agradable, pero la habian vuelto a cambiar por «El Este es rojo», la misma tonada que sono durante la Revolucion Cultural y que Chen habia oido tararear al camarada Bi en el Mar del Sur Central.
El restaurante ocupaba la ultima planta de un edificio de oficinas ubicado en la esquina de las calles Yan'an y Guangdong. Tenia un jardin en la azotea, desde el que se divisaba una magnifica vista del Bund, del rio Huang y de los nuevos rascacielos que se alzaban al este del rio. El negocio estaba gestionado por un empresario canadiense, quien habia contratado a cocineros y gerentes extranjeros para anadir un toque de autenticidad a la imagen lujosa del restaurante. Pese a sus elevados precios, el restaurante habia tenido un exito enorme entre los nuevos ricos de Shanghai, que lo frecuentaban no solo por la comida o por las vistas, sino tambien por la satisfaccion que les producia contarse entre la elite triunfadora de la ciudad.
En el Glamorous Bar, Chen saludo a varias personas y hablo brevemente con ellas antes de divisar a Gu estrechando manos mientras sostenia una copa de vino espumoso.
– ?Que casualidad encontrarlo aqui! -exclamo en voz alta Gu con una sonrisa, como si estuviera encantado de haberse encontrado con Chen.
– ?Que sorpresa tan agradable! -exclamo Chen por su parte, respondiendo de la misma forma.
– Lo he investigado una y otra vez -susurro Gu, llevando a Chen hasta un hueco situado detras del mostrador de caoba del guardarropa-. Los matones que lo atacaron son profesionales, pero no pertenecen a ninguna organizacion; por eso me ha costado descubrirlo. Sin embargo, hace un par de dias me entere de que alguien volvia a buscar ayuda profesional, y exigia que los hombres fueran competentes y de confianza. Cobrarian despues de hacer el trabajo.
– Hace un par de dias -repitio Chen-. Competentes y de confianza.
– Si, mientras usted estaba de vacaciones. Segui la pista. Por lo que he descubierto, este asunto podria guardar relacion con una inmobiliaria. Para los promotores inmobiliarios en busca de oportunidades de inversion, los terrenos en las zonas mas buscadas son tan preciados como el oro.
– Bueno, es posible. -Tal vez Chen hubiera molestado a los propietarios de la inmobiliaria que intentaba apropiarse de la mansion de Xie. ?Era posible que tambien hubieran actuado contra Song? El hecho de que buscaran a hombres competentes y de confianza tenia sentido, pues los matones que debian encargarse de Chen fracasaron. Pero Song no habia hecho nada que fuera contra los intereses de la inmobiliaria, a menos que lo hubiera hecho en los ultimos dias, sin que Chen lo supiera-. ?Por que me ha pedido que venga hasta aqui?
– Hua Feng, el accionista principal de la inmobiliaria, esta en el restaurante esta tarde -explico Gu, mirando de reojo a un hombre alto y corpulento que se encontraba en el otro extremo de la sala-. Tiene contactos con la «manera negra».
Quizas en el futuro fuera un pista, pero por el momento resultaba demasiado rebuscada. En Seguridad Interna estaban dispuestos a adoptar «medidas contundentes» al dia siguiente, y Chen no tendria tiempo de empezar a investigar en esa direccion. A pesar de todo, el inspector jefe acompano a Gu hasta donde se encontraba Hua, un hombre de cara redonda y mejillas flacidas que sonreia de forma exagerada.
– Es usted amigo de Gu. Me llamo Hua -dijo el hombre, tendiendole la mano-. ?Tambien trabaja en el negocio del entretenimiento?
– Me llamo Chen. No soy empresario -respondio el inspector jefe con cautela-. Soy escritor, de los que escriben libros amenos.
– ?Ah, un escritor! Ya veo -respondio Hua, y se le ilumino por un momento la mirada-. La ciudad esta llena de escritores famosos que no dejan de ir de un sitio a otro.
– Ahora que la ciudad esta cambiando tan deprisa -replico Chen, sin saber que insinuaba Hua- y con tantos edificios nuevos que sustituyen a los antiguos, los escritores no pueden evitar ir de un sitio a otro.
– Admiro a los escritores, senor Chen. Ustedes construyen edificios con palabras, mientras nosotros tenemos que construirlos con cemento y acero.
Chen percibio cierta hostilidad en las respuestas de Hua, y comenzo a preguntarse si debia quedarse mucho mas tiempo en el restaurante. La conversacion no tenia visos de conducir a nada, al menos por el momento.
