tiernas. Jean parece tan adorable como siempre, pero ese encanto no genera la reaccion normal. Es como si a el le hubiera sobrevenido una impotencia sentimental.

En el pasado, Arthur ha aliviado los tormentos del pensamiento con el ejercicio fisico; pero no tiene ganas de montar a caballo, de boxear, ni de golpear a una pelota de tenis, de golf o de criquet. Quiza si se viera transportado en un instante a un alto valle alpino, cubierto de nieve, una brisa glacial disipara el aire mefitico que se cierne sobre su alma. Pero parece imposible. La persona que fue en otro tiempo, el Sportesmann que llevo sus esquis noruegos a Davos y cruzo el paso de Furka con los hermanos Branger, parece que ha partido hace mucho tiempo, que se ha perdido de vista al otro lado de la montana.

Cuando, por fin, su mente detiene la caida, cuando siente menos febriles la cabeza y el intestino, trata de abrir un claro en su pensamiento, de establecer una pequena zona de ideas sencillas. Si un hombre no sabe lo que quiere hacer, tiene que descubrir lo que debe hacer. Si el deseo se ha vuelto complicado, aferrare al deber. Fue lo que hizo en el caso de Touie y es lo que tiene que hacer con respecto a Jean. Lleva nueve anos amandola esperanzado y sin esperanzas; un sentimiento asi no puede desaparecer; por tanto, hay que aguardar que retorne. Hasta entonces tiene que atravesar el gran Grimpen Mire, la cienaga donde pozos manchados de una mugre verde y barrizales hediondos a ambos lados amenazan con derribarte y tragarte para siempre. Para trazar su itinerario, tiene que recurrir a todo lo que ha aprendido hasta ahora. En el Mire hay senales escondidas -racimos de juncos y palos estrategicamente situados- que guian al iniciado hacia un suelo mas firme; y lo mismo ocurre cuando un hombre esta moralmente extraviado. El camino esta donde el honor senala. El honor le ha indicado la forma de actuar en los anos pasados; ahora tiene que decirle hacia donde encaminarse. El honor le vincula con Jean del mismo modo que le unio con Touie. Desde esta distancia no sabe si algun dia volvera a ser feliz; pero sabe que para el no hay felicidad donde no hay honor.

Los ninos estan en clase; la casa, silenciosa; los vientos desnudan a los arboles; noviembre fenece y diciembre asoma. Se siente algo mas sereno, como le habian anunciado. Una manana entra en el despacho de Wood para echar un vistazo a su correspondencia. Por termino medio, recibe sesenta cartas al dia. En los ultimos meses, Wood no ha tenido mas remedio que organizar un metodo: el mismo contesta a cualquier cosa que deba solventarse de inmediato; coloca en una gran bandeja de madera los asuntos que requieren la opinion o la decision de sir Arthur. Si al final de la semana el patrono no se ha visto con fuerzas o no le ha apetecido dar instrucciones, Wood se las apana como puede.

Hoy hay un paquete pequeno en lo mas alto de la bandeja. Arthur, de mala gana, extrae su contenido. Hay una carta adjunta prendida con un alfiler a una carpeta de recortes de un periodico llamado The Umpir [19] '. Nunca ha oido hablar de el. Quiza se ocupe de criquet. No, de su papel rosa deduce que es una publicacion de chismes. Echa un vistazo a la firma de la carta. El nombre que lee no le dice absolutamente nada: George Edalji.

III Final con un comienzo

Arthur y George

Ya desde que Sherlock Holmes resolvio su primer caso, han ido llegando peticiones e instancias de todas partes del mundo. Se diria que la humanidad recurre por instinto a Holmes o a su creador cuando personas o bienes desaparecen en misteriosas circunstancias, la policia esta mas desconcertada que de costumbre o se ha cometido una injusticia. La oficina de correos devuelve ya automaticamente, con un sello que dice DESTINATARIO DESCONOCIDO, las cartas dirigidas al 221B de Baker Street; un trato similar es dispensado a las enviadas a sir Arthur con la indicacion: «Para Holmes». En el curso de los anos, a Alfred Wood le ha sorprendido a menudo que su patrono este orgulloso de haber creado un personaje en cuya autentica existencia creen sin esfuerzo los lectores, y que al mismo tiempo se irrite cuando llevan esa creencia a sus conclusiones logicas.

