Los carabineros habian registrado su habitacion y habian encontrado libros para ninos, todos en version original. Las novelas de Harry Potter, El pequeno principe, Pinocho, El doctor Dolittle y algunos mas. En especial, junto a los libros, encontraron y confiscaron una fotografia del nino en la playa, en banador.

Los libros y la foto eran considerados, en el informe que la mujer me habia entregado por encima del escritorio, «significativos elementos de integracion del cuadro indiciario».

Cuando levante la mirada hacia la mujer -se llamaba Abagiage Deheba- ella empezo a hablar.

Abdou, en su pais -Senegal-, era maestro y ganaba el equivalente de unas doscientas mil liras al mes. Vendiendo las bolsas, los zapatos y las carteras ganaba diez veces mas. Hablaba tres lenguas, queria estudiar psicologia y deseaba quedarse en Italia.

Ella era agronoma, oriunda de Assuan. Nubia. Egipto, en la frontera con Sudan.

Estaba en Bari desde hacia casi un ano y medio y estaba terminando un curso de especializacion en gestion del suelo y de los recursos de regadio. Al regresar a su pais se iba a ocupar, por cuenta del gobierno, de llevar el agua al desierto del Sahara para transformar las dunas en campos de cultivo.

Pregunte que tenia que ver Bari con el riego del desierto.

En Bari -me explico- habia un instituto superior de investigacion y de formacion agronomica. Centre International de Hautes Etudes Agronomiques Mediterraneennes, se llamaba, y acudia gente de todos los paises en vias de desarrollo del Mediterraneo para especializarse. Libaneses, tunecinos, marroquies, malteses, jordanos, sirios, turcos, egipcios, palestinos. Vivian todos en el colegio mayor junto al instituto, estudiaban todo el dia y de noche deambulaban por la ciudad.

Habia conocido a Abdou en un concierto. En un local de la ciudad vieja -pronuncio un nombre que no conocia- donde se encontraban por la noche griegos, negros, asiaticos, norteafricanos y tambien algun italiano.

Era un concierto wolof, la musica tradicional del Senegal, y Abdou tocaba la percusion con otros compatriotas suyos.

Se detuvo algunos segundos, mirando hacia algun lado fuera de la habitacion, fuera de mi despacho. Fuera.

Luego retomo la conversacion y me di cuenta de que no estaba hablando conmigo.

Abdou era maestro, dijo sin mirarme.

Era maestro aunque ahora vendiera bolsas. El amaba a los ninos y no era capaz de hacerle dano a uno.

No era capaz de hacer dano a nadie.

Fue al llegar aqui cuando la voz controlada de Abagiage Deheba se resquebrajo. Su cara de princesa nubia se contrajo tras el esfuerzo por no llorar.

Lo consiguio, pero permanecio en silencio durante un minuto muy largo.

Despues del arresto habian acudido a otro abogado, y nombro a uno al que yo conocia demasiado bien. Una vez, charlando, se habia jactado de que declaraba dieciocho millones de impuestos al ano.

De millones habia pedido diez solo para el recurso de solicitud de la libertad condicional. Los amigos de Abdou habian hecho una colecta y habian recogido casi toda la suma requerida. Mi colega -digamoslo asi- se habia conformado y se habia embolsado el dinero. Por anticipado y en efectivo. Obviamente sin ninguna factura.

El recurso habia salido mal. Para el recurso de casacion hacian falta veinte millones. No tenian los veinte millones y Abdou se habia quedado en la carcel.

Ahora que se acercaba el juicio habian decidido venir a verme. Un joven de la comunidad senegalesa me conocia -la mujer pronuncio un nombre del que no me acordaba en absoluto-, sabian que era alguien que no se preocupaba por el dinero y, de momento, podian entregarme dos millones, que era lo que habian logrado recoger.

Abagiage Deheba abrio su bolso, saco un fajo de billetes atado con una goma, lo apoyo en el escritorio, lo acerco hacia mi. No se podia ni pensar que pudiera rehusar o discutir. Dije a mi secretaria que preparara un recibo por aquel anticipo. No, gracias, no queria el recibo, no sabia de que le iba a servir. Queria que fuera inmediatamente a ver a Abdou a la carcel.

Dije que no podia, que era necesario que el senor Thiam me designara su abogado, incluso solo haciendo una declaracion en el registro de la carcel. Respondio que de acuerdo, se lo diria en la proxima visita. Se levanto, me dio la mano -no lo habia hecho al entrar- y me miro a los ojos.

– Abdou no ha hecho lo que dicen.

Su apreton era fuerte como esperaba que fuera.

Al abrir la puerta oi a mi secretaria, que intentaba explicarle a una senora Cassano, muy alterada por la espera, que el abogado habia tenido un imprevisto, pero que la recibiria inmediatamente.

Imagine vagamente los pensamientos de mi cliente cuando -al ver a Abagiage Deheba pasar- se dio cuenta de que habia tenido que esperar por una negra.

Entro en mi despacho mirandome con repugnancia. Estoy seguro de que, si hubiera podido, me habria escupido a la cara.

Al dia siguiente fue condenada y para la apelacion cambio de abogado. Obviamente no liquido mis honorarios, pero tal vez tuviera razon: no me habia empleado a fondo para que la absolvieran.

2

Aparque el coche en zona prohibida, como acostumbraba los viernes. Cerca de la carcel es imposible encontrar aparcamiento cuando se trata del dia de visita de los detenidos.

El viernes es dia de visita.

Pero no hay problema, porque raramente te ponen una multa. Ningun agente municipal tiene muchas ganas de discutir con los parientes de los detenidos visitados; en general, ningun agente municipal tiene ganas de estar de servicio cerca de la carcel.

Finalmente aparque en zona prohibida encima de la acera, baje del coche, me arregle la corbata, saque un cigarrillo de la cajetilla, me lo puse en la boca y, sin encenderlo, me dirigi hacia la puerta principal.

El agente de la entrada me conocia y no tuve que mostrarle el carnet de abogado.

Atravese los habituales portones metalicos, luego las rejas, luego todavia mas portones. Finalmente entre en la habitacion reservada a los abogados.

Estoy convencido de que en todas las carceles se esfuerzan en escoger adrede la mas fria para el invierno y la mas calurosa para el verano.

Era invierno y, si bien en el exterior el aire era apacible, en aquella habitacion amueblada con una mesa, dos sillas y un sillon hundido, hacia un frio humillante.

Los abogados no son muy queridos en las carceles.

Los abogados no son muy queridos en general.

Mientras iban a buscar a Abdou Thiam encendi el cigarrillo y saque de la cartera, para entretenerme con algo, la orden de prision preventiva.

Lei de nuevo que …el imponente material probatorio imputado a Abdou Thiam constituye un cuadro tranquilizador idoneo, no solo para justificar la restriccion de la libertad personal en la presente fase sumarial sino que tambien, en perspectiva, permite razonablemente prever un resultado de condena para el proceso establecido.

Dicho en italiano: Abdou estaba sepultado por las pruebas, tenia que permanecer arrestado, encerrado y, cuando llegara el juicio, con toda seguridad seria condenado.

Mientras examinaba de nuevo la orden se abrio la puerta y un funcionario hizo entrar a mi cliente.

Abdou Thiam era un hombre muy guapo, con un rostro de cine y mirada profunda. Triste y distante.

Permaneci de pie delante de la puerta y luego me acerque, le di la mano y le dije que era su abogado.

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