Al oir que alguien introducia una llave en la cerradura, Chen retrocedio varios pasos.
Cuando la puerta de entrada empezo a abrirse con un crujido, el inspector jefe se metio apresuradamente en el vestidor pequeno y cerro la puerta tras de si.
Oyo pasos en el salon, y despues en el dormitorio.
La situacion era desesperada. Probablemente, lo primero que haria una muchacha como Jiao al volver a casa seria cambiarse de ropa. Eso significaba abrir el vestidor grande. Y, como alumna aplicada que era, a continuacion se pondria a pintar. Lo cual significaba abrir el vestidor pequeno.
Oculto tras la puerta del vestidor, Chen no podia ver la habitacion, pero le parecio oler un rastro de perfume. Aguzo el oido, conteniendo la respiracion. Jiao se dirigia hacia el vestidor grande, tal y como el habia previsto.
Chen rezo para que, despues de quitarse la ropa, Jiao fuera a ducharse. Y asi podria salir a escondidas.
Pero entonces oyo otro sonido indistinto procedente del salon…
– Jiao, ya he vuelto.
Era una voz de hombre con fuerte acento provinciano, aunque Chen no identifico de inmediato de que provincia se trataba. Estaba confundido, porque no habia oido llegar a nadie con Jiao, ni tampoco oyo que la puerta volviera a abrirse despues. Es mas, la voz parecia venir del otro extremo del salon, y no de la puerta de entrada…
?Habia otra puerta en el salon, una puerta secreta?
Aunque era dificil de imaginar, eso explicaria por que Seguridad Interna no habia visto a ningun hombre entrando o saliendo del piso de Jiao.
De ser asi, el hombre misterioso que mantenia a Jiao debia de ser rico y tener ingenio. Habia comprado ese piso y la vivienda contigua, y habia hecho instalar una puerta secreta entre ambos. Pero ?cual era el motivo de tanto secretismo?
Chen oyo que Jiao salia apresuradamente y decia: «?Por que querias que volviera tan deprisa?».
– ?Que comida tan estupenda! -exclamo el hombre con una risita-. El tocino es bueno para el cerebro. He tenido que lidiar muchas batallas. Un emperador tambien ha de comer.
Los dos se encontraron en la cocina. Chen no habia prestado demasiada atencion a los platos que habia sobre la mesa. El tocino, que Peiqin habia mencionado como uno de los platos favoritos de Jiao, resulto ser el plato favorito del hombre misterioso, por una razon inusitada.
– Es picante, es revolucionario -dijo el hombre, dando golpes con los palillos en un cuenco-. Tendrias que acostumbrarte a comer pimienta.
Jiao respondio algo ininteligible.
– Despues de disfrutar del agua del rio Yangzi -continuo diciendo el hombre, muy animado-, ahora estoy saboreando el pescado de Wuchang.
Chen finalmente reconocio el acento del hombre misterioso. Era un acento de Hunan, posiblemente falso, ya que el hombre hablaba lentamente, casi con parsimonia. Pero lo que dijo tambien desconcerto a Chen por otra razon. Parecia una parafrasis de los dos versos que Mao escribio despues de nadar en el rio Yangzi:
Acabo de probar el agua del rio Yangzi,
y ahora estoy disfrutando del pescado de Wuchang.
El poema aludia al ambicioso rey de Wu durante el periodo de los Tres Reinos. El rey habia querido trasladar la capital de Nankin a Wuchang, pero sus subditos se mostraban reacios, aduciendo que preferirian beber el agua del rio Yangzi antes que comer el pescado de Wuchang. Mao escribio a toda prisa el poema, en el que salia muy bien parado al compararse con el emperador Wu porque el podia disfrutar tanto del agua como del pescado.
Era posible que sobre la mesa de la cocina hubiera pescado, posiblemente de Wuchang.
– No, del agua del rio Huangpu -respondio Jiao con sorna.
Chen entreabrio la puerta del vestidor, intentando echar un vistazo. Desde donde se encontraba, sin embargo, no alcanzaba a verlos, por lo que tuvo que reprimir la tentacion de acercarse a la cocina.
Jiao y su acompanante siguieron comiendo en silencio.
Entonces Chen vio una grabadora en miniatura sobre una mesa rinconera, y recordo que el tambien llevaba una en su maletin. La saco y rebobino la cinta hasta el principio.
