De joven habia practicado el boxeo.

Me habia llevado mi abuelo despues de haberme visto llegar a casa con la cara hinchada por las bofetadas. Me las habia dado un tipo mas grande -y mas malo- que yo.

Tenia catorce anos, estaba delgadisimo, con la nariz roja y brillante por el acne, estudiaba cuarto en el ginnasio [2] y estaba convencido de que la felicidad no existia. Al menos, para mi.

El gimnasio estaba en un sotano humedo, el maestro era un senor delgado de unos setenta anos, los brazos todavia secos y musculosos, el rostro de Buster Keaton. Era amigo de mi abuelo.

Recuerdo perfectamente cuando entramos, despues de haber bajado por una escalera estrecha y mal iluminada. Nadie hablaba y solo se oian los pequenos ruidos sordos de los punetazos contra el saco, los chasquidos de las cuerdas, el ritmo del punching ball. Habia un olor que no soy capaz de describir, pero lo siento en la nariz, ahora que escribo, y me provoca escalofrios.

Que yo me ejercitara en el boxeo fue mucho tiempo un secreto para mi madre. Solo lo supo cuando, con diecisiete anos y medio, gane la medalla de plata en los campeonatos regionales juveniles, categoria welter.

El abuelo, sin embargo, no consiguio verme en aquel podio de conglomerado.

Tres meses antes estaba paseando por un pinar con su pastor aleman, cuando se detuvo y se sento tranquilamente en un banco.

Un joven que estaba alli cerca dijo que poco despues habia apoyado la cabeza en el respaldo, de manera extrana, tras haber acariciado al perro.

Al perro tuvieron que matarlo los carabineros antes de poder acercarse al cuerpo de aquel senor e identificarlo como Guido Guerrieri, catedratico jubilado de historia de la filosofia medieval.

Mi abuelo.

Gane mas medallas despues de aquellos campeonatos regionales. Tambien una de bronce en los campeonatos universitarios italianos, en la categoria de peso medio.

Nunca he tenido el puno pesado, pero habia aprendido bien la tecnica, era delgado y alto, con los brazos mas largos que los de mi mismo peso.

Poco antes de licenciarme lo deje, porque el boxeo solo lo puedes practicar mucho tiempo si eres un campeon o si tienes alguna cosa que demostrar.

Yo no era un campeon y me parecia que ya habia demostrado lo que tenia que demostrar.

Despues de haber decidido prescindir de la psiquiatria moderna me preocupe de buscar algo, como alternativa. Pense que tenia ganas de liarme a punetazos.

Al pensarlo me di cuenta de que se habia tratado de una de las pocas cosas reales de mi vida. El olor del cuero de los guantes, los golpes -darlos y recibirlos-, la ducha caliente despues, cuando te dabas cuenta de que durante dos horas no habia pasado por tu cabeza ni un solo pensamiento.

El miedo cuando ibas hacia el cuadrilatero, el miedo detras de tus ojos inexpresivos, detras de los ojos inexpresivos del otro. Saltar, golpear, intentar esquivar, encajar, pegar, brazos que no logras tener levantados en guardia por el cansancio, respirar por la boca, rogar para que se acabe porque ya no puedes mas, querer golpear y no lograrlo -te lo parece-, pensar que no te importa nada ganar o perder pero que se acabe, pensar que tienes ganas de caerte en la lona y no lo haces y no sabes el porque y que es lo que todavia te mantiene de pie, y luego suena el gong y piensas que has perdido y no te importa nada, y luego el arbitro levanta tu brazo y comprendes que has ganado, y no existe nada mas en aquel momento, nada mas que aquel momento. Nadie te lo podra quitar. Nunca mas.

Busque un gimnasio donde se practicara el boxeo. El viejo sotano de hacia veinticinco anos ya no existia desde hacia tiempo. El maestro habia fallecido. Consulte el listin telefonico y me di cuenta de que la ciudad estaba llena de gimnasios de artes marciales japoneses, tailandeses, coreanos, chinos, incluso vietnamitas. La eleccion era muy amplia: judo, jiu-jitsu, aikido, karate, thai boxing, taekwondo, tai-chi, wing chun, kendo, viet vo dao.

