Asi que ?de que iba a hablarle Chen? De un caso especial, presumiblemente. De ser asi, Chen no deberia contarselo a el sino a su hijo, el subinspector Yu, companero de Chen en la policia desde hacia varios anos. Los dos eran ahora buenos amigos.
El Viejo Cazador tambien habia mantenido un estrecho contacto con Chen, a quien tenia en gran estima. Chen, un policia habil y honrado, parecia ser la excepcion en un ambiente de corrupcion generalizada. Yu era realmente afortunado de trabajar con un jefe -y companero- como el.
Sin embargo, a veces Chen se mostraba algo esquivo: era terco, escrupuloso e inteligente, pero tambien astuto y ocasionalmente ladino. Su ascenso a inspector jefe cuando aun estaba en la treintena era buena prueba de ello. El Viejo Cazador, un policia que habia trabajado mucho durante toda su vida, no era mas que un simple sargento cuando se jubilo.
El Viejo Cazador aun tenia contactos en el Departamento, por lo que tambien sabia que Chen habia recibido una llamada en mitad de una reunion, un mensaje desde Pekin relacionado con su antigua novia. Aparentemente, Chen quedo desolado tras recibir la llamada y, al dia siguiente, pidio un permiso de forma repentina. Los rumores sobre sus inesperadas vacaciones se propagaron rapidamente por el Departamento.
Cuando el Viejo Cazador estaba a punto de llevarse a los labios su segunda taza de te, la camarera volvio al reservado acompanada de Chen.
– Siento haberlo hecho esperar -se disculpo Chen, cogiendo la taza de te que le ofrecia el Viejo Cazador-. Gracias.
– No, ese es mi trabajo -protesto la camarera, apartando rapidamente la tetera. La camarera anadio agua caliente a la tetera de arena morada antes de verter el te en las pequenas tazas formando un gracil arco. Sin embargo, acto seguido vacio las tazas en la palangana de ceramica que tenia a su lado-. Esto es para calentarles las tazas -explico. Sus dedos parecian de un blanco deslumbrante en contraste con la taza. -Asi comienza nuestra ceremonia del te. El te tiene que disfrutarse sin prisas.
El Viejo Cazador habia oido hablar de la ceremonia japonesa del te, pero se negaba a aceptar cualquier cosa que viniera de Japon. Su tio murio en la guerra contra Japon, y el recuerdo aun le causaba desazon. Cuando la camarera le sirvio por fin el te en una tacita, el Viejo Cazador se lo bebio de un trago, a su manera. La camarera se apresuro a servirle una segunda taza.
El policia jubilado observo que Chen tamborileaba en la mesa distraidamente con los dedos. Quiza fuera una senal de reconocimiento, o de impaciencia. Segun el ritual, la camarera debia permanecer junto a su mesa en todo momento a fin de servirles el te. No podrian hablar con tranquilidad.
– En Japon, la ceremonia del te se considera una senal de refinamiento, pero eso es una gilipollez. Disfrutas del te, no de tanto preparativo ni de tanto protocolo -explico el Viejo Cazador-. Como dice un antiguo proverbio, un imbecil devuelve la perla de valor incalculable, y se queda con el estuche llamativo.
– Tiene mucha razon, y ademas siempre respalda sus opiniones con antiguos proverbios -comento Chen, volviendose hacia la camarera con una sonrisa-. Disfrutaremos del te a solas. No hace falta que se quede aqui para servirnos.
– Asi es como se hace en nuestra casa de te -replico ella, sonrojandose avergonzada-. Hoy en dia la ceremonia del te esta muy de moda.
– Nosotros estamos chapados a la antigua. No se puede tallar un objeto moderno con un trozo de madera podrida. Gracias -concluyo Chen; y despues de que la camarera se hubiera ido anadio a modo de disculpa-: Lo siento. Esta es la unica casa de te que conozco. Con un reservado en el que poder hablar, quiero decir.
– Ya entiendo -respondio el Viejo Cazador-. ?Que hay de nuevo bajo el sol, jefe?
– Bueno, hace mucho que no hablamos.
El Viejo Cazador sabia que la respuesta de Chen era una excusa, por lo que pregunto como de pasada:
– ?Asi que esta disfrutando de sus vacaciones?
– La verdad es que no, no exactamente.
– En este mundo nuestro, ocho veces de cada diez las cosas no salen segun se habia previsto, pero, como reza otro antiguo proverbio, ?quien sabe si es buena o mala fortuna que el anciano de Sai pierda su caballo? Le vendra bien tomarse unas vacaciones, jefe. Ha trabajado demasiado.
