy de acuerdo con la respuesta.
– A los humildes de la tierra, padre.
– Bienaventurados los mansos, George. Ya conoces el versiculo.
– Si, padre.
Pero en su fuero interno se resiste a esta conclusion. No cree que Harry Boam y Arthur Aram sean mansos. Tampoco puede creer que forme parte del plan eterno de creacion divina que Harry Boam y Arthur Aram acaben heredando la tierra. Dificilmente esto satisfaria el sentido de la justicia de George. Al fin y al cabo, no son mas que chicos de granja malolientes.
Arthur
Stonyhurst se ofrecio a condonar las cuotas escolares de Arthur si estaba dispuesto a formarse para el sacerdocio; pero la madre declino la propuesta. Arthur era ambicioso y tenia madera de dirigente, y ya parecia destinado a ser el futuro capitan de criquet. Pero ella no preveia que un hijo suyo fuese un guia espiritual. Arthur, por su parte, sabia que no seria posible proporcionarle las prometidas gafas doradas y el vestido de terciopelo y el asiento junto al fuego si se comprometia a llevar una vida de pobreza y obediencia.
A su juicio, los jesuitas no eran mala gente. Consideraban que la naturaleza humana era en esencia debil, y esta desconfianza le parecia justificada a Arthur: no habia mas que mirar el caso de su padre. Tambien entendian que la edad pecaminosa comenzaba pronto. A los chicos no se les permitia estar juntos a solas; en los paseos siempre les acompanaba algun maestro, y todas las noches una figura en penumbra deambulaba por los dormitorios. La vigilancia constante quiza socavase el amor propio y la autoayuda, pero minimizaba todo lo posible la inmoralidad y la brutalidad imperantes en otros colegios.
Arthur creia, en lineas generales, que Dios existia, que a los chicos les tentaba el pecado y que los padres tenian razon en pegarles con la ferula. En lo referente a los articulos de fe particulares, discutia en privado con su amigo Partridge. Este le habia impresionado cuando, en la segunda entrada, habia atrapado una bola cegadora en uno de los mas veloces lanzamientos de Arthur; se la guardo en el bolsillo, en un abrir y cerrar de ojos, y miro a otro lado, fingiendo que la veia desaparecer por la banda. A Partridge le gustaba embaucar a la gente, y no solo en el campo de criquet.
– ?Sabias que la doctrina de la Inmaculada Concepcion es articulo de fe solo desde 1854?
– Me parece un poco tarde, Partridge.
– Imaginate. La Iglesia ha debatido esta cuestion durante siglos, y en todo ese tiempo no era una herejia negar el nacimiento virginal de Maria. De pronto si lo es.
– Hum.
– Pero ?por que Roma decidio de repente rebajar la naturaleza exacta de la participacion de Jose en el asunto?
– Eh, tranquilo, chico.
Pero Partridge ya estaba abordando la doctrina de la infalibilidad papal, proclamada solo cinco anos antes. ?Por que declaraban implicitamente falibles a todos los papas de los siglos pasados e infalibles a todos los presentes y futuros? ?Por que, en efecto?, repitio Arthur. Porque, replico Partridge, era mas un asunto politico de la Iglesia que de progreso teologico. Tenia muchisimo que ver con la presencia de jesuitas influyentes en las altas esferas del Vaticano.
– Te han enviado a tentarme -contestaba a veces Arthur.
– Al contrario. Estoy aqui para fortalecer tu fe. Pensar por nosotros mismos dentro de la Iglesia es el camino de la autentica obediencia. Siempre que la Iglesia se siente amenazada, reacciona imponiendo una disciplina mas estricta. Funciona a corto, pero no a largo plazo. Es como la ferula. Te dan palmetazos hoy para que no cometas una falta manana o al dia siguiente. Pero es una estupidez pensar que no vas a cometer mas faltas durante el resto de tu vida gracias al recuerdo de la ferula, ?no?
– No, si surte efecto.
– Pero dentro de un ano o dos nos marcharemos de aqui. La ferula ya no existira. Necesitamos disponer de medios de resistir al pecado y al delito con argumentos racionales, no por el miedo al dolor fisico.
– Dudo que el raciocinio de resultado con algunos chicos.
– Entonces no hay mas remedio que los palmetazos. Y lo mismo ocurre en el mundo exterior. Por supuesto, tienen que existir la carcel, los trabajos forzados y el verdugo.
– Pero ?que amenaza a la Iglesia? A mi me parece fuerte.
– La ciencia. La difusion de la educacion esceptica. La perdida de los estados pontificios. La perdida de influencia politica. La perspectiva del siglo veinte.
– El siglo veinte. -Arthur reflexiono sobre esto un momento-. No llego tan lejos. Tendre cuarenta anos cuando empiece el siglo.
– Y seras el capitan del equipo ingles.
– Lo dudo, Partridge. Pero no sere cura, en ningun caso.
Arthur no era del todo consciente de que su fe se habia debilitado. Pero pensar por uno mismo dentro de la Iglesia conducia facilmente a pensar por uno mismo fuera. Descubrio que su razon y su conciencia no siempre aceptaban lo que les ponian delante. En el ultimo curso, fue a predicar al colegio el padre Murphy. Desde la altura del pulpito, feroz y colorado, el cura amenazo con la condenacion segura y cierta a todos los que se hallaban fuera de la Iglesia. Ya se debiese su exclusion a maldad, tozudez o ignorancia, las consecuencias eran las mismas: la condenacion segura y cierta para toda la eternidad. Siguio una descripcion panoramica de los tormentos y desolaciones del infierno, especialmente ideada para que los chicos se retorciesen de miedo; pero Arthur ya no le escuchaba. Su madre le habia explicado la verdad del caso y miraba al padre Murphy como a un narrador al que ya no concedia credito.
George
La madre da la clase dominical en el edificio contiguo a la vicaria. Los ladrillos tienen un dibujo de rombos que ella dice que le recuerda a un cobertor de las Shetland. George no lo entiende, aunque se pregunta si esto tiene algo que ver con el de los mendigos. Toda la semana aguarda con impaciencia la escuela dominical. Los chicos zafios no acuden a ella: estan corriendo como locos por los campos, atrapan conejos, dicen mentiras y, en general, recorren el sendero de primulas que lleva a la condenacion eterna. Su madre le ha avisado que en clase le tratara exactamente igual que a todos los demas. George comprende por que: porque ella les esta ensenando -a todos por igual- el camino al cielo.