El boxeo parecia desaparecido, pero no me resigne. Telefonee al comite provincial del CONI y pregunte si habia gimnasios en Bari donde se practicara el boxeo. El empleado fue amable y eficaz. Si, habia dos clubes de boxeo en Bari; uno estaba junto al nuevo estadio, huesped del municipio, el otro utilizaba el gimnasio de una escuela secundaria, precisamente a dos pasos de mi casa.

Fui a echar un vistazo y descubri que ya conocia al profesor, era uno del viejo gimnasio, Pino. Acordarme del apellido, obviamente, ni loco. Habia empezado a ir por el sotano un poco antes de que yo dejara de ir. Era un peso pesado, poca tecnica, pero punos muy potentes. Incluso habia disputado algun combate como profesional, pero sin grandes resultados. Ahora tenia varios trabajos. Profesor de boxeo, maton de discoteca, jefe del servicio de seguridad en los conciertos, grandes fiestas, espectaculos.

Se alegro de verme, seguro que podia inscribirme, era huesped suyo, y ni hablar de tener que pagar. Ademas un abogado siempre puede ser de utilidad.

Entonces, a partir de la semana siguiente, cada lunes y jueves salia del despacho a las seis y media y a las siete ya estaba en el gimnasio y durante casi dos horas practicaba el boxeo.

Esto me hizo sentir un poco mejor. No bien, pero un poco mejor. Saltaba a la cuerda, hacia flexiones, abdominales, el saco y combatia con chicos veinte anos mas jovenes que yo.

Alguna noche lograba conciliar el sueno solo, sin pildoras; otras noches no.

Alguna vez lograba incluso dormir cinco o seis horas seguidas.

Alguna tarde sali con amigos y me encontre casi bien del todo.

Todavia me daban ataques de llanto, pero menos a menudo, y ademas conseguia controlarme.

Seguia sin subir en los ascensores, pero ni era un problema grave, ni nadie se preocupaba por ello.

Sobrevivi casi indemne a las vacaciones de Navidad, si bien un dia, tal vez el veintinueve o el treinta, vi a Sara por la calle, en el centro. Estaba con una amiga suya y un tipo a quien no habia visto nunca. El podia ser perfectamente el novio de la amiga, o el tio, o un gay, por lo que yo sabia. Sin embargo, me convenci enseguida de que se trataba del nuevo novio de Sara.

Nos saludamos con la mano desde las dos aceras. Yo anduve todavia alguna decena de metros y luego me di cuenta de que estaba conteniendo la respiracion. El diafragma se habia bloqueado. Senti algo, una especie de calor, que venia de abajo y subia por toda la cara hasta la raiz del cabello. El cerebro no funciono durante varios minutos.

Tuve dificultad para respirar todo el dia y por la noche no dormi.

Luego tambien aquello paso.

Despues de las vacaciones de Navidad empece a trabajar, un poco. Me cerciore del desastre que rondaba por mi despacho y especialmente entre mis ignorantes clientes y, renqueando, intente recuperar minimamente el control de la situacion.

Empece de nuevo a preparar los procesos, comence a escuchar -un poco- lo que decian los clientes, empece de nuevo a escuchar lo que decia mi secretaria.

Lentamente, a saltos como una maquina estropeada, mi tiempo empezaba a moverse de nuevo.

SEGUNDA PARTE

1

Era una tarde de febrero, pero no hacia frio. Aquel invierno no habia hecho frio ningun dia.

Pase por delante del bar de debajo del despacho y no entre. Me avergonzaba pedir el cafe descafeinado y por ello iba a un bar cutre a cinco manzanas de distancia.

Desde que habia empezado a padecer insomnio no bebia cafe normal por la tarde. Alguna vez habia probado el cafe de cebada, pero da asco. El cafe descafeinado, en cambio, parece de verdad. Lo importante es ser discreto

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