costado, uno detras de otro. Con menos precision que antes, sin embargo. Menos calma.

Se volvio, vino hacia mi, y solo en aquel momento me di cuenta de que habia dicho su nombre y que, seguramente, ella lo habia oido.

Me dio un punetazo en un ojo. Me parecio que me lo habia hecho estallar dentro de la cabeza. Dentro de mi orbita ciega se alargaron circulos concentricos hasta alcanzar todo el mundo a mi alrededor. La cabeza se me lleno de un ruido ensordecedor mientras me daba una patada en la ingle. Me doble y el me asesto un rodillazo en la cara. Senti que el golpe me desgarraba la mejilla contra las muelas. El gusto amargo de la sangre en la boca y enseguida un borboton de vomito.

Tal vez perdi el conocimiento por algunos segundos.

El resto son fragmentos. La pelicula de un loco tomada con una vieja camara superocho.

Francesco esta de nuevo junto a la chica y le dice algo. Otro se acerca tambaleando. Ese otro soy yo y la toma es desde arriba. Desde algun punto impreciso del techo de aquel portal, entre los puntales de madera fetida y revoque podrido. Se agarran uno al otro y hay un olor acre. Golpes como en un sueno, mis manos que buscan su garganta, sus manos que buscan la mia, el cuerpo de la joven debajo de nosotros, que luchamos. Ya no hay nada de humano en lo que esta ocurriendo. Un mordisco, su carne que se desgarra. Un alarido bestial.

Despues gritos de otros. Francesco se aparta de mi e intenta escapar. Luz azul intermitente. El corredor de pronto esta lleno de gente.

Luego estoy en el suelo, con una rodilla en la espalda y una cosa de hierro, fria, clavada entre la mandibula y la oreja. Alguien me tuerce un brazo detras de la espalda, luego el otro, al fin un chasquido metalico. Me arrastran fuera, me meten en un coche, ruedas que giran, frenos, maniobra, acelera.

Partida.

11

Los carabinieri empezaron a golpearme en el coche mientras me llevaban al cuartel. Estaba en el asiento trasero, con las manos esposadas a la espalda, en medio de dos tipos que apestaban a humo y a sudor. El coche corria como un relampago por la ciudad, sin siquiera aminorar en las esquinas, y aquellos dos me daban punetazos y codazos, en la cabeza y en la barriga. Con calma y metodo. Me dijeron que era solo un anticipo. En el cuartel me arrancarian las pelotas de verdad. Yo no decia nada. Recibia los golpes en silencio, aparte de algun gemido. Era extrano. Escuchaba el ruido de los golpes. Sordo y sin respiracion por los que recibia en la barriga. Una especie de toc amplificado cuando llegaban los nudillos o los codos a la cabeza.

No decia nada porque estaba convencido de que no me creerian. Tenia miedo. Un miedo tremendo.

Cuando llegamos al cuartel cumplieron su palabra. Me llevaron a una habitacion semivacia. Habia solo un escritorio y algunas sillas. Una ventana con rejas. Un espejo carente de sentido. Me hicieron sentar en una vieja silla con ruedas, siempre con las manos esposadas en la espalda.

Y me arrancaron las pelotas, como habian prometido.

Me pegaron con las manos; con los pies; con las paginas amarillas dobladas por la mitad; en la oreja con una vara de esas blancas y rojas que se usan para dirigir el trafico.

Cada tanto alguno salia y entraba algun otro. Al recordarlo casi me parece que se alternaban en turnos regulares. Casi todos iban de paisano, pero alguno tambien de uniforme. Uno de los de uniforme me golpeo con el cinturon y me corto con la hebilla.

Decian que era mejor que lo confesara todo. Querian decir todas las otras violaciones a todas las otras mujeres. Mejor que lo hiciera, porque si no hablaba me matarian a golpes y luego escribirian que me habia resistido al arresto. Uno dijo que me meterian un embudo en la boca y me harian tragar una garrafa de agua salada. Entonces, seguro, me vendrian las ganas de hablar.

Me eche a llorar y recibi un golpe violentisimo en un lado de la cabeza.

– Maldito hijo de puta -escuche desde la niebla en la que me encontraba entre lagrimas, sangre y miedo. Un instante antes de desmayarme.

