Chen volvio sobre sus pasos y se dirigio apresuradamente hacia la oficina de seguridad del parque, donde mostro su placa a un hombre de pelo gris que estaba sentado frente a un largo mostrador.

– Necesito usar su fax. Alguien va a enviarme algo aqui -dijo Chen, empezando a copiar el numero.

– No hay problema, camarada inspector jefe -contesto el hombre entrecano-. Sabemos quien es.

Chen llamo a Peiqin desde su movil, secandose el sudor de la frente.

– ?Esta todavia en el piso de Jiao, Peiqin?

– Si, estoy a punto de irme.

– Deje la llave debajo del felpudo cuando se vaya.

– ?Como dice?

– Si, y no se lo diga a nadie.

– No se preocupe.

– Envieme por fax su lista a este numero dentro de cinco minutos.

– De acuerdo.

Cuando acabo de hablar con Peiqin, Chen llamo a Gu.

Necesito su coche esta noche. Es un Mercedes nuevo, ?verdad?

– Esta a su disposicion. Es un Mercedes, serie 7. ?Descubrio algo en el coctel, Chen?

– Digale a su chofer que me recoja en el parque Bund dentro de diez o quince minutos. Se lo explicare todo mas tarde, Gu. Le agradezco todo lo que ha hecho por mi.

– No tiene que explicarme nada, ni que darme las gracias. ?Para que estan los amigos?

Desde que se conocieron durante la investigacion de otro caso que guardaba cierta relacion con el parque, Gu se consideraba amigo del inspector jefe, y se comportaba como tal. Gu, un astuto hombre de negocios, tal vez viera a Chen como un contacto valioso. Sin embargo, en varias ocasiones lo habia ayudado de manera totalmente desinteresada.

– No importa lo que piense hacer -siguio diciendo Gu-, se que no lo hace en beneficio propio, de eso estoy seguro.

El inspector jefe Chen iba a hacer algo que jamas habia hecho, eso era todo lo que sabia. Pero antes tenia que entrar en el piso de Jiao.

No seria igual que visitar la habitacion de alguien como Mao, que llevaba tanto tiempo muerto.

A su lado, una hoja de fax comenzo a salir del aparato.

27

Eran ya casi las cinco de la tarde cuando el inspector jefe llego al complejo de viviendas de Jiao.

Chen se sento en el asiento trasero del coche sin molestarse en bajar la ventanilla para hablar con el guarda de seguridad. Por experiencia propia, sabia que los guardas amedrentaban a cualquier persona de aspecto corriente que se detuviera frente a la entrada de un complejo residencial, pero al ver un Mercedes flamante, inclinarian la cabeza y abririan la verja de par en par.

Tal y como Chen habia previsto, un guarda de seguridad entrado en anos permitio el paso al coche sin hacer preguntas.

– Aparque al final del modulo de viviendas -ordeno Chen al conductor. Era un modulo de pisos caros, con coches de lujo aparcados aqui y alla. Quizas el guarda lo habia tomado por uno de los nuevos residentes-. Si no vuelvo en quince minutos, puede irse.

El conductor, al que Gu debia de haberle indicado que cumpliera las ordenes de Chen a rajatabla, asintio con la cabeza energicamente, como un robot.

El inspector jefe bajo del coche y se dirigio al edificio de Jiao caminando tranquilamente, como si fuera un residente mas.

Chen entro en el edificio, cuya puerta estaba abierta, y subio en ascensor hasta el sexto piso, una planta mas arriba de la de Jiao. Tras asegurarse de que no hubiera nadie en el pasillo, se puso un sombrero y unas gafas de sol que habia comprado en el parque y se dirigio a las escaleras. No sabia donde habria instalado Seguridad Interna su camara de video; quizas estuviera oculta en el rellano, pero con ese atuendo no lo reconocerian tan facilmente. Y lo mas probable es que no observaran las imagenes durante las veinticuatro horas del dia. Sucediera lo que sucediera al dia siguiente, no queria preocuparse de eso en ese momento.

