– ?Estas en condiciones de prestar declaracion? Mientras tanto, si quieres, avisamos a tu familia.

Dije que con la familia no habia problemas. Y si, podia hacer una declaracion. ?Podia fumarme otro cigarrillo? Claro que podia; incluso, antes de hacer la declaracion tomariamos todos juntos un cafe. Como viejos amigos.

Poco despues nos trajeron un termo con vasitos de plastico, una cajetilla de cigarrillos para mi y hasta una bolsa de hielo. La situacion se volvio casi surrealista. Bebimos el cafe todos juntos. Yo, dos de aquellos que poco antes me habian golpeado -y que ahora me trataban amistosamente- y aquel tipo con americana y corbata al que todos llamaban senor teniente. Era una circunstancia absurda, pero en aquel momento todo parecia normal.

Con la bolsa de hielo apoyada en el pomulo izquierdo, conte todo lo que habia ocurrido. El teniente le dictaba a un hombreton que antes me habia pegado salvajemente bajo las costillas. Ahora escribia veloz, golpeteando con dos dedos el teclado de una vieja maquina de escribir. Dos dedos gordos y agiles.

Hable mucho, deseando solo que me dejaran salir de ahi y desaparecer. Dije una parte de la verdad, mezclada con otras cosas inventadas. Dije que habiamos tomado algunas cervezas de mas y estabamos paseando, borrachos. Mientras lo decia pensaba que si me hubieran hecho un analisis habrian descubierto que no era solo cerveza lo que me circulaba por las venas, y me alegre de haber rechazado el ofrecimiento de los primeros auxilios. Habiamos visto aquella chica, sola, y Francesco me habia propuesto hacerle una broma, hacerle creer que queriamos violarla, y, despues de haberle dado un buen susto, decirle que era una broma y escaparnos. Dije de nuevo que habiamos bebido algunas cervezas de mas y que por eso, idiota de mi, habia aceptado. Despues me habia dado cuenta de que todo se estaba transformando en una cosa seria.

Me preguntaron acerca de mi amistad con Francesco y si sabia algo de los otros episodios de violencia. Mas que amigos eramos conocidos, dije. Nos veiamos cada tanto, a veces para una partidita de poquer.

No se por que les dije lo del poquer, no habia ningun motivo, pero mientras escribian, de pronto se me ocurrio que tambien lo interrogarian a el, si no lo habian hecho ya. Pense que podia decidir contarlo todo. Y por unos instantes me fulmino un terror ciego e incontrolable.

?Sabia algo sobre aquellos otros episodios?

No, no sabia nada. Si debia decir lo que pensaba -menti, esperando que el leyera aquella declaracion, viera que habia intentado ayudarlo y no me acusara de nada-, me parecia muy improbable que el fuese responsable de aquellas violaciones. Me preguntaron sobre que base hacia esa afirmacion y dije que, por lo que sabia de el, me parecia una persona normal.

Dije textualmente eso: una persona normal. No el tipo de hombre que comete acciones de esa clase.

Me dijeron amablemente -ahora eran amables- que no tomaban en cuenta mis consideraciones personales. No levantaron acta de esa parte.

Volvieron a preguntarme acerca del episodio de aquella noche. ?Recordaba con exactitud lo que decia Francesco mientras golpeaba a la joven? Dude. No, no lo recordaba. Todo era confuso.

No era verdad. Recordaba bien lo que le habia dicho. Recordaba muy bien el tono de su voz y sus palabras.

El teniente me invito a leer el sumario. Tome la hoja en la mano y veia las palabras que se deslizaban bajo mis ojos -trazos, segmentos, curvas- pero no las entendia. Pero al fin hice que si con la cabeza, como si hubiese leido en efecto. Firme con un boligrafo.

– Pedire que te acompanen a casa -dijo. Luego, despues de un breve titubeo-: Lamento lo ocurrido. -Ya lo habia dicho antes y parecia sincero.

Hice un gesto vago con la mano, como diciendo: no es nada, son cosas que pasan. Un gesto patetico y fuera de lugar.

