se convirtio en «escritor profesional».

Sin embargo, la suerte de Long se torcio tras la muerte de Mao, acaecida en 1976. El interes en la vida o en la obra de Mao fue decayendo a lo largo de los anos siguientes. Los expertos en Mao dedicaron su atencion a otros proyectos, como la poesia de las dinastias Tang o Song, pero Mao era el unico tema del que Long tenia algun conocimiento. No se rindio y continuo trabajando pacientemente, con la esperanza de que algun dia resurgiera el interes por Mao. Dicho resurgimiento se dio por fin cuando el nombre de Mao se convirtio en marca comercial en la epoca materialista: aparecieron restaurantes Mao y antiguedades Mao, y la gente empezo a coleccionar sellos e insignias de Mao por el valor que llegarian a alcanzar en el mercado. Las figuras de Mao en plastico se convirtieron en preciados amuletos para los taxistas, y los colgaban sobre el parabrisas para protegerse contra los accidentes de trafico. Incluso Chen tenia un mechero con la forma del Pequeno libro rojo, y al encenderlo saltaba una chispa, como predijo Mao acerca de la llama roja revolucionaria que envolveria el mundo.

Con todo, la poesia de Mao carecia de valor de mercado en esta revalorizacion colectiva. Ninguna editorial mostro el menor interes en la edicion revisada de Long pese a sus protestas y a sus discursos apasionados, tanto en la Asociacion de Escritores como en otros sitios.

No era este el unico problema de Long. En los ultimos anos, la Asociacion de Escritores habia sufrido varios recortes en su financiacion estatal, y ya se hablaba de reformar el sistema de los «escritores profesionales». Anos atras, aquellos autores reconocidos como escritores profesionales recibian una retribucion mensual de la asociacion hasta jubilarse, publicaran o no. Ahora se fijaba un periodo de contratacion limitada, en el que un comite examinaria las cualificaciones de cada miembro. Long, cada vez mas desesperado, habia empezado a escribir anecdotas breves que no guardaban relacion alguna con Mao a fin de que le prolongaran el contrato.

Casualmente, Chen se acordaba de Long por una pieza breve que habia aparecido en el Vespertino de Shanghai. Se trataba de una anecdota muy grafica sobre los cangrejos de rio, pero «politicamente incorrecta» a juicio del comite de la Asociacion de Escritores, al que pertenecia Chen.

El inspector jefe localizo el periodico y empezo a releer el texto. Esta vez, para variar un poco, anadio limon y una cucharada de azucar al te.

Varios anos antes de que empezara la reforma economica de los ochenta, mi viejo vecino Aiguo, un profesor confucionista de secundaria, desenganado por la prohibicion de hablar de Confucio en el aula, empezo a desarrollar una fijacion por los cangrejos. Aiguo se empeno en saborear cangrejos del rio Yangcheng al menos tres o cuatro veces durante la temporada de cangrejos. Su esposa habia muerto, y su hijo, que habia empezado a trabajar en una planta de acero estatal, ya tenia novia, por lo que los cangrejos se convirtieron en su unica pasion. Aiguo la justificaba citando a escritores celebres como Su Dongpo, un poeta de la dinastia Song, quien describio un festin a base de cangrejos como el momento mas feliz de su vida: «Ojala pudiera comer cangrejos con un escanciador sentado a mi lado», o como Li Yu, un erudito de la dinastia Ming, que confeso que escribia con el proposito de ganar dinero para comprar cangrejos: «necesarios para su supervivencia». Como intelectual versado en Confucio, Aiguo tuvo que evitar referirse al sabio en publico, pero continuo observando las normas rituales confucianas para comer cangrejos en casa.

«No los comas cuando esten podridos; no los comas cuando tengan mal color; no los comas cuando huelan mal; no los comas cuando no esten bien cocinados; no los comas cuando no los sirvan con la salsa adecuada (…) No tires el jengibre (…) Muestrate serio y solemne cuando ofrezcas una comida sacrificial a tus antepasados (…).» Aiguo solia citar las Analectas de Confucio en la mesa, antes de anadir: «Se refiere a los cangrejos vivos de Yangcheng y a todos los requisitos necesarios para comerlos, incluyendo un trozo de jengibre».

«No son mas que excusas para justificar su locura por los cangrejos. No creais lo que dice acerca de Confucio», comento su hijo a los vecinos, encogiendose de hombros con resignacion.

Ciertamente, tal era su debilidad que Aiguo se veia aquejado de un sindrome peculiar cuando el viento del oeste soplaba en noviembre, como si los cangrejos, con sus pinzas, le aranaran y le pellizcaran el corazon. Tenia que aplacar su ansiedad con «un par de cangrejos del rio Yangcheng y un vaso de vino amarillo»; solo asi era capaz de trabajar duro el ano entrante, y tenia la suficiente energia para seguir a rajatabla lo que «Confucio dice», hasta la siguiente temporada de cangrejos.