Al llegar frente a la puerta de Jiao, Chen se agacho fingiendo atarse el cordon del zapato de espaldas a las escaleras. Tapo de ese modo el felpudo, bajo el que busco a tientas hasta encontrar la llave.

En sus anos universitarios, Chen habia leido un relato de Sherlock Holmes en el que el detective entraba en la habitacion de un delincuente con la ayuda de una criada que trabajaba alli. Si Holmes creia que el fin justificaba los medios, ?por que no iba a pensar lo mismo el inspector jefe Chen?

Ya no se trataba unicamente de proteger la imagen de Mao, fuera cual fuese el material sobre el presidente. Chen queria realizar un ultimo esfuerzo para no acabar como el Viejo Cazador, que vivia atormentado por lo que debio haber hecho y no hizo.

Sin embargo, Chen no empezo registrando el piso como un policia, no tenia sentido dejarlo todo patas arriba. Seguridad Interna ya habria efectuado un registro concienzudo -no le cabia la menor duda sobre quien estaba detras del misterioso robo-, y Chen era consciente de que el no iba a tener mas suerte. Tampoco disponia del tiempo suficiente, por lo que trato de centrarse en la lista de objetos «inusuales» que Peiqin le habia enviado por fax.

El hecho de que la sala de estar pareciera un estudio no lo sorprendio. Jiao era una chica muy trabajadora, y podia usar la estancia como mejor le conviniera. El primer objeto que llamo su atencion fue el largo pergamino caligrafiado que colgaba de la pared. Chen reconocio el poema escrito en el pergamino. Se trataba de «Una concubina imperial espera por la noche», del poeta de la dinastia Tang Li Bai.

Mientras espera, encuentra sus medias de seda

empapadas de las gotas de rocio

que relucen sobre las escaleras de marmol del palacio.

Finalmente, se dispone

a cerrar la cortina tejida en cristal

y entonces dirige otra mirada

a la fascinante luna de otono.

Chen estaba confundido. Diao le habia hablado acerca de un pergamino con un poema clasico chino que colgaba en la habitacion de Shang. No de Li Bai, sino de otro poeta, aunque ambos poemas se referian al personaje de una concubina imperial abandonada. Lo que le habia contado Diao no era ningun secreto, y, siendo nieta de Shang, Jiao podria haber oido o leido versiones similares. Sin embargo, su decision de colgar el pergamino precisamente alli constituia otro misterio. El poema habria tenido sentido para Shang, pero no para una chica joven como Jiao.

Cerca del pergamino, Chen vio varios cuadros, acabados y por acabar, apoyados contra la pared. Entre ellos encontro el dibujo de la bruja voladora. Era posiblemente un esbozo, con algunos detalles que Xie no habia mencionado. La bruja sobrevolaba la Ciudad Prohibida montada en una escoba de mango corto. Bajo el dibujo, Jiao habia escrito dos frases: «Hay que barrer todos los bichos, / ?soy invencible!». Chen las reconocio como frases de Mao. ?Se suponia que el cuadro era una parodia?

Al entrar en el dormitorio se fijo en la gran cama, que tenia una tercera parte de su superficie cubierta de libros. Le recordo al dormitorio de Mao. ?Era una imitacion premeditada? El inspector jefe toco la cama. Como cabia esperar, una tabla de madera hacia las veces de colchon.

A continuacion abrio la puerta del bano. Los dos asientos del retrete -un asiento corriente en el que sentarse, y otro mas bajo, en forma de palangana, para acuclillarse sobre el- confirmaron su sospecha. Era un habito que habia acompanado a Mao desde su epoca de campesino en la provincia de Hunan, pero Jiao era una muchacha nacida y criada en Shanghai. Pese a que el orfanato no era un sitio lujoso, resultaba impensable que Jiao hubiera adquirido una costumbre asi en la ciudad. Ademas, habria sido muy caro disenar un cuarto de bano como

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