Poco despues estaba de nuevo en el coche en el que me habian metido, esposado, algunas horas antes. Cruzamos las calles desiertas mientras la oscuridad de la noche comenzaba a perder sus tonos sombrios pero precisos. Yo estaba de nuevo sentado atras, aunque esta vez solo. Delante conducia un muchacho de mi edad y en el lugar del acompanante estaba sentado el hombreton que habia escrito mis declaraciones. El otro lo llamaba sargento. Hablaban entre ellos de cosas cotidianas y banales.

Llegamos a casa en pocos minutos y, cuando el vehiculo se detuvo, el sargento me dijo que podia irme. Me aferre a la portezuela y sali con dificultad, sintiendo todos los dolores de los golpes recibidos. Mientras me estaba yendo, el se asomo por la ventanilla.

– ?Eh, sin rencor! -Alargaba la mano hacia mi.

Hice una sena con la cabeza y le tome la mano. Era blanda y la solte enseguida como si hubiera sido una criatura viscosa o uno de esos emplastos que usan los ninos para hacer bromas de carnaval.

Luego me volvi y fui hacia el portal mientras a ellos se los tragaba la primera luz, liquida y espectral, de aquella manana de noviembre.

12

Chiti estaba sentado en el sillon de costumbre. El del insomnio y el dolor de cabeza. El del despertar de los suenos, o de las pesadillas, del peso flaccido de otro dia que estaba a punto de comenzar. Aquel en que la angustia de la locura grunia con los ojos enrojecidos y aterradores del mastin de los Baskerville, visto tantos anos antes, de nino, en una pelicula.

Esa manana era diferente.

Reinaba una sensacion extrana y desconocida de ingravidez mientras las notas de la polonesa N.° 6, la Heroica, se deslizaban casi liquidas en el silencio de la casa desierta. No a bajo volumen, esta vez. Las habitaciones austeras, iguales a aquellos cuartos atemorizantes y vacios de su infancia, eran inundadas por la musica y parecian cobrar vida. Como si fantasmas benevolos se hubieran despertado y se hubieran levantado para descubrir que pasaba.

Los fotogramas dispersos de aquella noche que estaba a punto de terminar pasaban ante sus ojos como algo que hubiera sucedido a otros. Remoto y extrano.

Saco del bolsillo el dibujo manoseado y sucio que habia conservado durante todos aquellos meses. El espectro al que habia perseguido todo aquel tiempo.

Lo miro sin reconocerlo, y penso que, que extrano, no le hacia ningun efecto. En el ya no veia nada. Solo lineas que se enlazaban y se separaban, se condensaban, se cruzaban, se perdian en aquel dibujo ahora carente de vida; en aquella cara ausente y desconocida.

Rompio la hoja, una, dos, tres, cuatro veces hasta que el montoncito de trocitos cortados fue tan pequeno y denso que ya no pudo romperlo mas.

Los tiro a la papelera.

Volvio al sillon y penso por un momento que lo sentia por aquel muchacho. Habia recibido una buena paliza y no tenia nada que ver. Al contrario.

Despues, incluso ese pensamiento se esfumo. Remoto y extrano.

Penso que no estaba cansado, que no le dolia la cabeza. Que estaba bien, como no le habia ocurrido nunca en la vida, aparte tal vez en la infancia mas lejana, cuyas imagenes, sonidos, consistencias, olores estan formados por partes iguales con la materia de los recuerdos y la de las fantasias y los suenos.

Luego le invadio un pensamiento doloroso, lancinante y hermosisimo.

Con una sensacion de puro vertigo penso que ahora era libre. Libre de hacer tantas cosas. Libre de irse. Si quisiera.

O tambien de quedarse. Si quisiera.

Libre.

Fuera, exactamente sobre el mar, frente al cuartel, comenzaba a nacer el dia.

13

Francesco no me acuso. No dijo nada de mi. No dijo nada. Se acogio, como se dice, al derecho de no declarar

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