ese.
Y Jiao no habia viajado a Pekin, no antes de mudarse a esta vivienda. ?De donde pudo haber sacado las ideas, y como se le ocurrio incorporarlas despues a la decoracion de su piso?
Chen volvio a sacar la lista de Peiqin. El siguiente punto se referia al tipo de libros que encontro en el estudio. Pero lo que habia desconcertado a Peiqin no desconcerto a Chen, gracias de nuevo a su visita a la antigua casa de Mao. Ni siquiera tuvo que revisar todos los libros; tras echar una mirada rapida a un par de titulos se convencio de que eran similares a los que habia visto en el despacho de Mao.
El inspector jefe volvio al dormitorio. De pie junto a la ventana, en un intento por dejar la mente en blanco, cerro los ojos y respiro hondo.
Cuando volvio a abrir los ojos, dejo que su mirada recorriera toda la habitacion sin hacer ningun esfuerzo, como si aun meditara. Y su mirada se poso en la urna cineraria lacada en negro que reposaba sobre la mesita de noche.
Peiqin no la habia incluido en su lista. No era un objeto que la gente acostumbrara a tener en su dormitorio, aunque no parecia impensable que una buena hija conservara alli la urna con las cenizas de su madre. Pero ?como habia acabado la urna en manos de Jiao? Cuando Qian murio, Jiao tenia apenas dos anos.
Segun una antigua costumbre, recordo Chen, la gente solia meter la ropa y los sombreros de un muerto en el ataud cuando faltaba el cadaver. Chen se pregunto si Jiao habria hecho algo parecido, pero era imposible que la ropa o los sombreros de Qian cupieran en una urna tan pequena.
?Podia haber escondido Jiao alguna otra cosa en la urna?
Molestar a los muertos abriendo un ataud o una urna cineraria se consideraba extremadamente funesto y sacrilego, pero Chen sucumbio a la tentacion. Al destaparla, solo encontro en su interior una fotografia de Shang, amarillenta por el paso del tiempo. La actriz, envuelta en un albornoz blanco que revelaba su niveo escote, posaba descalza junto a una cristalera.
Chen quedo horrorizado al verla. Se entendia que alguien conservara una fotografia en una urna cineraria, pero nadie habria querido guardar una imagen asi de su abuela. El inspector jefe levanto la vista como hechizado y observo otra fotografia que colgaba sobre la cabecera de la cama. En ella se veia al presidente Mao enfundado en su albornoz, agitando las manos.
Chen se estremecio al percatarse de la inquietante similitud entre ambas imagenes.
Jiao parecia tener una fijacion con Mao, pero deberia haberse mostrado mas critica: Mao fue el responsable de la tragedia de Shang, y tambien de la de Qian, aunque no directamente. La reaccion mas logica hubiera sido el odio. No obstante, en lugar de odiarlo, Jiao estaba obsesionada con Mao, particularmente con la fantasia de la relacion sexual entre Shang y Mao.
Sin embargo, lo que habia descubierto en el piso de Jiao no le servia de mucho. En todo caso, parecia justificar las sospechas de Seguridad Interna: Jiao debia de estar involucrada en algun asunto secreto.
El inspector jefe volvio a mirar el reloj. Eran casi las seis y media. Aun faltaba mas de una hora para que volviera Jiao. Decidio quedarse en el piso y registrar los dos vestidores del dormitorio, uno grande y otro mas pequeno. Peiqin habia mencionado algo acerca de los vestidores en su lista.
Chen abrio la puerta del vestidor grande y vio una impresionante coleccion de prendas de diseno en su interior. Algunos de los conjuntos aun estaban envueltos en plastico. De uno de ellos sobresalia un recibo, con fecha de unos seis meses atras. La prenda era un costoso vestido mandarin. Gracias a lo que habia aprendido en un caso reciente, el inspector jefe observo que el vestido estaba confeccionado segun la tendencia de los anos treinta o cuarenta. Habia otros vestidos que, pese a variar en algunos detalles, tambien eran del mismo estilo.
Chen no recordaba que Jiao tuviera debilidad por los vestidos antiguos. En la Mansion Xie acostumbraba a vestir ropa informal: vaqueros, blusas, pantalones de peto, camisetas. Excepto la ultima vez que la encontro alli, cuando llevaba un delantal encima de su vestido mandarin rosa y blanco.
Chen se pregunto si todas esas prendas sofisticadas eran similares a las que vestia Shang, y si Jiao, cuando estaba en su casa, se convertia en un reflejo de Shang. Pero ?por que habria comprado tantos vestidos si luego no se los ponia?
