El apreton de manos de una persona dice un monton de cosas, si uno tiene el deseo de fijarse bien. El apreton de Abdou decia que no se fiaba de mi y, tal vez, que ya no se fiaba de nadie.

Nos sentamos en las dos sillas y me di cuenta casi enseguida de que no iba a ser una conversacion facil.

Abdou hablaba bien italiano, aunque no de la manera casi perfecta, sin acento, de Abagiage. Me salio, pues, natural, hablarle de tu, y el hizo lo mismo.

Despachamos en seguida la cuestion de como lo trataban y si necesitaba alguna cosa. Luego intente que me diera su version de toda la historia, para empezar a orientarme, puesto que todavia no habia examinado el expediente.

No colaboraba. Hablaba con aire ausente, sin mirarme, y contestaba a mis preguntas de manera vaga» Casi parecia que el asunto no fuera de su incumbencia.

Me puse nervioso muy pronto, tambien porque detras de aquella absurda imprecision se percibia claramente una actitud de hostilidad. Hacia mi.

Hice un esfuerzo para ocultar mi irritacion.

– Venga, Abdou, intentemos entendernos. Yo soy tu abogado. Eres tu quien me ha escogido -saque el telegrama que me habia llegado desde la carcel el dia anterior y lo agite algunos instantes- y yo estoy aqui para ayudarte, o para intentar hacerlo. Por eso necesito que me ayudes. De otra manera no podre hacer nada. ?Me comprendes?

Hasta aquel momento habia estado doblado, con la cabeza ligeramente inclinada sobre la mesa. Antes de contestar se enderezo y me miro a la cara.

– He mandado el telegrama unicamente porque me lo ha dicho Abagiage. Tal vez intentaras hacer algo como el otro abogado, o quiza no. Pero mientras tanto yo estoy aqui dentro. Cuando se celebre el proceso yo sere condenado. Todos lo sabemos. Abagiage cree que tu eres distinto del otro abogado y puedes hacer algo. Yo no lo creo.

– Escuchame, Abdou -dije esforzandome aun por mantener un tono calmado-, si te cortas y tu herida es profunda y sangra, ?que haces?

No espere la respuesta.

– Vas al medico para que te cosa unos puntos. ?No? Tu no sabes como coser los puntos, porque no eres medico.

Me parecia una metafora bien escogida para intentar explicarle que hay casos en los que es indispensable recurrir a un profesional y que, en aquella ocasion, el profesional era yo.

– Yo se como coser puntos porque he sido enfermero en el ejercito, cuando hice el servicio militar.

En aquel instante no me esforce por aparentar tranquilidad. No hacia falta, evidentemente.

– Escuchame bien. Escuchame muy bien, porque si me das otra respuesta de mierda salgo de aqui, llamo a tu mujer, le devuelvo el dinero -poco- que me ha dado y tu te buscas otro abogado. De lo contrario te nombraran un defensor de oficio que no hara nada si no le pagas. Y probablemente no hara nada aunque le pagues, teniendo en cuenta lo que tu puedes pagar. Obviamente, si te comportas de esta manera idiota porque es cierto que has matado a aquel nino y quieres cumplir la pena, bueno, ese es otro motivo mas para que yo me quite de en medio…

Silencio.

Entonces, por primera vez desde que estabamos en aquella habitacion, Abdou Thiam me miro como si realmente existiera. Hablo en voz baja.

– No mate a Ciccio. El era amigo mio.

Aguarde un instante para serenarme.

Era como si me hubiera lanzado sobre una puerta cerrada para intentar derribarla y quien estaba detras la hubiera abierto, con calma. Respire a fondo y me apetecio un cigarrillo. Saque la suave cajetilla de la americana y se la pase a Abdou. El no dijo nada, cogio uno y espero a que se lo encendiera. Yo tambien encendi el mio.

– De acuerdo, Abdou. Tendre que leer los papeles del fiscal, pero antes necesito saber todo lo que recuerdas de aquellos dias. ?Quieres que empecemos a hablar de ello?

Dejo transcurrir algun segundo y luego asintio.

– ?Cuando te enteraste de la desaparicion del nino?

Aspiro con fuerza el cigarrillo antes de contestar.