– Deja los platos -le dijo el hombre a Jiao-. Vamos a la cama.
Los dos entraban ya en el dormitorio. Los pasos del hombre sonaban mas pesados que los de Jiao.
– ?Aun no has colgado el pergamino que te compre? -pregunto el.
– No, aun no.
– Te escribi el poema hace anos, y ahora por fin lo he recuperado. Pague un precio muy alto por el.
Chen no entendia nada. El hombre parecia referirse al pergamino guardado en el vestidor, que tenia un precio exorbitante. Pero Mao habia compuesto el poema para Shang. ?Por que afirmaba este hombre haberlo escrito para Jiao?
?Y cual era la relacion que los unia? Obviamente, el la mantenia. A juzgar por la respuesta de Jiao, a esta no le entusiasmaba el pergamino. Al menos, no lo bastante para colgarlo de inmediato. Tras rebobinar la cinta, Chen apreto la tecla para empezar a grabar. En el vestidor hacia ahora un calor sofocante. El inspector jefe permanecio inmovil, temeroso de que el hombre pudiera obligar a Jiao a colgar entonces el pergamino.
En lugar de presionarla, el hombre comenzo a bostezar y se echo sobre la cama, que crujio bajo su peso. Jiao se descalzo y sus zapatos de tacon cayeron al suelo, uno tras otro.
No era muy tarde aun, pero tanto Jiao como el hombre sonaban cansados. Con un poco de suerte, no tardarian demasiado en dejar de hablar y se dormirian. Entonces el podria salir.
– Hay algo que te preocupa -dijo Jiao-. Cuentamelo.
– Bueno, he superado tantos obstaculos, barriendo a todos mis enemigos como si enrollara una esterilla… ?Por que iba a estar preocupado? Olvidemonos de nuestras preocupaciones y dejemonos llevar por las nubes y por la lluvia.
– No, es inutil. Y es demasiado temprano.
– Una flor de ciruelo siempre puede florecer por segunda vez.
La conversacion en el dormitorio le parecio a Chen inexplicablemente forzada. La metafora de «enrollar una esterilla» le recordaba otro verso de Mao, aunque Chen no estaba del todo seguro. Pero sabia que, en la literatura erotica, una flor de ciruelo que florece por segunda vez solo podia referirse a un segundo orgasmo durante el acto sexual.
Jiao y el hombre hablaban en voz cada vez mas baja, solo ellos podian entender lo que decian. Chen apenas conseguia oir lo que se susurraban, salvo alguna exclamacion entre gemidos y grunidos.
– Eres muy grande, presidente, grande en todo -dijo Jiao sin aliento.
Las palabras de la muchacha dejaron atonito a Chen. Jiao llamaba a su companero de cama «presidente». En la China contemporanea, el termino «presidente» no estaba reservado exclusivamente para Mao, pero era mas comun referirse a los «bolsillos llenos» como «gerentes» o «directores». Chen entendio la frase porque la habia leido en el expediente de Shang. Despues de su primera noche junto a Mao, la actriz dijo: «El presidente Mao es grande, en todos los sentidos». Podia significar muchas cosas, pero, en ese contexto, solo significaba una.
?Acaso Jiao imitaba a Shang?
Los gemidos se fueron intensificando, hasta alcanzar un punto culminante. Chen nunca hubiera imaginado que algun dia durante una investigacion acabaria espiando como un miron desde un vestidor, o, para ser exactos, escuchando a escondidas desde un vestidor. Los sonidos no cesaban, oleada tras oleada, pero no le quedaba mas remedio que oirlos.
Si lo intentaba ahora, quiza podria salir del dormitorio sin ser visto. Los amantes, entregados al extasis sexual, no prestarian atencion, y la unica luz del dormitorio procedia de una lamparita que parpadeaba debilmente en la oscuridad.
Chen, sin embargo, no se movio. Tal vez la pareja no tardara en dormirse, y seria menos arriesgado escabullirse entonces. Ademas, lo intrigaba la conversacion que mantenian, entre gemidos y crujidos del colchon de madera.
– «Oh, oh, en la creciente oscuridad se alza un pino…» -canto de repente el hombre con un sonoro falsete- «… recio, erecto…»