Tal vez se los hubiera comprado otra persona, le gustaran o no a Jiao.
Chen se sobresalto al oir el sonido estridente de su movil, cuyo eco retumbo en el interior del vestidor. Era Yong, desde Pekin. Chen desconecto el telefono. No sabia que decirle, y no tenia tiempo para hablar con ella.
A continuacion centro su atencion en el vestidor pequeno, en el que Jiao almacenaba material de pintura. En la parte interior de la puerta habia fijado una nota: «No toque lo que hay en el vestidor». Dirigida a la asistenta, presumiblemente. Habia tubos de pintura, pinceles, bastidores, paletas, caballetes, aceiteras y otros materiales cuyos nombres desconocia Chen. Tambien encontro un albornoz manchado de pintura que en otros tiempos debio de ser blanco. Vio varias piezas por terminar recostadas contra la pared. Al parecer, si Jiao se despertaba por la noche a veces se ponia a pintar en el dormitorio. Esa era la finalidad del vestidor pequeno.
Chen desconocia la forma en que trabajaban en casa los pintores. Como poeta que era, a veces se despertaba durante la noche entusiasmado con las posibilidades de algun poema magnifico, pero generalmente le daba demasiada pereza levantarse. Asi que volvia a dormirse, dejando que sus fantasias nocturnas se confundieran con la oscuridad. Muy de vez en cuando habia garabateado algunas palabras en cualquier trozo de papel que tuviera a mano, pero a la manana siguiente apenas podia entender lo que habia escrito.
La inspiracion debia de llegarle a Jiao por la noche, y, como era mas diligente que el, tal vez intentara capturar las ideas fugaces en su dormitorio. Pintar no era lo mismo que escribir. Jiao tenia que salir de la cama, sacar los materiales, trabajar durante horas y despues limpiarlo todo. Un comportamiento «inusual», en palabras de Peiqin, pero eso no era asunto suyo. Jiao, una artista excentrica, podia vivir y trabajar como mejor le pareciera.
Aunque empezaba a dudar de si habia sido buena idea entrar en el piso, Chen decidio quedarse un rato mas para seguir rebuscando en el vestidor.
Entonces poso la vista en un estuche para pergaminos; parecia como si alguien lo hubiera tirado en ahi dentro sin demasiados miramientos. Le llamo la atencion porque nunca habia visto a Jiao pintar pergaminos al estilo tradicional chino. En las clases de Xie solo pintaba oleos y acuarelas. Chen abrio el estuche y saco el papel que estaba encima de todo. Resulto ser un certificado de autenticidad, donde se constataba que el pergamino habia costado mas de dos millones de yuanes, una cifra astronomica. La valoracion se habia realizado tres dias atras. ?Como habia dejado Jiao algo tan valioso en el vestidor despues del reciente robo en su piso? Chen saco el pergamino, en el que el propio Mao habia caligrafiado a pincel uno de sus poemas, «Oda a la flor de ciruelo». En la esquina superior derecha habia una dedicatoria: «Para Fenix, como respuesta a la suya».
Chen supuso que Jiao habia comprado el pergamino debido a su asociacion con Shang. O, para ser exactos, debido a su asociacion con la relacion que Shang mantuvo con Mao, ya que «Fenix» era el apodo de Shang. Tal vez Jiao hubiera heredado el pergamino, pero Chen no sabia quien se lo podia haber dejado.
?Era este el material de Mao que tanto preocupaba al Gobierno de Pekin?
Sin embargo, la dedicatoria de un pergamino no tenia por que significar nada. Tradicionalmente, los caligrafos dedicaban su trabajo a alguien. El pergamino podria conducir a especulaciones inacabables, pero no a un desastre de tal magnitud como para que cundiera el panico en el Gobierno de Pekin. Al fin y al cabo, un apodo no era una prueba concluyente.
Al volver a depositar el estuche en el rincon, Chen vio una escoba en el suelo del vestidor. La escoba tenia la cabeza de bonote, un material suave indicado para suelos de madera noble. Despues de pintar, tal vez Jiao limpiara el suelo con esa escoba.
Mientras cerraba la puerta del vestidor, Chen sintio que la cabeza le iba a estallar. Pero era hora de irse, y se dirigio a la puerta del piso. Al ver de nuevo el cuadro surrealista en el salon, se le ocurrio que tal vez Jiao habia usado la escoba para copiarla en el cuadro…
El ruido de pasos en el pasillo exterior interrumpio sus razonamientos. Los pasos parecieron detenerse frente a la puerta. Chen se quedo paralizado al oir el tintineo de un llavero.
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