obsesionado por la idea de que pudiera ocurrir de nuevo.

Asi que deje de tomar el ascensor. Fue una eleccion estupida, que contribuyo a empeorar las cosas.

Al cabo de algunos dias, en lugar de estar mejor, empece a temer que el panico pudiera asaltarme por todas partes y a cualquier hora.

Cuando me hube preocupado bastante logre provocarme un nuevo ataque, esta vez por la calle. Fue menos violento que el primero, pero los efectos, en los dias sucesivos, fueron todavia mas devastadores.

Como minimo durante un mes vivi con el terror constante de ser golpeado de nuevo por el panico. Resulta comico, si lo pienso ahora. Vivia con el miedo de ser asaltado por el miedo.

Pensaba que cuando me ocurriera de nuevo, podria volverme loco y eventualmente tambien morir. Morir loco.

Esto me hizo recordar, con una desazon supersticiosa, un hecho acontecido hacia muchos anos.

Estaba en la universidad y habia recibido una carta, escrita en un papel cuadriculado con una grafia redonda y casi infantil.

Querido amigo, despues de haber leido esta carta haz diez copias a mano y envialas a diez amigos. Esta es la verdadera cadena de San Antonio: si la continuas, en tu vida entraran la fortuna, el dinero, el amor, la serenidad y la alegria; si la interrumpes, podran acaecerte desventuras horribles. Una joven esposa que desde hacia dos anos deseaba un hijo sin lograr quedarse embarazada copio la carta y la mando a diez amigos. Tres dias mas tarde supo que estaba esperando. Un humilde empleado de correos copio la carta, la mando a diez amigos y parientes y una semana mas tarde gano una gran cantidad de dinero en el juego de la primitiva.

Un profesor de instituto, en cambio, recibio esta carta, se rio de ella y la hizo pedazos. Al cabo de poco tiempo tuvo un accidente, se rompio una pierna y ademas fue desahuciado de casa.

Un ama de casa recibio la carta y decidio no romper la cadena. Sin embargo extravio la carta y, de hecho, interrumpio la cadena. Enfermo de meningitis a los pocos dias y, a pesar de curarse, quedo invalida toda su vida.

Un medico, al recibir la carta, la rompio diciendo, en tono desafiante, que no habia que creer en aquellas supersticiones.

Pasados varios meses fue despedido de la clinica en la que trabajaba, fue abandonado por su mujer, enfermo y finalmente murio enloquecido.

?No hay que interrumpir la cadena!

Lei la carta a mis amigos, que la encontraron hilarante. Cuando hubieron acabado con las risas me preguntaron si pensaba destrozarla y morir enloquecido. O ponerme pacientemente a hacer las diez copias con bella caligrafia, lo cual no habrian dejado de recordarme -con poca elegancia, pienso- al menos durante los siguientes diez anos.

Esto me puso de los nervios, pense que no habrian sido tan ocurrentes si la carta les hubiera llegado a ellos y dije que obviamente la romperia. Ellos pretendieron que lo hiciera delante suyo. Insinuaron que podia cambiar de idea y, alejado de ojos indiscretos, hacer las famosas diez copias, etcetera.

En definitiva, me vi obligado a romperla en pedazos y, cuando hube acabado, el mas gracioso de los tres dijo que no tenia por que preocuparme: en el momento oportuno ellos se ocuparian de que me ingresaran en un manicomio acogedor.

Mas o menos dieciocho anos despues me habia encontrado pensando -seriamente- que la profecia se estaba cumpliendo.

En cualquier caso, el miedo a sufrir un nuevo ataque de panico y a enloquecer no eran mi unico problema.

Empece a padecer insomnio. Pasaba las noches casi completamente en blanco, conciliando el sueno solo poco antes del alba.

Pocas veces me dormia en horarios mas normales. En estas ocasiones, sin embargo, me despertaba inexorablemente dos horas despues y no podia quedarme en la cama. Si lo intentaba, me asaltaban pensamientos muy tristes, insoportables. Sobre como habia malgastado mi vida, sobre mi infancia. Y sobre Sara.

Entonces me veia obligado a levantarme y vagaba por mi apartamento. Fumaba, bebia, miraba la television, encendia el movil con la esperanza absurda de que alguien me llamara a altas horas de la noche.

Empece a preocuparme de que la gente se diera cuenta de mi situacion.

Sobre todo empece a preocuparme de poder perder el control y pase todo el verano de esa guisa.

Cuando llego agosto no encontre a nadie que quisiera viajar conmigo -en realidad no lo busque- y no tuve el valor de irme solo. Asi que vagabundee, encontrando alojamiento en las casas y los trulli [1] de los amigos, en el mar o en el campo. ?No creo haberme ganado muchas simpatias durante estos vagabundeos!

La gente me preguntaba si estaba un poco deprimido y yo contestaba que si, un poco, y normalmente la conversacion no se alargaba mucho. A los pocos dias comprendia que era el momento de hacer las maletas y encontrar otro refugio, buscando con ahinco evitar el regreso a la ciudad.

En septiembre, viendo que las cosas no mejoraban y, en particular, que ya no soportaba pasar las noches en blanco, fui a ver a mi medico, que ademas era amigo mio. Necesitaba alguna cosa para dormir.

El me visito, me hizo hablar de mis sintomas, me tomo la presion, me miro los ojos con una lamparita, me hizo hacer unos ejercicios un poco dementes de equilibrio y al final dijo que seria mejor si me visitaba un especialista.

– ?Que quieres decir, perdona? ?Que especialista?

– Bueno, un especialista en estos problemas.

– ?Que problemas? Dame algo para dormir y acabemos de una vez.

– Guido, la situacion es un poco mas compleja. Tienes un aspecto muy cansado. No me gusta el modo en que miras a tu alrededor. No me gusta como te mueves, no me gusta como respiras. He de decirtelo: tu no estas bien. Has de ir a visitar a un especialista.

– Querras decir un…

Tenia la boca seca. Pensamientos inconexos me pasaban por la cabeza. Tal vez quiere decir que he de ir a visitar a un internista. O a un homeopata. Un masoterapeuta. Tambien a un ayurvedico.

Ah, de acuerdo, si tengo que ir a un internista, masoterapeuta, ayurvedico, homeopata y a tomar por el culo, no hay problema, voy. Yo no me privo de mis tratamientos.

Yo no tengo miedo, porque… ?UN PSIQUIATRA? ?Has dicho un psiquiatra?

Tenia ganas de llorar. Me habia vuelto loco, ahora hasta lo decia un medico. La profecia se estaba cumpliendo.

Le dije que de acuerdo, que por ahora podia darme un maldito somnifero, y luego ya pensaria que hacer. Que si, de acuerdo, no tenia intencion alguna de infravalorar el problema, nos vemos, no, no, no es necesario que me recomiendes a uno -boca muy seca- a uno de esos. Te llamo y me lo dices.

Me aleje de alli, evitando tomar el ascensor.

4

Mi medico habia aceptado recetarme algo para dormir y con aquellas pildoras parecio que la situacion mejoraba un poco.

El humor era siempre gris raton, pero como minimo no me arrastraba destruido por el insomnio, como un espectro.

En cualquier caso, mi productividad en el trabajo y mi fiabilidad profesional estaban peligrosamente por debajo del nivel de alerta. Habia varias personas cuya libertad dependia de mi trabajo y de mi concentracion. Supongo que habrian encontrado interesante descubrir que pasaba las tardes hojeando distraidamente sus expedientes, que no me importaban un pito ni ellos ni el contenido de aquellos expedientes, que el resultado de

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