No recuerdo bien lo que ocurrio despues, cuando recobre el sentido. Creo que dejaron de golpearme, o tal vez me dieron aun alguna bofetada. Uno de los que me habian llevado en el coche dijo que el resto de presos, en la carcel, se ocuparian de mi. Los violadores no son muy populares en aquellos ambientes. En aquel momento me vinieron a la memoria mis padres y mi hermana. Pense en como se habrian sentido si sabian que estaba en la carcel y eso me dio una tristeza infinita.

Creo que los suboficiales terminaron con los golpes, levantaron el acta, como se dice, para formalizar mi arresto, escribir el sumario y, en resumen, todos los papeles que se hacen en estos casos. Entre una bofetada y otra habia repetido que no sabia nada de las otras violaciones. De lo sucedido aquella noche ni siquiera me habian preguntado. Por otra parte me habian atrapado en flagrante delito. No hacia falta una confesion.

En un momento dado se abrio la puerta y pense que alguno venia a darme otro par de punetazos en la cara. En cambio entro uno con americana y corbata que hizo una senal con la cabeza a los dos que todavia estaban dentro. Los dos salieron y aquel se quedo.

Era joven, casi un muchacho, con ojos claros. Tenia acento del norte, un aspecto corriente y limpio. Un tono amable.

Ante todo me quito las esposas y me di cuenta de que los hombros me dolian, justo a la altura de las articulaciones.

– ?Quieres un cigarrillo? -dijo tendiendome una cajetilla. Lo mire a la cara un momento, como para ver si lo decia en serio. Luego hice que si con la cabeza. Pero no consegui sacar aquel cigarrillo. Entonces el cogio el paquete, saco uno y me lo dio. Me hizo encenderlo y dejo que aspirara tres o cuatro veces antes de volver a hablar.

– La chica esta bastante bien. La han atendido en primeros auxilios. Ahora esta aqui y pudimos interrogarla acerca de lo que ocurrio. -Hizo una pausa y me miro, pero yo no dije nada. Entonces volvio a hablar.

– Esta en la otra habitacion. Te esta viendo en este mismo instante. -Hizo un movimiento con la cabeza y con los ojos hacia el espejo. Volvi la cabeza para mirar, luego me volvi de nuevo hacia el. No le entendia.

– Quien esta en la otra habitacion puede ver quien esta en esta sin ser visto.

Como en las peliculas. Las palabras se me aparecieron escritas en la cabeza. Me ocurria cada vez mas a menudo.

– La chica dice que tu no participaste en la agresion. Dice que la defendiste.

Acerque un poco mi cara a la suya como para verlo mejor y estar seguro de haberlo entendido bien. Senti que el menton me temblaba, incontrolado, pero no llore.

Al pensarlo ahora me parece extrano, pero aquella noche, desde que me habian puesto las esposas en el zaguan hasta que aquel muchacho con americana y corbata entro en la habitacion, ni siquiera por un instante habia pensado que podria salir bien de todo aquel lio. Ni por un momento pense que la chica podia salir en mi defensa.

Solo ahora, tal vez, consigo explicarmelo. Entonces era imposible. La percepcion de mi mismo en aquellos hechos se habia detenido en el momento en que Francesco me propuso violar juntos a una chica. En el momento en que habia delirado sobre la violencia ancestral y todo el resto. Mi verguenza por no haber sido capaz, por enesima vez, de decir que no, se me habia enquistado. Aquella culpa mia me parecia enorme y visible para todos. Para la chica en primer lugar.

El hecho de haber luchado para defenderla, en una mezcla de miedo, verguenza y deseo de destruccion, no contaba para nada. Estaba clavado a mi culpa. A todas mis culpas, y por eso no habia intentado decir nada a los suboficiales que me golpeaban. Para mi, era tan culpable como si la hubiera violado.

– ?Por que no nos dijiste nada?

Entrecerre los ojos, encogiendome debilmente de hombros. Un gesto infantil mientras empezaba a sentir el dolor de los golpes y un cansancio mortal.

Me dijo que lamentaba lo que me habia ocurrido y pregunto si queria que me acompanaran a primeros auxilios. Dije que no y el no insistio. Incluso parecia aliviado. No habria habido informes, explicaciones que dar a los medicos y tal vez a algun magistrado acerca de como y cuando me habia hecho aquellas lesiones.

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