– Supe que el nino habia desaparecido cuando me detuvieron.

– ?Te acuerdas de lo que hiciste el dia en que desaparecio el nino?

– Habia ido a Napoles, a recoger mercancia. Lo dije cuando me interrogaron. O sea, dije que habia ido a Napoles, pero no que habia ido a comprar los bolsos, para no involucrar a los que me los vendian.

– ?Fuiste tu solo?

– Si.

– ?Cuando regresaste de Napoles?

– Por la tarde, por la noche. No lo recuerdo con precision.

– ?Y el dia siguiente?

– No me acuerdo. Fui a alguna playa, pero no me acuerdo a cual.

– ?Te acuerdas de haberte encontrado a alguien? Quiero decir tanto el cinco de agosto como a la manana siguiente. Alguien que pueda acordarse de haberte visto y a quien podamos llamar para testimoniar.

– ?Tu donde estabas aquella manana, abogado?

Estaba entre la mierda, habria querido responderle. Estaba entre la mierda tambien la manana anterior y la manana siguiente. Tambien ahora lo estoy bastante. Solo un poquito menos.

A Abdou no le interesaba eso, sin embargo, y no dijo nada. Me frote la frente con la mano, luego me la pase por la cara y al final encendi otro cigarrillo.

– De acuerdo. Tienes razon. No es facil acordarse de una tarde, una manana o de un dia igual a tantos otros. Tendremos que hacer, sin embargo, un esfuerzo para reconstruir aquellos dias. ?Quieres decirme ahora algo sobre el nino? ?Lo conocias?

– Claro que lo conocia. Desde el ano pasado, es decir, desde que iba a aquella playa.

– ?Te acuerdas de cuando fue la ultima vez que lo viste?

– No. Con precision no. Pero lo veia todos los dias que iba a aquella playa. El siempre estaba o con los abuelos o con la mama. A veces con los tios.

– ?Lo has visto alguna vez cerca de la casa de los abuelos, o en otros lugares que no sean la playa? ?Has pasado alguna vez por la casa de los abuelos?

– Ni siquiera se donde esta la casa de los abuelos y al nino solo lo he visto en la playa.

– El dueno del bar Maracaibo dice que te vio la tarde de la desaparicion del nino y que no llevabas el saco con la mercancia, y que ibas en direccion de la casa de los abuelos.

– No se cual es la casa de los abuelos -repitio exasperado- y aquella tarde yo no fui a Monopoli. Cuando regrese de Napoles me quede en Bari. No me acuerdo de lo que hice, pero no fui a Monopoli.

Con un gesto rabioso cogio el paquete de cigarrillos y la caja de cerillas que se habian quedado encima de la mesa y encendio otro.

Le deje pegar algunas caladas con tranquilidad y luego volvi a empezar.

– ?Como es que tenias una fotografia del nino en casa?

– Fue Ciccio quien quiso darme aquella foto. Un tio, creo, tenia una polaroid e hizo varias fotos en la playa. El nino me dio una. Eramos amigos. Cada vez que iba por alli me paraba a hablar con el. Queria saber cosas de Africa, de los animales, si habia visto alguna vez leones. Cosas asi. Me alegre cuando me dio la foto, porque eramos amigos. Y ademas en casa tengo muchas fotografias, incluso con personas de la playa, porque soy amigo de muchos clientes. Los carabineros solo han cogido aquella. Claro que asi parece una prueba. ?Por que no han cogido todas las fotos? ?Por que han cogido solo algunos libros? Yo no tenia solo libros para ninos. Tengo manuales, tengo libros de historia, tengo libros de psicologia, ellos solo han cogido los libros para ninos. Claro que asi parezco un maniaco, como decis: un pedofilo.

– ?Le has contado esto al juez?

– Abogado, ?sabes como estaba cuando me llevaron ante el juez? Respiraba con esfuerzo por culpa de la paliza que me dieron, no oia bien de un oido. Primero me molieron a palos los carabineros, luego, cuando ingrese en la carcel, me golpearon los carceleros. Fueron los carceleros quienes me dijeron que era mucho mejor para mi si no le decia nada al juez. Luego el abogado me dijo que no tenia que contestar, porque solo me arriesgaba a

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