que admitiese que conocia la existencia del segundo numero que no estaba aun preparado para pasar a la parte siguiente. Luego pense que, llegados a ese punto, era inutil dar rodeos.
– ?Que paso aquel domingo?
– Tengo frio -dijo ella; de su cara habia desaparecido ya todo rastro de color.
Aprete el boton para cerrar su ventanilla, aunque el frio no procedia de fuera.
Luego aguarde a que me contestara.
36
– Me parece increible haber llegado a este punto -dijo tras un largo silencio, siempre sin mirarme. Las palabras eran dramaticas, pero las pronuncio en un tono extranamente neutro, incoloro.
– Os visteis aquella tarde, ?verdad?
Asintio con la cabeza, sin decir palabra.
– Habiais quedado el dia anterior.
Asintio de nuevo.
– ?Fuiste a buscarla a la estacion, cuando llego de Ostuni?
– No. Yo estaba en casa de Duilio. Habiamos quedado en que se reuniria alli con nosotros.
– ?Y lo hizo?
– Si, llego hacia las seis, puede que algo mas tarde. Vino en taxi, directamente desde la estacion, y dijo que queria darse una ducha.
– ?Duilio vive solo?
– Si, claro.
– ?Donde?
– Ahora ha cambiado de casa, a la otra no quiere ni volver.
– ?Donde estaba esa otra casa?
– Por la zona del faro, en uno de esos edificios nuevos frente al mar. Ahora, en cambio, vive en el centro.
– ?Para que habiais quedado?
– Manuela tenia que volver a Roma y antes queria pillar.
Trague con dificultad. Era lo que me esperaba que dijese, pero oirlo no me gusto.
– ?Quieres decir «pillar» cocaina?
– Si.
– ?La cocaina era solo para su consumo personal?
– No, tambien la vendia, para pagarse la que consumia, consumia muchisima.
– ?La vendia en Roma?
– Casi siempre. Pero no se quienes eran sus clientes.
– ?Nicoletta lo sabia? Quiero decir, ?Nicoletta sabia que Manuela traficaba con droga?
– No lo se, pero no creo. Lo que te dijo cuando fuimos a verla es todo lo que sabe. Mas o menos.
– Asi que fue a casa de Duilio para proveerse de cocaina y llevarsela a Roma.
– Si.
– ?Cuanta tenia que coger?
– No lo se. Se llevaba siempre cincuenta gramos, a veces cien. Se entendian entre ellos. Cuando tenia dinero se la pagaba en el momento; cuando no, Duilio le fiaba.
– ?Que hace Duilio en la vida?
– Tiene un concesionario de coches. Es decir, trabaja en el concesionario de su padre, pero tambien esta metido en politica.
– Y redondea con la cocaina.
Otro leve movimiento de cabeza para decir que si.
– ?Cuantos anos tiene este caballero?
– Treinta y dos.
Me tome unos segundos para procesar todo lo que acababa de oir antes de seguir haciendole preguntas.
– Entonces, Manuela fue a casa de Duilio, donde estabas tambien tu, y se dio una ducha, ?que paso luego?
– La idea era salir a cenar fuera, pero Manuela queria probar antes la mercancia. Era una partida nueva, Duilio la habia recibido el dia anterior.
– ?Llego con esa idea?
– Si. Se le habia acabado desde hacia varios dias. Pensaba que podria encontrar en los trulli, pero ese fin de semana no habia nadie que tuviera. Llego con esa idea fija en la cabeza.
Pense que Anita era una gran observadora. ?Cuales habian sido sus palabras? Manuela no parecia una persona que estuviese tranquila… Estaba un poco…, un poco acelerada.
– ?Que quieres decir, que estaba enganchada?
– Esnifaba casi todos los dias. Al principio conseguia que se la regalaran, se metia rayas en las fiestas… Luego ya no tuvo bastante con los regalitos y las fiestas, por eso empezo a traficar. No podia abastecerse con el dinero que le pasaban sus padres.
– Continua.
– Se ducho y luego pensamos en meternos unas rayas, antes de salir. Era una farlopa buenisima, una de las mejores que habiamos probado nunca. La idea era meternos dos o tres rayas y luego salir, pero Manuela quiso mas. Empezo a meterse y a meterse, y yo le dije que parara, que se estaba pasando. Pero ella contesto que llevaba seca un monton de dias, que estaba a punto de caer en una depresion, y que tenia que reponerse. Se reia como si estuviera loca, parecia una loca. En un momento dado, Duilio tambien empezo a preocuparse.
– ?Que paso entonces?
– Duilio dijo que ya estaba bien e intento quitarsela. Ella se cabreo, le grito que si no le daba mas montaria el pollo. Ya te lo he dicho, parecia una loca.
Durante unos instantes deje de escuchar las palabras de Caterina para concentrarme en el sonido de su voz. Carecia totalmente de emocion, el ritmo era monocorde, no parecia que estuviese contando una historia que discurria hacia un final tragico. No parecia la voz de una joven que estaba a punto de contar como habia muerto su mejor amiga.
– ?Puedes repetir eso ultimo, por favor? Me he distraido un segundo.
– El le dijo que una raya mas, y punto. Quiza se le fue la mano. Ya te he dicho que se habia puesto hasta arriba, y encima se metio tambien aquella raya, entera. No era la primera vez que se pasaba tanto.
– ?Y luego?
– Luego, poco despues, empezo a encontrarse mal. Sudaba, tenia temblores, el pulso aceleradisimo, parecia como si le hubiese dado un ataque de fiebre de repente. Tambien se le dilataron las pupilas, daba miedo mirarle los ojos.
– ?Y que hicisteis?
– Yo queria llamar al 118, pero Duilio dijo que era mejor esperar. Dijo que ya habia visto, otras veces, a personas en esas condiciones, y que luego se les pasaba. Decia: «Espera, esto es algo que ocurre a veces. Si llamamos al 118 luego vendra tambien la policia y nos veremos de mierda hasta el cuello. Veras como dentro de poco se encontrara mejor». En un momento dado dejo de temblar y cerro los ojos. Parecia que se habia quedado dormida y nos tranquilizamos. Pensamos que la crisis habia pasado.
– ?Y en cambio?
– A los pocos minutos nos dimos cuenta de que no respiraba.
Siempre aquel tono neutro, sin timbre alguno, que infundia miedo.
Habia estado casi seguro, desde el primer momento, de que Manuela habia muerto. Pero ahora que lo sabia sin lugar a dudas, ahora que me lo estaba contando una persona que la habia visto morir, no conseguia creerlo. Intente precisar aquella sensacion y me di cuenta de que, durante todos esos dias, mientras estaba convencido de que Manuela estaba muerta, me la habia estado imaginando viva.