Hay tambien llamamientos dirigidos a sir Arthur Conan Doyle in propria persona, basados en la suposicion de que alguien con la inteligencia y la astucia para idear tan complicados crimenes de ficcion tiene que poseer, en consecuencia, las dotes para resolver crimenes reales. Sir Arthur contesta a veces, si le impresionan o conmueven esas cartas, pero su respuesta es invariablemente negativa. Explica que no es, por desgracia, un detective asesor, como tampoco es un arquero ingles del siglo XIV ni un gallardo oficial de caballeria a las ordenes de Napoleon Bonaparte.

Asi que Wood ha dejado el expediente de Edalji con pocas expectativas. Pero en esta ocasion sir Arthur vuelve al cabo de una hora al despacho de su secretario, e irrumpe por la puerta en la mitad de una parrafada de protesta.

– Esta mas claro que el agua -esta diciendo-. Este hombre es tan culpable como esa maquina de escribir de usted. ?Se lo digo yo, Woodie! Es una farsa. El caso al reves de la habitacion cerrada: no como el entra, sino como sale. Es lo mas ruin del mundo.

Hace meses que Wood no ha visto a su patrono tan indignado.

– ?Quiere que conteste?

– ?Contestar? Voy a hacer algo mas que eso. Voy a remover las cosas. Voy a entrechocar varias cabezas. Se van a arrepentir del dia en que le hicieron esto a un hombre inocente.

Wood ignora todavia quienes son «ellos» o, de hecho, a que suceso se refiere. En la peticion del firmante vio pocas cosas, aparte del extrano apellido, que la distinguiera de docenas de otras iniquidades supuestas que sir Arthur esta dispuesto a reparar el solo. Pero a Wood no le importa en este momento la justicia o la injusticia del caso Edalji. Se siente aliviado de que su patrono, en cuestion de una hora, parezca haberse sacudido el letargo y el abatimiento de los ultimos meses.

En la carta adjunta, George ha explicado la situacion anomala en que se encuentra. La decision de concederle una liberacion condicional fue tomada por el anterior ministro del Interior, Aker-Douglas, y aplicada por el actual, Herbert Gladstone, pero ninguno de los dos le ha ofrecido una explicacion oficial de sus motivos. La condena de George no ha sido anulada ni se le han pedido disculpas por el encarcelamiento. Un periodico, sin duda informado por algun burocrata reticente en el curso de un almuerzo complice, tuvo el descaro de divulgar que el Ministerio del Interior estaba convencido de la culpabilidad del reo, pero que lo habia liberado porque se consideraba que tres anos era la sentencia adecuada para el delito en cuestion. Sir Reginald Hardy, al imponerle una pena de siete, se habia excedido una pizca en su celo en defensa del honor de Staffordshire; y el ministro del Interior se limitaba a corregir aquel arranque de entusiasmo.

Todo lo cual sume a George en la desesperacion moral y le obliga, en la practica, a un compas de espera. ?Le creen culpable o no culpable? ?Van a disculparse por su condena o van a ratificarla? A no ser que le rehabiliten, y hasta que lo hagan, es imposible que le readmitan en el ejercicio de su profesion. El ministerio quiza espere que George muestre su alivio por medio del silencio y su gratitud cambiando a hurtadillas de oficio, de preferencia en las colonias. Pero George solo ha sobrevivido a la carcel gracias a la idea, la esperanza, de volver de algun modo, en algun sitio, a su trabajo de abogado; y quienes le apoyan, tras haber ido tan lejos, tampoco tienen intencion de desistir. Un amigo de Yelverton le ha proporcionado un empleo temporal de oficinista; pero esto no es una solucion. La solucion solo puede llegar del ministerio.

Arthur llega tarde a su cita con George Edalji en el Grand Hotel de Charing Cross; le han retrasado unos tramites en su banco. Entra en el vestibulo corriendo y mira alrededor. No es dificil localizar al hombre que le aguarda: la unica cara morena esta, de perfil, a unos tres metros de Arthur. Se dispone a acercarse para disculparse cuando algo le retiene. Quiza no sea muy caballeroso observar sin permiso; pero no en vano fue en otro tiempo ayudante externo del doctor Joseph Bell.

En suma: una inspeccion preliminar revela que el hombre con el que esta a punto de entrevistarse es bajo y menudo, de origen oriental, con el pelo muy corto y la raya a la izquierda,

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