Aiguo se jubilo en los inicios de la reforma economica. El precio de los cangrejos se habia disparado y medio kilo de cangrejos grandes costaba trescientos yuanes, mas de la mitad de la pension mensual de un jubilado normal y corriente como el. Los cangrejos se convirtieron en un lujo que solo podian permitirse los nuevos ricos de la ciudad. Para la mayoria de consumidores de cangrejos de Shanghai, como Aiguo, la temporada de los cangrejos se convirtio en una autentica tortura.

En la misma casa shikumen vivia un antiguo alumno de Aiguo llamado Gengbao. Gengbao tenia en poca estima a Aiguo como profesor, porque fue expulsado del colegio despues de que Aiguo lo suspendiera. Como se afirma en el Tao Dejing, «en la desdicha esta la fortuna», y debido a su fracaso escolar, a principios de la reforma Gengbao abrio un negocio dedicado a la cria de grillos y se hizo rico. En Shanghai, la gente hace apuestas en las peleas de grillos, por lo que un grillo feroz podia venderse por miles de yuanes. Al parecer, Gengbao empezo a capturar sus grillos mas fieros en un «cementerio secreto», donde los grillos, tras absorber los espiritus infernales, combatian como demonios. De cualquier modo, este negocio fue un magnifico nicho de mercado. Sin embargo, pese a sus cuantiosas ganancias, Gengbao prefirio seguir habitando el desvan decorado segun los principios del feng shui, que, a su entender, le habia traido la fortuna. No obstante, se compro un piso nuevo en otra zona. En el viejo edificio, compartia con Aiguo la cocina comunitaria y una pasion comun: los cangrejos. A diferencia de Aiguo, Gengbao podia permitirse comer cuantos cangrejos le vinieran en gana y alardeaba abiertamente de ello. Gengbao exhibia sus cangrejos clavando los caparazones en la pared como si fueran mascaras de monstruos, encima de la cocina de briquetas de carbon. Aiguo, obligado a soportar estas provocaciones, suspiraba y citaba un clasico confuciano: «La culpa es del maestro, por no haber ensenado como debia a su alumno».

«?Que quieres decir?», pregunto su nuera. «Gengbao ahora es un 'bolsillos llenos'. Tus antepasados debieron de quemar varas largas de incienso para que tuvieras un alumno tan aventajado.»

Si algo consolaba levemente a Aiguo era poder hablar nuevamente de Confucio con libertad. Sin embargo, ahora que estaba jubilado, Aiguo solo podia instruir a su nieto Xiaoguo, que iba a tercer curso de primaria.

A Xiaoguo, que nunca habia comido cangrejos, el despliegue de misteriosos caparazones de cangrejo en la pared de la cocina le parecia mas interesante que Confucio.

«?A que saben los cangrejos, abuelo?»

Al maestro jubilado le era imposible describirlo. No puedes saborear un cangrejo sin metertelo en la boca. Aiguo adoraba a su nieto, y, como dice Confucio: «Sabes que es imposible hacerlo, pero mientras sea algo que debes hacer, tienes que hacerlo». Finalmente, Aiguo consiguio demostrarle al nino lo delicioso que podia ser un cangrejo preparando una salsa especial para acompanar los cangrejos a base de vinagre negro, azucar, rodajas de jengibre y salsa de soja.

«Es algo asi», explico Aiguo, dejando que Xiaoguo mojara un palillo en la salsa y lamiera la punta, «pero mucho mejor.»

Inesperadamente, aquel experimento se convirtio para Aiguo en un intento continuado por satisfacer su ansia de comer cangrejos. El sabor de los cangrejos le volvio a la memoria en el preciso instante en que la punta del palillo le rozo la lengua. Aiguo llevo mas lejos el experimento friendo la yema y la clara de un huevo por separado en un wok y mezclandolas con la salsa especial. El resultado fue un plato singular que recordaba a la celebrada carne de cangrejo frita del restaurante Wangbaohe. Y, para su sorpresa, las quisquillas o los trozos de tofu desecado mojados en la salsa especial a veces evocaban tambien un sabor similar. En aquellos dias en los que no podia encontrar nada en la nevera, siempre sometida a la estricta vigilancia de su nuera, Aiguo mojaba los palillos en la salsa especial, bebia a sorbos su vino amarillo y masticaba las rodajas de jengibre.

Huelga decir que estos experimentos aumentaron la curiosidad de Xiaoguo, que los observaba muy de cerca.

«Pese a vivir en un modesto callejon, sin poder comer otra cosa que la salsa para cangrejos,

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