Una camarera rubia se acerco a ellos con paso agil, llevando una bandeja de cristal. Hua cogio una minuscula crep de pato asado atravesada por un palillo. Una mujer muy esbelta, ataviada con un vestido veraniego de color blanco, se acerco con sigilo a Hua. Chen aprovecho la ocasion para excusarse.
Al ver que Gu estaba ocupado hablando con otros invitados, el inspector jefe se marcho sin despedirse. En el Bund hacia una tarde esplendida. Chen respiro hondo y continuo andando mientras intentaba repasar mentalmente los ultimos acontecimientos. Tal vez fuera demasiado tarde, se admitio a si mismo. Demasiado tarde pese a sus esfuerzos, y pese a la ayuda que le habian prestado el Viejo Cazador, el subinspector Yu y Peiqin. Hasta el momento, todo lo que habia descubierto en relacion al caso Mao no eran mas que meras hipotesis sin fundamento. Nada impediria que Seguridad Interna actuara al dia siguiente.
Chen saco su movil, pero no marco ningun numero. El ulular de una sirena que llegaba desde el rio se confundio en su imaginacion con el tono de la llamada que no habia llegado a hacer.
Para empezar, este no era «su» caso. ?Por que no dejar que lo apartaran de la investigacion? De ese modo no tendria ninguna responsabilidad, ni podrian implicarlo en nada. Podria olvidarse de las dos maneras, la blanca y la negra.
Y de Mao.
No era realista esperar siempre un rapido avance en la investigacion. No tenia sentido que dedicara todos sus esfuerzos a un solo caso, que, ademas, era un caso absurdo.
Mientras subia por la escalera de piedra hasta el malecon elevado, Chen contemplo las gaviotas que planeaban sobre la gran extension de agua reluciente. Sus blancas alas lanzaban destellos bajo el sol de la tarde, como en un sueno.
Chen se dirigio al parque Bund. A lo lejos diviso un crucero, con sus vistosos estandartes ondeando en la brisa.
Confucio dice en la orilla:
«Como el agua, el tiempo no deja de fluir».
Esas fueron las frases que Mao escribio despues de nadar en el rio Yangzi, antes del inicio de la Revolucion Cultural. Chen las leyo por primera vez cuando aun era un alumno de secundaria que paseaba por el Bund antes de entrar o al salir del colegio. En aquellos anos no se impartian demasiadas clases.
Solo tardo unos minutos en llegar al parque. Tras entrar por la puerta cubierta de enredaderas, el inspector jefe recorrio el paseo, que habia sido ampliado recientemente con hileras de ladrillos de colores a ambos lados.
Para su frustracion, Chen no consiguio encontrar ningun lugar donde sentarse. De la noche a la manana parecia haber surgido una serie de cafes y de bares a lo largo del malecon, como gigantescas cajas de cerillas con relucientes paredes de cristal. No estaba mal que el parque tuviera un cafe con vistas al rio, pero ?eran necesarios tantos? Ya no quedaba espacio para los bancos verdes en los que tantas veces se habia sentado. Al mirar a traves de la cristalera de un cafe solo vio a una pareja de occidentales sentados en su interior, hablando. Los precios de la carta rosa colocada frente al cafe le parecieron prohibitivos. El podia permitirselos, pero ?y los que no pudieran?
En su libro de texto de secundaria Chen habia leido que, muchos anos atras, habian colgado en la puerta del parque un letrero humillante que decia prohibida la entrada a los chinos y a los perros. Fue a principios de siglo, cuando el parque solo estaba abierto a los occidentales. Despues de 1949, las autoridades del Partido se valieron de esta historia como ejemplo para impartir lecciones de patriotismo. Chen no estaba del todo seguro acerca de su autenticidad, pero ahora la historia resultaba ser cierta, con alguna modificacion: prohibida la entrada a los chinos pobres.
Finalmente, cuando llego al extremo del parque, el inspector jefe consiguio encontrar un bloque de piedra en el que sentarse. Lo habian colocado alli para conectar los eslabones de una cadena a lo largo de un sendero serpenteante. No demasiado lejos de donde se hallaba, Chen vio a una joven madre sentada en otro bloque de piedra, columpiando sus pies descalzos sobre el verde cesped. La mujer contemplaba arrobada a su bebe, que dormia a su lado en un cochecito viejo y desvencijado. Vista de perfil, guardaba cierto parecido con Shang.
?Habria venido aqui Shang con su hija Qian? Quiza Shang no se sentara en un bloque de piedra, y su bebe no durmiera en un cochecito destartalado, pero ?se habria mostrado igual de feliz y satisfecha?