– Ojala pudiera hablarle mas sobre la fortuna, buena o mala -respondio Chen de manera esquiva-, pero no he cogido las vacaciones por motivos personales.
– Lo entiendo. ?Sabe?, en los ultimos meses he estado disfrutando de una opera de Suzhou basada en el
– Ya veo que le apasiona la opera de Suzhou -dijo Chen-. El tiempo vuela, esa es la verdad. Cuando lei el
– Si, lo recuerdo. Cao Cao mando construir varias tumbas y despues mato a todos los obreros que las construyeron, de modo que nadie supiera donde estaba la tumba autentica. Y Cao Cao no fue el unico en hacer algo asi: tambien lo hizo el Primer Emperador de la dinastia Qing, quien ordeno que enterraran junto a el, en distintas tumbas, tanto a seres humanos como a soldados de terracota.
– Efectivamente, conocer el secreto del emperador podia resultar mortal.
El Viejo Cazador deposito la taza de te sobre la mesa al detectar un tono extrano en la voz del policia mas joven. No creia que Chen lo hubiera invitado solo para hablar relajadamente sobre los emperadores y sus tumbas.
– Entonces, ?eso es lo que lo preocupa, jefe?
Chen asintio con la cabeza sin responder a la pregunta y alzo su taza de te.
– Fijese en la frase inscrita en la taza: «?Una vida larga, eterna!». Originalmente, era lo que se les solia gritar a los emperadores. Durante la Revolucion Cultural, la primera frase en ingles que aprendi fue «?Que el presidente Mao tenga una vida larga, eterna!». Exactamente la misma frase con la que se aclamo a los emperadores durante miles de anos. Seguro que Mao lo sabia, pero ?acaso puso alguna objecion?
El Viejo Cazador sospecho que se estaba llevando a cabo una investigacion secreta sobre algun asunto relacionado con Mao. Habia trabajado con Chen alguna vez, aunque no fueran companeros en la brigada, y se tenian confianza mutua. Normalmente Chen habria ido al grano, pero un caso relacionado con Mao podria cambiar su modo de comportarse. Chen estaba obligado a actuar con cautela, tanto en interes de terceras personas como en el suyo propio. Cualquiera que fuera la situacion, el Viejo Cazador tenia que mostrarle su apoyo.
– Ha dado en el clavo, jefe. Mao fue un emperador moderno, aunque hablara tanto de marxismo y de comunismo. Durante la Revolucion Cultural, cualquier cosa que dijera Mao, unas palabras, una frase, se consideraba «decreto supremo», y teniamos que celebrarlo tocando tambores y marchando por las calles bajo un sol abrasador. Y no podias quejarte del calor. Una vez incluso cogi una insolacion. Antiguamente comparaban a los emperadores con el sol, pero Mao sencillamente era el sol. Un miembro del Politburo acabo en la carcel, acusado de difamar a Mao, porque escribio un articulo sobre las manchas negras del sol.
– Usted sabe mucho acerca de esos anos, aunque tal vez no sea justo juzgar a Mao por algo asi, teniendo en cuenta la larga historia feudal de China -replico Chen.
– No conozco esa supuesta historia feudal, no es una palabra que me resulte familiar. Un emperador es un emperador, es todo lo que se. -El Viejo Cazador dio otro sorbo; las hojas de te se abrieron inesperadamente en la taza blanca, como si fueran renacuajos-. Deje que le hable de un caso que investigue hacia el final de la Revolucion Cultural.
»En la opera de Suzhou, las historias tienen que contarse desde el principio. Para comprender lo que paso durante la Revolucion Cultural, hay que remontarse a sus comienzos.
– Suena como un cantante de esas operas -dijo Chen-. Siempre cita proverbios para dar mas sentido a la narracion, y martiriza al publico con digresiones antes de llegar a los momentos claves. Si, por favor, empiece desde el principio. El te empieza a tener sabor, y yo soy todo oidos.
– Tenia mas o menos su edad en aquella epoca, jefe. Li Guohua, que entonces era secretario adjunto del Partido, me encomendo una mision, el primer caso «de gran importancia politica» de mi carrera. Por aquel entonces, todo el mundo confiaba incondicionalmente en Mao y en la propaganda comunista. Yo, que no era mas que un poli de poca monta, estaba muy orgulloso de trabajar para la dictadura del proletariado. Jure que lucharia