Los caballeros pasaron al estudio del capitan Anson, donde la lumbre ardia a plena llama. Doyle capto el brillo de carbones nuevos en el cubo de laton, el lomo lustroso de publicaciones encuadernadas, una vitrina resplandeciente que contenia tres botellas, el abdomen lacado de un pez hinchado en un estuche de cristal. Todo relucia: hasta aquel par de cuernos de una especie no nativa -alguna especie de alce escandinavo, supuso- habia merecido la atencion de la criada.

Extrajo un puro de la caja que le ofrecio Anson y lo hizo girar entre los dedos. El anfitrion le paso una navaja y una caja de cerillas.

– Repruebo el uso del cortapuros -anuncio-. Siempre preferire la buena conducta de la navaja.

Doyle asintio y se aplico a su tarea; despues arrojo al fuego el pedazo cortado.

– Tengo entendido que el progreso de la ciencia ahora nos ha deparado la invencion del encendedor de puros electrico, ?no?

– De ser asi, no ha llegado a Hindhead -contesto Doyle. Declino presentarse como la metropoli que viene a apadrinar a las provincias. Pero detecto en el capitan una necesidad de afirmar el dominio de su estudio. Bueno, si tal era el caso, le ayudaria-. El alce -aventuro-; ?del sur de Canada, quiza?

– De Suecia -respondio el jefe de la policia, con una rapidez casi excesiva-. Su detective no habria cometido este error.

Ah, o sea que primero saldaremos esa cuenta, ?eh? Doyle observo como Anson encendia su puro. Al resplandor de la cerilla brillo fugazmente el nudo Stafford de su alfiler de corbata.

– Blanche lee sus libros -dijo el jefe de la policia, asintiendo un poco, como si aquello zanjara el asunto-. Tambien le gusta mucho la senora Braddon.

Doyle sintio un dolor repentino, el equivalente literario de la gota. Y sufrio otra punzada cuando Anson continuo:

– Yo soy mas aficionado a Stanley Weyman [21].

– Estupendo -contesto Doyle-. Estupendo.

Lo cual queria decir: si es por mi, es estupendo que lo prefieras.

– Vera, Doyle…, seguro que no le importara que le hable con franqueza… Puede que yo no sea lo que usted llamaria un hombre de letras, pero como jefe de la policia es inevitable que adopte una vision mas profesional que la que supongo que adopta la mayoria de sus lectores. Que los policias que usted presenta en sus relatos no sean idoneos para el desempeno de sus funciones es algo necesario, lo entiendo perfectamente, para la logica de sus invenciones. Si no estuviera rodeado de tontos, ?como brillaria su detective cientifico?

No valia la pena discutirlo. «Tontos» era una descripcion muy benevola de Lestrade, Gregson, Hopkins y…, oh, no valia la…

– No, comprendo a la perfeccion sus razones, Doyle. Pero en el mundo real…

En este punto, Doyle mas o menos dejo de escuchar. En todo caso, su mente se habia atascado en la expresion «mundo real». Con que facilidad cada cual entendia lo que era real y lo que no lo era. El mundo en que un abogado joven e ignorante era condenado a trabajos forzados en Portland…, el mundo en que Holmes desentranaba otro misterio inextricable para el entendimiento de Lestrade y sus colegas…, o el mundo de mas alla, el del otro lado de la puerta cerrada, hacia el que Touie se habia deslizado sin el menor esfuerzo. Algunas personas creian solo en uno de estos mundos, otras en dos, unas pocas en los tres. ?Por que la gente pensaba que el progreso consistia en creer menos, en vez de creer mas y abrirse a un universo mas extenso?

– … y por eso, amigo mio, sin ordenes del Ministerio del Interior, no suministrare jeringas de cocaina a mis inspectores ni violines a mis sargentos y agentes.

Doyle inclino la cabeza, como reconociendo que habia encajado el golpe. Pero ya bastaba de teatro y de actuar como un huesped.

– Vayamos al grano. Ha leido mi analisis.

– He leido su… relato -contesto Anson-. Un asunto deplorable, hay que decirlo. Una serie de errores. Podria haberse cortado de raiz mucho antes.

La franqueza de Anson sorprendio a Doyle.

– Me alegro de oirle decir eso. ?En que errores esta pensando?

– El de la familia. Alli es donde todo empezo a torcerse. La familia de la mujer. ?Que se les metio en la cabeza? ?Que se les pudo pasar por la cabeza? Doyle, la verdad: una sobrina de uno insiste en casarse con un parsi…, no hay manera de convencerla de que no…, ?y que hace uno? Le da al hombre un empleo… aqui. En Great Wyrley. Es como si nombraras a un feniano jefe de la policia de Staffordshire.

– Me inclino a darle la razon -respondio Doyle-. El valedor de aquel parsi sin duda pretendia demostrar la universalidad de la Iglesia anglicana. El vicario, en mi opinion, es un hombre amable y dedicado, que ha servido a su parroquia lo mejor que ha sabido. Pero la presencia de un clerigo de color en una parroquia tan burda y poco refinada tenia que causar una situacion lamentable. Es, desde luego, un experimento que no deberia repetirse.

Anson miro a su huesped con un nuevo respeto, a pesar de la pulla implicita en «burda y poco refinada». Habia alli mas cosas en comun de lo que habia esperado. Deberia haber sabido lo improbable que era que sir Arthur fuese un radical acerrimo.

– Y luego introducir tres ninos mestizos en el vecindario.

– George, Horace y Maud.

– Tres ninos mestizos -repitio Anson.

– George, Horace y Maud -repitio Doyle.

– George, Horace y Maud E-dal-ji.

– ?Ha leido mi analisis?

– He leido su… analisis -Anson opto esta vez por admitir el vocablo-, y admiro, sir Arthur, tanto su tenacidad como su pasion. Le prometo reservarme para mi sus especulaciones de aficionado. Divulgarlas no beneficiaria a su reputacion.

– Creo que debe permitirme que sea yo quien juzgue eso.

– Como quiera, como quiera. Blanche me la leyo el otro dia. La entrevista que usted concedio al Strand, hace unos anos, sobre sus metodos. ?No le tergiversarian burdamente?

– No recuerdo que lo hicieran. Pero no tengo por costumbre releer con animo de verificar.

– Decia usted que al escribir sus relatos, su primera preocupacion era siempre el epilogo.

– Comienzo con un final. No sabes que camino recorrer si no sabes adonde vas.

– Exacto. ?Y no describia en su… analisis que cuando conocio al joven Edalji… en el vestibulo del hotel, creo, le observo un momento, y que incluso antes de conocerle creyo en su inocencia?

– En efecto. Por los motivos claramente expuestos.

– Por los motivos claramente percibidos, yo diria mas bien. Todo lo que ha escrito procede de esa percepcion. En cuanto se convencio de la inocencia del desdichado, todo encajo.

– Mientras que para usted todo encajo cuando se convencio de la culpabilidad del joven.

– Mi conclusion no se baso en una intuicion en el vestibulo de un hotel,

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